Читать книгу Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent Bugliosi - Страница 14

OCTUBRE DE 1969

Оглавление

10 de octubre. Habían pasado dos meses desde los homicidios del caso Tate. «¿Qué pasa entre bastidores en la investigación (si es que hay tal cosa) de la policía de Los Ángeles del estrambótico asesinato de Sharon Tate y cuatro personas más?», se preguntaba el Hollywood Citizen News en un editorial de primera plana.

El LAPD guardó silencio oficialmente, como hizo desde la última conferencia de prensa sobre el caso, el 3 de septiembre, cuando el subjefe de la policía Houghton, aunque admitió que todavía no sabían quién había cometido los asesinatos, dijo que los inspectores habían hecho «unos progresos enormes».

«¿Qué progresos exactamente?», preguntaron los periodistas. La presión aumentó; siguió habiendo miedo, acrecentado si cabe por la insinuación, muy poco velada, de un comentarista de televisión conocido que afirmó que a lo mejor la policía estaba encubriendo a una persona o a unas personas «destacadas de la industria del entretenimiento».

Mientras tanto siguió habiendo filtraciones. Los medios de comunicación informaron de que se habían encontrado estupefacientes en varios sitios del domicilio de Tate; de que algunas víctimas estaban drogadas cuando murieron. En octubre también se divulgó ampliamente que el arma buscada era del calibre veintidós (aunque se identificó como pistola, en vez de revólver), y se emitió incluso una noticia por televisión —la policía rompió el silencio rápido para negarla— según la cual habían hallado trozos de la empuñadura del arma en el lugar del crimen. El canal de televisión siguió en sus trece, a pesar del desmentido oficial.

Un calibre veintidós con una empuñadura rota. Bernard Weiss se puso a pensar varias veces en el arma que había encontrado su hijo. ¿Podía ser el arma asesina del caso Tate?

Pero eso no tenía ningún sentido. Después de todo, la propia policía tenía el arma y, de haber sido la utilizada, sin duda ya habrían vuelto a hacer más preguntas y registrar la ladera. Desde que entregó el arma a la policía el 1 de septiembre, Weiss no supo nada. Como no hubo ningún seguimiento posterior, Steve registró la zona por su cuenta. No encontró nada. Con todo, Beverly Glen no estaba tan lejos de Cielo Drive, solo a tres kilómetros.

Pero Bernard Weiss tenía cosas mejores que hacer que jugar a inspectores. Aquello era responsabilidad del LAPD.

El 17 de octubre, el teniente Helder y el subjefe de la policía Houghton dijeron a los periodistas que tenían pruebas que, si podían seguirles la pista, podrían llevar hasta los «asesinos» —en plural— de Sharon Tate y los otros cuatro. Se negaron a concretar más.

Se convocó la conferencia de prensa en un intento de aliviar un poco la presión sobre el LAPD. No se dio a conocer ninguna información sólida, pero se desmintieron varios rumores que corrían.

Menos de una semana después, el 23 de octubre, el LAPD convocó de forma muy precipitada otra conferencia de prensa para anunciar que tenía una pista sobre la identidad del «asesino» —en singular— de las cinco víctimas del caso Tate: un par de gafas graduadas que se habían hallado en el lugar de los hechos.

El anuncio solo se hizo porque aquel día varios periódicos ya habían publicado el folleto de «se busca» de las gafas.

Alrededor de dieciocho mil oculistas recibieron el folleto, de parte de las diversas asociaciones. Además, fue publicado de manera literal en el Optometric Weekly y en el Eye, Ear, Nose and Throat Monthly, con una tirada nacional conjunta de más de veintinueve mil ejemplares. Lo sorprendente no fue que se filtrara la noticia, sino que hubiera tardado tanto tiempo en hacerlo.

Sedienta de noticias sólidas, la prensa anunció «un avance importantísimo en el caso», pasando por alto el hecho evidente de que las gafas obraban en poder de la policía desde el día que se hallaron las víctimas del caso Tate.

El teniente Helder declinó hacer comentarios cuando un periodista, obviamente con excelentes contactos dentro del departamento, preguntó si era cierto que hasta aquel momento el folleto de las gafas solo había arrojado siete sospechosos, todos ellos ya descartados.

Fue un indicio de la desesperación de los inspectores del caso Tate que el segundo y último informe de progresos, preparado el día antes de la conferencia de prensa, consignara: «A día de hoy Garretson no ha sido descartado de manera concluyente».

El informe del caso Tate, que cubría el periodo desde el 1 de septiembre hasta el 22 de octubre de 1969, alcanzó las veintiséis páginas, la mayoría de ellas destinada a cerrar el expediente contra Wilson, Pickett y otros.

El informe del caso LaBianca, que se cerró el 15 de octubre, fue un poco más breve, veintidós páginas, pero mucho más interesante.

En una sección del informe, los inspectores mencionaron la utilización del ordenador de la CII. «En este momento está buscándose el MO de todos los crímenes donde las víctimas fueron atadas. Se realizarán ulteriores búsquedas centradas en las peculiaridades de los robos, los guantes usados, las gafas llevadas o el teléfono inutilizado».

Robos. Plural. Gafas llevadas, teléfono inutilizado. El teléfono del domicilio de los LaBianca no fue inutilizado, ni había ninguna prueba de que algún agresor llevara gafas. Eran referencias al caso Tate.

La conclusión era ineludible: los inspectores del caso LaBianca decidieron, por su cuenta, sin consultarlo con los inspectores del caso Tate, ver si podían resolver el caso Tate, además del caso LaBianca.

El segundo informe del caso LaBianca era también interesante por otro motivo.

Enumeró a once sospechosos, el último de los cuales fue un tal MANSON, CHARLES.

Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Подняться наверх