Читать книгу Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson - Vincent Bugliosi - Страница 22

DEL 19 AL 21 DE NOVIEMBRE DE 1969

Оглавление

Menudo día escogimos para el registro. Hacía un viento increíble. Cuando llegamos a Chatsworth, casi nos zarandeaba fuera de la carretera.

No fue un viaje largo, tardamos bastante menos de una hora. Desde la Sala de Justicia, en el centro de Los Ángeles, hasta Chatsworth hay algo menos de cuarenta kilómetros. Subiendo al norte por Topanga Canyon Boulevard, unos tres kilómetros más allá de Devonshire, dimos un giro brusco a la izquierda, hacia la carretera del Paso de Santa Susana. Esta carretera de dos carriles, antes muy transitada, ha perdido los últimos años el tráfico en beneficio de una autopista, más rápida, y serpentea hacia arriba dos o tres kilómetros. Luego, de repente, al lado de una curva, a la izquierda, allí estaba, el rancho de cine Spahn.

La maltrecha calle Mayor estaba a menos de veinte metros de la carretera, a la vista. La zona estaba llena de carrocerías destrozadas de automóviles y camiones. No había señal de vida.

El lugar tenía un toque irreal, acentuado por el estruendo del viento y el aspecto de total abandono, pero más aún por el conocimiento, si el relato de Atkins-Howard era cierto, de lo que había empezado y acabado allí. Un decorado de cine destartalado, en medio de la nada, desde donde unos asesinos con ropa oscura se aventuraban a salir por la noche para aterrorizar y matar, y adonde después regresaban antes del amanecer para desaparecer en los alrededores. Podía ser el argumento de una película de miedo, pero habían muerto ya Sharon Tate y al menos otros ocho seres humanos reales. Salimos de la carretera y paramos en la calle de tierra, delante de la Cantina Long Branch. Iba acompañado del teniente Helder y del sargento Calkins, del equipo del caso Tate; del sargento Lee, de la SID; de los sargentos Guenther, Whiteley y William Gleason de la LASO, y de nuestro guía, Danny DeCarlo. Al final Danny aceptó acompañarnos, pero solo con una condición: que lo esposáramos. De ese modo, si algún miembro de la Familia seguía por allí, no pensaría que estaba «soplando a la pasma» voluntariamente.

Aunque los ayudantes del sheriff ya habían estado en el rancho, necesitábamos a DeCarlo para una cosa concreta: que nos señalara las zonas donde Manson y la Familia hacían prácticas de tiro. El objetivo de nuestro registro: cualquier bala y/o casquillo del calibre veintidós.

Pero primero quise obtener el permiso de George Spahn para registrar el rancho. Guenther señaló la choza donde vivía, a la derecha y apartada del decorado del Oeste. Llamamos a la puerta y una voz, la de una chica joven, dijo: «Adelante».

Era como si todas las moscas de la zona se hubieran refugiado allí durante el vendaval. George Spahn, de ochenta y un años, estaba sentado en un sillón muy estropeado, con un Stetson y unas gafas de sol. Tenía en el regazo un chihuahua, y a los pies un cocker spaniel. Una chica hippy de unos dieciocho años estaba preparándole la comida, mientras de un transistor, en sintonía con una emisora vaquera, sonaba a todo volumen «Young Love», de Sonny James.

Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Подняться наверх