Читать книгу Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I - William Nordling J. - Страница 28

IV. Unidad

Оглавление

El alma espiritual, creada por Dios, es el principio animador y la forma sustancial del cuerpo humano vivo (Sal 139:13; CCC §§362-68). Gracias a la unidad cuerpo-alma, todos los humanos tienen la capacidad de tener una conciencia personal distintiva, diferente de la conciencia meramente animal.

1. La dignidad humana. Todo ser humano vivo dispone de una dignidad básica y de un alma humana completa, incluyendo sus poderes intelectuales, aunque una persona no sea capaz de expresarlos de forma permanente o temporal debido a desórdenes o falta de desarrollo (Gn 1:31; GS §§14-15).

2. La unidad cuerpo-alma como don de vida. Una persona es un ser vivo completo, totalmente unificado, constituido por un cuerpo material y un alma inmaterial, incorruptible e inmortal. La unidad cuerpo-alma constituye un don de vida que siempre depende de Dios. Debido a que el intelecto espiritual de la persona subsiste en el cuerpo, sin quedar reducido al aspecto corporal per se, el alma de la persona sobrevive a la muerte del cuerpo. El alma humana está tan profundamente unida al cuerpo que se considera la forma sustancial del cuerpo (Gn 1: 2 y GS §14; CCC §§364-365). El aspecto más profundo de la persona se llama a veces el alma, el espíritu, el corazón o la mente (Mt 22:37-40; Lc 10:27; Mc 12:30; D 6:5).

3. O varón o mujer. Los hombres y mujeres son encarnaciones complementarias de la naturaleza humana. Las diferencias de sexo no son meras convenciones sociales. Si bien son iguales en dignidad y valor, y aunque tienen muchas características en común, las personas de ambos sexos no son idénticas ni a nivel físico, ni mental ni emocional. Su complementariedad tiene un significado nupcial, que se revela y actualiza a través de una donación desinteresada, expresada no solo en el amor sexual conyugal, sino también en las formas célibes de entrega y servicio a los demás. Las diferencias de sexo van más allá de la relación matrimonial y en el hogar, ya que hay características masculinas y femeninas que influyen en el comportamiento en sociedad (Ef 5:28-33).

4. La ley natural y la norma personalista. La ley natural (moral) fundamenta la ética profesional, los principios de conciencia y responsabilidad, el respeto a la libertad individual, la no injuria, la beneficencia y el respeto a la dignidad básica de la persona, independientemente de sus diferencias. También se fundamenta en las demandas adicionales de la ética cristiana, al arraigarlas en sus inclinaciones naturales —como buscar el bien y evitar el mal, o amar a Dios y al prójimo— que conducen tanto a la justicia social como al culto a Dios. Tal y como se expresa en la norma personalista, la persona es un sujeto que se posee a sí mismo, con fines personales distintos, que no debe utilizarse instrumentalmente como un mero objeto, o como un mero medio para los fines de otra persona (Mt 7:12). Desde una perspectiva filosófica y una base de experiencia, la ley natural es una participación humana y racional en la dimensión normativa de la realidad, que dirige a los humanos a su fin último, que es su realización a través de una ley escrita en su interior. No obstante, puede ser difícil discernir el orden de las inclinaciones naturales y los principios conexos de la ley natural, o cuál es la mejor manera de aplicarlos en los entornos cotidianos. Desde una perspectiva basada en la fe, la ley natural es una participación racional en la sabiduría y el amor de la ley eterna de Dios (Rom 1:19-20, 2:14-15). Su origen divino se confirma y su contenido se aclara en la revelación divina, por ejemplo, en las dos tablas del Decálogo, es decir, en el amor a Dios y el amor al prójimo como a uno mismo (Ex 20: 1-17; Lev 19: 18; Mt 22:38-39; Rom 13: 9). Sin embargo, el pecado y los demás efectos de la caída suelen obstaculizar el conocimiento y conciencia de los principios de la ley moral natural y de su aplicación.

5. Capacidades múltiples. La naturaleza humana animada incluye múltiples capacidades a nivel orgánico (vegetativo y motor), cognitivo (sensación-percepción y razón o intelecto racional) y afectivo (emoción y voluntad o intelecto volitivo) de la persona (Lc 10:27).

6. Seres vivos orgánicos. Los humanos son capaces de tener salud y prosperidad corporal. Poseen una inclinación natural a preservar y promover su bienestar corporal. Se sabe que la salud corporal (en sus diferentes niveles) influye, sin ser equiparada, en la realización personal general (Sal 16:9).

7. Comportamientos y acciones. Las personas se expresan a través de sus comportamientos, y se mueven como respuesta a cogniciones (prerracionales, intelectuales e intuitivas) y a los afectos (emocionales, intelectuales e intuitivos) con respecto a las cosas que deben buscarse y evitarse (2 Tim 4:7).

8. Situado en un contexto cultural, histórico y ecológico. Los seres humanos se sitúan en la historia y la cultura. Se forman y son formados, pero no son totalmente determinados por su entorno sociocultural y físico (Gál 4:4; Lc 2:1-2).

9. La totalidad. Una noción unificada de la persona en su totalidad incluye una dimensión trascendente y personal, que reconoce la realización a través de la virtud y la vocación, y requiere una interconexión entre los cinco dominios: relacionalidad, percepción sensorial (incluyendo la imaginación), emoción, razón y voluntad (Pr 20:7). Esta visión de la totalidad también evita los entendimientos distorsionados de la persona, que se desarrollan como resultado de conceptualizaciones individualistas, materialistas, reduccionistas, relativistas, deterministas, dualistas o conductivas. Todas las capacidades y cualidades identificadas de la persona trabajan en conjunto de manera holística en una persona sana. Para comprender y servir a las personas, es necesario tener en cuenta su integridad.

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I

Подняться наверх