Читать книгу Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I - William Nordling J. - Страница 41
2: LA CUESTIÓN MORAL
ОглавлениеNo hay duda de que todos los que piensan seriamente en la psicología están de acuerdo en que está íntimamente relacionada con muchas cuestiones morales. Simplemente, no se puede intervenir en la vida de una persona, en particular en el contexto de los problemas interpersonales y emocionales, sin reconocer un contexto moral. Un buen ejemplo es considerar el problema de la ética sexual. Es un lugar común que muchos problemas psicológicos involucran valores y tipos de comportamiento sexual. Tratar con ellos requiere que tanto los psicoterapeutas como los psicólogos teóricos tomen una postura moral. La mayoría de los psicólogos seculares tiende a dejar que el paciente determine la moralidad de las conductas sexuales relevantes, pero esta postura no es fiable. Por ejemplo, los psicólogos seculares a veces abogan por el comportamiento sexual pre- e incluso extramatrimonial como respuesta terapéutica a ciertos tipos de problemas; también es común que los psicólogos tengan una actitud positiva hacia la masturbación y a menudo la propongan como un comportamiento psicológicamente útil. Muchos tienen una actitud igualmente positiva hacia el aborto, y por supuesto, hoy en día, la actitud oficial de la mayoría de los psicólogos hacia los actos genitales homosexuales es de aceptación, normalmente de apoyo. Estas son claramente actitudes morales que no forman parte de ningún tipo de conocimiento científico.
Es significativo que todas estas posiciones morales seculares también se defiendan, frecuentemente, bajo las principales ramas protestantes, al menos en los países occidentales modernos y con la excepción de muchos evangélicos. La aceptación oficial por parte de numerosas sectas protestantes de las relaciones sexuales prematrimoniales, la anticoncepción, el aborto, el divorcio y los actos sexuales homosexuales es bien conocida. La aceptación de esta «nueva» moral va en contra de las normas morales de su propia tradición protestante, que durante cientos de años fueron esencialmente las mismas para todos los cristianos. A principios del siglo XX, las principales ramas protestantes condenaron el control de la natalidad, el divorcio y el aborto, y no podían imaginar un clero homosexual y un matrimonio entre personas del mismo sexo. Cuando, en la Conferencia de Lambeth de 1930, los anglicanos rompieron por primera vez con la posición moral cristiana establecida desde hacía tiempo sobre el control de la natalidad, las otras ramas protestantes los condenaron. Pero con el paso de los años estos cambios morales fueron aceptados lentamente, en apariencia debido a la amplia aceptación y aprobación de la cultura secular. Hoy en día, varias de las llamadas iglesias liberales o protestantes principal es al menos en las sociedades occidentales, tienen una moralidad sexual que es indistinguible de la cultura neopagana circundante. Algunas ramas protestantes conservadoras siguen rechazando los cambios más recientes en la moral sexual, pero hay razones para ser escépticos en cuanto a si estas posiciones se mantendrán, en vista de la respuesta final de los protestantes al control de la natalidad y el divorcio, que también rechazaron inicialmente.
El problema sustantivo, visto desde una posición católica, es que, al hacer estos cambios, muchos protestantes han aceptado puntos de vista que los católicos (y la mayoría de los ortodoxos orientales y muchos evangelistas) entienden como contrarios a la Escritura y que violan la tradición de la moral cristiana, bien establecida en la historia temprana de la Iglesia. Además, estos cambios, observados desde una perspectiva católica, son contrarios a la naturaleza y a los mejores intereses de la persona. Hay que añadir que existen algunas pruebas, las cuales creo que aumentarán en los años venideros, que demuestran que la violación de la ley moral con respecto a esas cuestiones sexuales conduce frecuentemente a producir un daño psicológico que el psicólogo cristiano debería tratar de aliviar; por ejemplo, el trauma postaborto, el daño causado a los niños por el divorcio y el daño causado por la promiscuidad y la pornografía (Fagan, 2009; Eberstadt y Layden, 2010); ese daño se hace no solo a las personas, sino también a las familias y a la sociedad.
La cuestión es que, sin un marco moral básico, ampliamente pertinente, acordado y acompañado de su correspondiente comprensión normativa de la persona, no parece posible conseguir una integración sustantiva de la psicología y la teología, ya que no queda clara la naturaleza de la realización humana en torno a la cual se formularía un sistema psicológico. En todas las cuestiones morales mencionadas, la posición católica es oficialmente clara y se articula y defiende sistemáticamente (Pablo VI, 1968; Juan Pablo II, 1993, 1995). Por supuesto, existe un gran número de católicos que rechazan la moralidad de la Iglesia, ya sea en la teoría o en la práctica. También hay algunos disidentes intelectuales que desafían estas posiciones, pero no tienen un estatus oficial en la Iglesia, y, como otros desafíos históricos propuestos de este tipo, los suyos raramente han llevado a ningún cambio doctrinal significativo dentro del catolicismo. Parte del apoyo a la moral católica tradicional ha provenido de un gran número de católicos que viven en sociedades no occidentales y que ven estos cambios morales como herejías peculiares de una cultura occidental rica, autocomplaciente, moribunda y ya no admirada.
En cualquier caso, aunque los cambios en las posturas morales católicas son posibles, son raros y, si se hacen, se hacen de forma clara y explícita. El resultado es que la teología moral católica tiene una particularidad específica y consistente internamente que le permite integrarse, al menos potencialmente, con la psicología. Por el contrario, la diversidad de puntos de vista en torno a cuestiones morales entre las diversas ramas protestantes hace que los intentos de integración queden divididos y, a veces, sean contradictorios. En resumen, tanto en la teoría como en la práctica es como mínimo posible aceptar un marco integrador común y se utilice en todo el mundo católico.