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VII. Relacionalmente interpersonal

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Los humanos son naturalmente sociales, con inclinaciones y necesidades de familia, amistad, vida en sociedad y otras relaciones interpersonales.

1. Receptivo e interpersonal. Las personas son intrínsecamente receptivas y están orientadas hacia otras personas. Esta orientación se expresa a través de actos comunicativos en los que se recibe y da. Y, lo que es más, los actos sociales sirven al progreso personal únicamente en la medida en que sirven al bien de las demás personas y al bien común (1 Jn 3: 17-18).

2. Centrado en el amor. La máxima expresión de la comunicación interpersonal es el amor, que es entrega de uno mismo, también conocido como la virtud de la caridad (philia y agape-). Aunque tiene una unidad de propósito, el amor adopta diferentes formas en función del tipo de relación interpersonal de que se trate. Informa e interconecta todas las otras virtudes, a las que también sirve, especialmente las virtudes relacionadas con las relaciones, como la justicia, la religión, la castidad, el coraje y la obediencia (1 Jn 4:8) (véase la premisa XI, punto 3, sobre los «Tipos de amor humano»).

3. Relación con Dios. Los seres humanos tienen un deseo natural de conocer, amar y estar unidos a Dios, que no solo es el creador (causa primera) y sustentador (causa eficiente) de la vida humana, sino también su fin último (causa final). Por lo tanto, es apropiado que las personas entren en prácticas religiosas (como la oración, los rituales, las lecturas de las Escrituras y los sacramentos, y otras expresiones de fe, esperanza y amor) con el fin de adorar, respetar y amar a Dios (Jn 1:12-13).

4. Las relaciones conyugales y el significado conyugal del cuerpo. La institución natural del matrimonio se basa en la complementariedad conyugal de los sexos y en la atracción por el sexo opuesto (véase la premisa IV, punto 3, «O varón o mujer»). Este tipo de matrimonio implica un compromiso de alianza de por vida y el don de uno mismo (unión). Este amor se formaliza en el matrimonio monógamo, abierto al don de la nueva vida (procreación) y comprometido con los bienes de la familia, incluida la santidad de los cónyuges. En el sacramento del matrimonio, Dios provee de gracias a los cónyuges para que enfrenten los desafíos de intimidad, fidelidad y familia. En respuesta a una llamada a la santidad, algunas personas se comprometen a tener relaciones matrimoniales célibes con Dios para amar y servir a Dios y a su pueblo (Gn 2:18-24).

5. Familia. La relación interpersonal se desarrolla primero en la familia, que es la unidad básica de la sociedad. Los seres humanos tienen tanto una necesidad natural de familia como inclinaciones naturales para establecer familias, es decir, inclinaciones hacia los bienes del matrimonio, la procreación y la educación de los hijos (Lc 2:51). Todas las familias, independientemente de su estructura, merecen apoyo, incluida la ayuda ante las dificultades con las que se enfrentan.

6. Amigos. La amistad contribuye a la realización humana. Subraya las relaciones de afecto, compañerismo e intimidad basadas en el mutuo don de uno mismo y en compartir de forma común el bien, diferente al amor sexual (Jn 15:15).

7. Comunidades. Los seres humanos se encuentran en comunidades de personas, expresadas en contextos socioculturales, cívico-políticos y basados en la fe, todos los cuales conforman a las personas, sin determinarlas totalmente. Los humanos contribuyen a la comunidad trabajando y expresando su responsabilidad por los demás. La amistad sirve como fuerza de unión para la comunidad (Ef 4:4-13; Sal 122:1-2).

Un Meta-Modelo Cristiano católico de la persona - Volumen I

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