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De aguda a crónica

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Una inflamación puede ser aguda o crónica. Una respuesta inflamatoria es el resultado directo de una reacción a un estímulo que se considera peligroso. Es un proceso a corto plazo que puede durar desde algunos minutos hasta varias horas, y cesa cuando el peligro ha pasado. Pensemos, por ejemplo, en un absceso dental, la inflamación aguda de la punta de la raíz de un diente. En el momento en el que se ha limpiado el conducto radicular, la inflamación desaparece. Una inflamación aguda se reconoce por estos cinco síntomas: dolor, enrojecimiento, hinchazón, calor y pérdida de la función.

¿Has visto alguna vez alguna encía inflamada? Si las encías están considerablemente inflamadas, se volverán rojizas, se hincharán y dolerán al cepillarse los dientes. O sea, si te cepillas de la manera correcta, ya que el cepillo debe tocar las encías durante el cepillado. En la consulta, escucho muy a menudo: «Mis encías no sangran y no me duelen». Esperas entonces que la boca esté completamente sana. A menudo, en el momento en que la persona abre la boca y miro con atención esa masa rosa-roja, sé lo suficiente. Que tus encías no sangren no implica que estén sanas. Quizás sea una comparación un tanto fuerte, pero antes de que alguien sufra un infarto, no tiene por qué haber síntomas graves, a pesar de que algo está mal.

Volvamos a la inflamación. El propósito de una inflamación es solucionar el problema (la infección) con rapidez y restaurar el tejido. Las características de una inflamación tienen todas ellas un cometido. El dolor informa de que ahí hay un problema. La hinchazón facilita un mejor flujo de sangre, de modo que más sustancias puedan llegar a la herida para curarla. La pérdida de una actividad determinada, como la capacidad de morder, es necesaria para evitar aún más daño al tejido.

Una inflamación tiene, en una situación normal, una duración de siete a nueve días. Si se trata de un virus fastidioso, no es extraño estar enfermo toda una semana. Y para nadie es agradable quedarse una semana en cama. De todos modos, una vez que el problema se ha resuelto, la respuesta inflamatoria se detiene y el sistema inmunitario vuelve a la normalidad. Sin embargo, existen diferentes factores por los que una inflamación puede no concluir con éxito. Estar enfermo una semana se convierte en dos o incluso tres semanas y después de ese tiempo tampoco acabas de encontrarte totalmente en forma.

Los factores del estilo de vida que juegan aquí un papel son la nutrición, el ejercicio y también las condiciones psicosociales y ambientales. Así que tú mismo tienes también una cierta influencia en el proceso de la enfermedad o en la curación de heridas. Si tu alimentación no es ­óptima, si haces demasiado o demasiado poco ejercicio, o si experimentas mucho estrés, existe una gran probabilidad de que la inflamación no se cure correctamente. La consecuencia es que se convierta en una inflamación crónica de bajo grado (Low Grade Inflammation –LGI– en inglés). Este tipo de inflamaciones no tienen una función en sí mismas y dañan las células cercanas, lo que finalmente conduce a trastornos metabólicos (entre otros la resistencia a la insulina). Los trastornos metabólicos conciernen, por ejemplo, a la presión arterial, la glucosa en sangre o el colesterol. Si estos valores se alteran durante mucho tiempo, puede presentarse un síndrome metabólico, un factor de riesgo para, por ejemplo, la arterioesclerosis y la diabetes tipo 1.

En una inflamación de este tipo, el sistema inmunitario está constantemente activo y las sustancias excretadas durante esta fase están relacionadas con las enfermedades del estilo de vida. Así por ejemplo, en caso de periodontitis (inflamación de los tejidos alrededor de los dientes), el riesgo de sufrir un ataque cardíaco es un 19 % más alto de lo normal. Otra enfermedad del estilo de vida que se relaciona con la periodontitis es la diabetes tipo 2. Esto también tiene que ver con el sistema inmunitario. En caso de una diabetes no controlada o mal ajustada, el sistema inmunitario falla, por lo que los pacientes son más sensibles a padecer enfermedades infecciosas, y por lo tanto, también periodontitis. Por cierto, las personas sanas con periodontitis tienen también niveles elevados de inflamación (de bajo grado) en la sangre y un mayor riesgo de resistencia a la insulina. Y eso, a su vez, aumenta el ­riesgo de diabetes. Otro peligro de una inflamación crónica bucal es la posibilidad de desarrollar una enfermedad autoinmune. Bien conocidas son el reuma y la fibromialgia (reumatismo de tejidos blandos), aunque también la enfermedad de Hashimoto, también llamada hipotiroidismo, es una dolencia autoinmune. Estas enfermedades se sufren cuando el sistema inmunitario comete un error y comienza a atacar a sus propias células. La posibilidad de un error de este tipo aumenta cuando el sistema inmunitario se encuentra activo durante un largo periodo de tiempo. Entonces, el cuerpo no solo atacará las sustancias dañinas, sino que también destruirá las propias células del organismo.

De hecho, en el caso de todas las enfermedades del estilo de vida, el sistema inmunitario se encuentra activo, sin que se den las características claras de una inflamación aguda. Por ello, no nos damos cuenta con rapidez de que algo sucede, aunque la inflamación puede medirse en la sangre. En una analítica se examina el llamado marcador inflamatorio de proteína C reactiva de alta sensibilidad (PCR). La PCR es una proteína que produce el hígado cuando existe un alto nivel de interleucinas (IL-6). Se trata de pequeñas sustancias del sistema inmunitario que se comunican entre sí. Se activan cuando hay una inflamación. Este marcador inflamatorio puede detectarse en la sangre en caso de enfermedades cardiovasculares, diabetes y también depresión y periodontitis.

Problemas debidos a inflamaciones

Los siguientes problemas pueden producirse debido a inflamaciones bucales:

 Dientes y molares que se sueltan, por lo que finalmente pueden caer o tienen que retirarse.

 Desplazamiento de dientes y molares, lo que puede comportar problemas para comer.

 Retracción de las encías, que resulta en cuellos dentales expuestos y dientes y molares sensibles.

 Disminución de la función de barrera de las membranas mucosas. El sistema inmunitario estará constantemente activo, creando una inflamación crónica.

 Un mayor riesgo de complicaciones durante el embarazo, incluido un bajo peso del bebé al nacer y una posible preeclampsia (intoxicación).

 Una mayor posibilidad de padecer afecciones del estilo de vida, como las enfermedades cardiovasculares, las enfermedades autoinmunes (incluido el reumatismo), la depresión y las enfermedades respiratorias e incluso el alzhéimer, que están vinculadas a la periodontitis.

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