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2. [noche de gamberradas]

Areum

No sé cómo aguanté el día siguiente de instituto, porque lo cierto es que el acoso del heredero no me dejó dormir más de tres horas.

Al cerrar los ojos sentía sus manos en mí, el calor de su atrayente cuerpo. Había que ser estúpida para negar que Takashi era guapo, pero el trato tan frío y dominador que me dio...algo no iba bien.

—Oye, llevas todo el día ausente –la voz melosa de mi amigo Ito Kohaku me devolvió a la realidad. Me pasó el brazo cálidamente por los hombros cuando le miré–. ¿Qué te pasa?

—No he dormido demasiado bien, pero no tienes de qué preocuparte –le sonreí para que se tranquilizase, y aunque mi argumento pareció no convencerle, no volvió a hablar del tema, cosa que agradecí.

—Bueno, me encargaré de que te lo pases de puta madre esta noche –me acercó a él con el brazo, sonriendo de oreja a oreja, sin ser invasivo como Takashi–. Mientras tanto háblame sobre el heredero de la Hyundai, me quiero reír un rato.

Kohaku y yo siempre hacíamos eso, nos burlábamos de lo mimados que eran los herederos, cuando en realidad nosotros éramos igual. Íbamos a un colegio privado, vestíamos ropa de diseñador y podíamos tener cualquier capricho que quisiéramos, fuera lo caro que fuera.

Sí, éramos asquerosamente ricos y supuestamente enemigos. Kohaku, era el heredero a director general de Apple Japón, actualmente ocupado por su padre. Era mi misma situación con Samsung, solo que yo había dejado mi tierra para estar en el país nipón, más asilado y protegido del mundo exterior.

—Voy a buscar una foto suya en internet –tecleó con dificultad en el buscador, leyendo la pantalla–. Aquí dice que tiene 25 años, que a veces modela para diseñadores exclusivos y que es muy...”guapo” –leyó lo último con asco–. ¿Y por qué narices tiene su propia página en Wikipedia? La información ni siquiera es objetiva, qué falta de profesionalidad...

—Déjame ver –me puse de puntillas, solo para recordar la cara de mi pesadilla. Vi una entrada en la Wikipedia con el nombre entero. Takashi Kaito, así se llamaba el enigmático heredero. Me enfadé conmigo misma al pensar que salía guapo.

—No es más guapo que yo –Kohaku me miró con algo de timidez, esperando aprobación, y le pellizqué una mejilla regordeta.

—Nadie es más guapo que tú, Kohie.

...

A pesar del ambiente condensado de la discoteca, era difícil no centrarse en la naturalidad de Kohaku, quien parecía estar en su salsa a pesar de ser introvertido.

—Kohaku, ¡me encanta esta canción! –no disimulé mi ilusión, ya que cuando estaba con él, podía ser sincera.

—¿Esto es reguetón? –a mi amigo le costó pronunciar la palabra extranjera, pero cuando asentí, un brillo travieso despertó en sus ojos.

¿Qué tramaba?

Acortó un paso entre nosotros, hasta que su respiración me hizo cosquillas en la sien; me percaté de la irregularidad de esta. ¿Estaba nervioso? Porque no lo pareció en absoluto cuando apreció cómo el vestido entallado abrazaba mis curvas con devoción, y se relamió los labios al ver mi boca pintada de rojo.

—¿Kohaku? –incliné la cabeza a un lado, y carraspeó y pronto se recompuso.

—¿Esto se baila...pegados? –dijo con una sonrisa desenvuelta. En sus tiempos libres, bailaba, y a pesar de que sabía perfectamente la respuesta, quería oírme decirlo.

—Así es, se baila de forma anti-elitista –solté una risita al verle negar con la cabeza de forma juguetona.

—¿Y a qué esperas para acercarte? Que no muerdo –alzó una ceja, desafiándome de esa forma que solo él sabía hacer.

Noté un bulto en su pantalón a pesar de que no toqué su cuerpo, y si no fuese por las luces moradas y azules de la discoteca, habría visto sus mejillas sonrojadas. Hice como que no vi nada.

Tenía la teoría de que hace meses que le gustaba a Kohaku, pero era tan tímido que me hacía dudar. Y pensé que a veces a los chicos se les empalmaba cuando bailaban con una chica atractiva, así que seguí en dudas.

—Ari –me tocó el hombro al acabar la canción, llamando mi atención con el apodo de siempre. Tenía perlas de sudor en la frente y se mordía el labio con impaciencia–, necesito...ir al baño, ¿te importa?

—No me moveré de aquí –le sonreí, y desapareció. Bebí la amarga mezcla de zumo tropical y vodka, y cuando estudié mis alrededores, una figura alta se interpuso en mi campo de visión.

¿Por qué había un guardia de seguridad en mis narices?

—Disculpe, no debería... –cerré la boca cuando subí la vista a la cara del hombre trajeado, y la copa comenzó a temblar con mis dedos.

—Señorita So, qué agradable sorpresa –con tranquilidad, Takashi le dio un trago demasiado largo a su copa de vino, sin despegar los ojos de mi cuerpo. Sin disimulo alguno, se relamió los labios, y yo me tensé muchísimo–. No la había reconocido con ese...vestidito. Mucho mejor que el uniforme escolar, desde luego.

No solo me trataba de inferior por mi edad, sino también por la altura de mi vestido.

No le contesté, solo dándole razones para que se fuese y me dejaste tranquila con mi amigo.

—¿Te vas a hacer la muda conmigo? Ayer te pusiste muy gritona para que no me acercase a ti... –se inclinó hasta hacer contacto visual directo, depredativo. Miró por encima de mis hombros, buscando algo–. ¿Estás sola, cielo?

Su mirada se oscureció varios tonos, y no solo por las luces psicodélicas de la discoteca. No tuve un buen presentimiento.

—Estoy con un amigo –hice énfasis en la última o, sacándole una sonrisa de autosuficiencia–. ¿Qué haces aquí? ¿Has venido a molestarme?, ¿no eres muy mayor como para venir a estos sitios?

—¿Ya no me hablas de usted? –bebió con una ceja duramente arqueada.

—No te los mereces después de faltarme al respeto como lo hiciste –le levanté la voz, intentando no irritarme porque todavía me quedaba mucha noche por delante–. Si quieres que te respete, entonces tú también me tienes que res...–

—Ari –una tercera voz entró al dúo, y el Señor Takashi se irguió en su traje– ¿conoces a este tipo? –el brazo protector de Kohaku se enredó en mis hombros, dándome un pequeño infarto pero a la vez alivio de que hubiera cortado mi conversación con Takashi. Por lo calmado que parecía Kohaku, deduje que no habría escuchado mucho.

—Este es Takashi, el heredero de Hyundai con el que voy a colaborar –le presenté educada, intentando no mirarle ya que me pondría de los nervios su presencia autoritaria. Di palmaditas en el brazo de mi amigo, pero no lo retiró–. Este es Ito Koh... –el mayor me cortó.

—Presumo de que usted es Ito Kohaku, de Apple –la sonrisa felina de Takashi me dió miedo en ese momento, porque escondía algún secreto muy turbio mientras sus ojos se posaban en Kohaku y en mí–. Interesante combinación de amistad, la vuestra. Prácticamente enemigos empresariales.

Noté el brazo de mi mejor amigo apretarse más en mi hombro, dándome una clara señal de que había tocado un tema sensible. Nuestra relación controversial ya era demasiado abordada por la prensa, por el colegio entero y por nuestros propios padres, no hacía falta otra opinión más.

—Nosotros ya nos íbamos –empujé a Kohaku hacia el lado opuesto cuando vi su mandíbula tensada–. Buenas noches, Señor Takashi, le veré en el trabajo –antes de encaminarme hacia la salida, una mano grande aprisionó mi muñeca y me arrastró de vuelta. Reconocí el toque autoritario–. Señor Takeshi...

Ignoré la cercanía tan poco política que había entre los dos, y lo acepté con mentalidad de discoteca.

—Qué ganas tengo de volver a verte en el despacho, Areum –dijo ronco en mi oído, dejándome algo encaprichada.

...

—Kohaku... –admiré su graffiti con admiración–. Sabía que dibujabas bien, pero no tan bien –a pesar de que las mascarillas nos cubrían la mitad de la cara para no correr riesgos con la prensa, vi sus ojitos sonrientes con mi cumplido –. Deberías crear una serie animada para Apple, te juro que triunfaría.

—Estás loca –me despeinó de forma cariñosa, mirando la mierda de graffiti que había hecho yo, el cual consistía en letras de canciones que me gustaban.

—Oye, yo sí que vería la serie...pero solo si es de dibujitos, eh –me sentía somnolienta por el alcohol de la discoteca, así que me apoyé en su pecho, el latido de su corazón nublando el sonido de fondo.

—¿De dibujitos? –repitió, un poco aturdido con mi gesto–. Suenas...bastante adorable cuando hablas así –me rodeó la espalda para darme calor, a pesar de que ya me había dejado su chaqueta de cuero, y el ambiente era utópicamente perfecto hasta que mi móvil comenzó a vibrar.

—¿Mamá? –estabilicé mi voz sin apartarme de él.

—Cariño, me han informado de que estás con Ito Kohaku. Creía que estabas en casa de tu amiga, pónmela al teléfono, quiero hablar con ella.

Mierda

—Mamá, ahora no puedo hablar... –

—Si te atreves a colgar habrán consecuencias –espetó, y por su tono sabía que me iba a castigar.

—Ari –Kohaku me llamó en un susurro, y le miré con pena. Cogió mi muñeca, acercándose el teléfono a pesar de que puse resistencia y le amenacé con no hacerlo–. ¿Señora So? Kohaku al habla –su cara se fue apagando conforme mi madre le gritaba, y no quise saber qué estaba escuchando. Hundí la cara en su pecho, a punto de llorar–. Soy perfectamente consciente de ello... Sí, Señora...

—Kohie, no tienes por qué darle explicaciones... –hice un amago de quitarle el teléfono, pero ciñó el brazo en mi cintura y me callé.

Era la misma mierda de siempre de mantener distancias con la competencia, cosa que tal vez consideraría en caso de que Kohaku no fuese mi mejor amigo.

Cuando colgó la llamada, ya había llegado un coche privado para devolverme a casa.

—¿Qué te ha dicho? –ver su mueca de amargura me hizo sentir fatal–. No le des importancia, sabes que no hay nada de dañino en nuestra amistad –le abracé más fuerte, y solo me devolvió el abrazo con pena–. Siento haber fastidiado la noche, Kohaku.

—No has jodido nada –apartó algunos mechones despeinados de mi pelo, y me obligué a no pensar en lo suave que se sentía su tacto–. Me lo he pasado muy bien perreando y vandalizando las calles contigo, como siempre –acarició mi cintura tímido, y noté el tenue latido de su corazón–. No es culpa de ninguno representar a dos compañías enemistadas –suspiró con pesadez, visiblemente afectado.

—Tienes razón –el puto coche pitó en mi búsqueda y me despedí a pesar de que no quería–. Buenas noches, Kohaku –envalentonada por el alcohol en sangre, me puse de puntillas y besé su mejilla–, a ver si descansas bien.

—B-Buenas noches...Areum –ocultó su cara severamente sonrojada, y le devolví la chaqueta al desaparecer dentro del coche.

Lo que ninguno de los dos sabía era que el Señor Takashi sonreía siniestramente desde su coche, aparcado al final de la oscura calle, con el registro de llamadas abierto e iluminando su cara.

Sugar, daddy

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