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2. Alejandro Magno

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La realidad de los viajes de Alejandro acaba de demostrarse de nuevo en las expediciones realizadas por Michael Wood (1997). Pero este núcleo histórico, realista, representado principalmente en las obras de Arriano y de Quinto Curcio Rufo, empezó a incrustarse, ya en la Antigüedad clásica, de elementos ficticios: la Res gestae Alexandri Magni de Quinto Curcio está ya bastante novelizada, y la obra más leída, la del Pseudo-Calístenes, es una biografía plenamente novelada.9 En el ingente número de libros medievales sobre Alejandro, igual que –a partir del siglo XI– en la iconografía medieval, se aumenta la ficción y se disminuye, relativamente, el elemento histórico.10 En lo que sigue voy a centrarme en las dos aventuras marítimas del Libro de Alexandre y en sus fuentes inmediatas.

El Alejandro histórico fue un overreacher (no hay palabra española equivalente), es decir, alguien de afán insaciable, alguien cuya ambición traspasa los límites de lo posible.11 El Alejandro de la literatura medieval, aún más: «La tu fiera cobdicia non te dexa folgar, / señor eres del mundo, non te puedes fartar,» dicen sus soldados.12 Inventan ambiciones absurdas para ilustrar su acusación: «Si meterte quisieres en las ondas del mar, / o en una foguera te quisieres afogar [...]» (2277ab), sin imaginarse que su rey vaya a acometer literalmente la primera de estas aventuras. Este discurso es mucho más tajante que lo que dice Cratero, en nombre de todos, en la fuente de este episodio, el Alexandreis de Gautier de Châtillon.13 Contesta Alejandro:

Non conto yo mi vida por años nin por días,

mas por buenas faziendas e por cavallerías;

non escrivió Omero en sus alegorías

los meses de Achiles mas sus barraganías.

Dizen las escripturas –yo leí el tratado–,

que siete son los mundos que Dïos ovo dado:

de los siete el uno apenas es domado,

por esto yo non conto que nada he ganado. (2288-2289; pp. 515-516)

Estas palabras revelan una ambición extraordinaria, ambición que se expresará de manera más específica:

Enbiónos Dios por esto en aquestas partidas:

por descobrir las cosas que yazen sofondidas [...] (2291ab; p. 516)

Los dos manuscritos principales ofrecen lecturas distintas de 2291b: «sofondidas» es la lectura del ms. P[arís], mientras que el ms. O[suna] lee «escondidas» (Alexandre 1934: 396-397 y 1979: 675). Las dos lecturas son sumamente interesantes. «Sofondidas», elegida tanto por Dana Arthur Nelson como por Jesús Cañas, significa «submergidas», presagiando por lo tanto la aventura submarina de Alejandro (es también posible que se refiera a las Antípodas, al otro lado del mundo y de todos los océanos). «Escondidas», en cambio, se refiere a las cosas secretas, y tal vez a los conocimientos prohibidos (cpse. Gen. 2:16-17 y Cacho Blecua 1994: 205-207).

La ambición de Alejandro se concreta en seguida:

Con todos vós a una queriéndome seguir,

buscaré los antípodes, quiérolos conquerir;

éstos están yus tierra, com’oyemos dezir,

mas yo non lo afirmo, ca cuido de mentir. (2293; p. 516)14

Este pasaje proviene del Alexandreis:

nihil insuperabile forti,

Antipodum penetrare sinus, aliamque videre

naturam accelero, mihi si tamen arma negatis,

non possunt mihi deesse manus [...]15

Empieza el viaje marítimo, pero pronto una tormenta pone en peligro a Alejandro y a sus navíos:

Fueron a poca d’ora en alta mar entrados,

andudieron grant tiempo radíos e errados;

eran los marineros fierament embargados,

ca non sabién guïar do non eran usados.

Como rafez se suelen los vientos demudar,

camióse el orage, ensañóse la mar;

enpeçaron las ondas a premir e alçar,

non las podiá el rey por armas amansar.

Quando ivan las naves más adentro entrando,

ívanse los peligros tanto más embargando;

«Señor» –dizián las gentes–, «tanto irás buscando

que lo que te dixiemos irlo as ensayando».16

Todos estos peligros non los podián domar,

non se querié por ellos repentir nin tornar;

fizo Dïos grant cosa en tal omne crïar,

que non lo podián ondas iradas espantar.

Passó muchas tempestas con su mala porfidia,

que las nuves avién e los vientos enbidia;

dizién los marineros cómol fincarié India,

a esta cosa mala que con las mares lidia.

Ulixes en diez años que andudo errado,

non vio más peligros nin fue más ensayado;

pero quando fue fecho e todo delivrado,

ixió como caboso el rey aventurado. (2299-2304; pp. 517-518)

El comienzo del viaje está en el Alexandreis (X. 1-5), pero la tormenta, no.17 Ésta –y posiblemente el comienzo del viaje (véase Michael 1970: 292)– proviene del Roman d’Alexandre.18

A pesar de su repetido énfasis sobre la ambición de explorar las Antípodas, el Alexandreis nos muestra tan sólo el comienzo del viaje, seguido de la visita de Natura a Satanás para conseguir la condenación de Alejandro y luego su asesinato. No es que Gautier de Châtillon haya olvidado lo de las Antípodas: sigue activo en la mente de Natura, aunque no se realiza en la acción del poema. Natura dice a Satanás, como parte de su alegato:

ni tibi caveris, istud

non sinet intactum chaos, Antipodumque recessus,

alteriusque volet naturae cernere solem [...]19

palabras que el poeta castellano amplía, como en las estrofas 1919-1921 (nota 14, supra), y asigna a Satanás, en su discurso a los otros diablos:

Non le cabe el mundo, nol puede abondar,

dizen que los Antípodes quiere venir buscar;

desent tiene asmado los infiernos proiciar,

a mí con todos vós en cadenas echar. (2440; p. 540)

Si el poeta del Libro de Alexandre quería demostrar dicha ambición, o algo parecido, tenía que inventar o buscar material en otra de sus fuentes, la Historia de preliis o el Roman d’Alexandre. Encuentra allí el famoso episodio de la exploración submarina de Alejandro, que ocupa las estrofas 2297-2323:20

Una fazaña suelen las gentes retraer,

–non yaze en escripto, es malo de creer–,

si es verdat o non, yo non y dé qué fer,

mager, non la quïero en olvido poner.

Dizién que por saber qué fazién los pescados,

cómo vivién los chicos entre los más granados,

fizo cuba de vidrio con muzos bien cerrados,

metióse él de dentro con dos de sus crïados.21

De este modo, la ambición atrevida, incluso pecaminosa, de explorar las Antípodas se ve desplazada hacia otra exploración marítima, igualmente atrevida e igualmente pecaminosa:

La Natura que cría todas las crïaturas,

las que son paladinas e las que son escuras,

tuvo que Alexandre dixo palabras duras,

que querié conquerir las secretas naturas.

Tovo la rica dueña que era sobjudgada,

que le querié toller la lëy condonada;

de su poder non fuera nunca deseredada,

sinon que Alexandre la avié aontada.

En las cosas secretas quiso él entender,

que nunca omne bivo las pudo ant saber;

quísolas Alexandre por fuerça conocer,

nunca mayor soberbia comidió Lucifer.

Aviéle Dïos dado regnos en su poder,

non se le fuerça ninguna defender,

querié saber los mares, los infiernos veer,

lo que non podié omne nunca acabecer.

Pesó al Crïador que crió la Natura,

ovo de Alexandre saña e grant rencura,

dixo: «Este lunático que non cata mesura,

yol tornaré el gozo todo en amargura.

Él sopo la sobervia de los peces judgar,

la que en sí tenié non la sopo asmar;

omne que tanto sabe judicios delivrar,

por qual juïcio dio, por tal deve passar». (2325-2330; pp. 521–522)

El verso 2328c, «los infiernos veer», recuerda 1920cd y 2440bc, donde el infierno se yuxtapone a las Antípodas. En 2328c, sin embargo, parece que «los infiernos» equivale a los Antípodas; parece que hay una relación metonímica. Es una cuestión de mucho interés que no se puede investigar dentro de los límites del presente artículo. Baste por ahora decir que el poeta del Libro de Alexandre toma del Alexandreis la idea de un Alejandro que demuestra su ambición desmesurada al proponerse la exploración y la conquista de las Antípodas, zona desconocida y –según la doctrina cristiana mayoritaria de la Edad Media– imposible de conocer, zona que representa los conocimientos prohibidos.22

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