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3. El Ulises de Dante

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El deseo de Alejandro de llegar a las Antípodas y «descobrir las cosas que yazen sofondidas» (2291b) presagia las palabras que, tres generaciones después y en conversación con Dante, otro overreacher famoso recordaría, palabras que había dirigido a los pocos marineros que le quedaban:

«O frati», dissi, «che per cento milia

perigli siete giunti a l’occidente,

a questa tanto picciola vigilia

d’i nostri sensi ch’è del rimanente

non vogliate negar l’esperïenza,

di retro al sol, del mondo sanza gente.

Considerate la vostra semenza:

fatti non foste a viver come bruti,

ma per seguir virtute e canoscenza.»23

Ulises logra persuadir a sus compañeros:

Li miei compagni fec’io sì aguti,

con questa orazion picciola, al camino,

che a pena poscia li avrei ritenuti;

e volta nostra poppa nel mattino,

de’ remi facemmo ali al folle volo, (vv. 121–125; 278)

Si la popa apunta hacia el oriente (v. 124), la proa tiene que apuntar hacia el occidente. Ulises incita a sus marineros a un viaje al extremo occidente, cuando habla de «l’esperïenza, / di retro al sol» (116–117).24 Phillip W. Damon nos recuerda que los viajes de Ulises en la Odisea se dirigían siempre hacia el oeste, y demuestra que «The lore of Ithaca, the western terminus of Ulysses’ wanderings, contains many subtle indications that it has been mythologically assimilated to the region of the sunset» (1965: 32). Sería muy natural, por lo tanto, que una prolongación de sus viajes, ya llegado a las Columnas de Hércules («quella foce stretta / dov’ Ercule segnò li suoi riguardi», 107-108), continuara en la misma dirección.

El verso siguiente, sin embargo, es inquietante. Dice Ulises que «de’ remi facemmo ali al folle volo». La transformación de remos en alas es, desde luego, una metáfora, y hay precedentes clásicos.25 Pero estas palabras recuerdan vagamente otras alas que realmente no lo son, y «folle volo» concreta este recuerdo: se trata de una alusión a la caída de Ícaro.26

Ulises ha incitado a sus compañeros a emprender un viaje hacia el oeste, pero su rumbo empieza a cambiar, «sempre acquistando dal lato mancino» (v. 126), es decir, cada vez más hacia el sur, hasta que es obvio que han pasado el ecuador:

Tutte le stelle già de l’altro polo

vedea la notte, e’l nostro tanto basso,

che non surgëa fuor del marin suolo. (127–129)

Ya no se dirigen al extremo oeste sino a las Antípodas. Durante cinco meses, todo va bien, y creen divisar el continente desconocido:27

Cinque volte racceso e tante casso

lo lume era di sotto da la luna,

poi che ’ntrati eravam ne l’alto passo,

quando n’apparve una montagna, bruna,

per la distanza, e parvemi alta tanto

quanto veduta non avea alcuna.

Noi ci allegrammo, (130–136)

pero la alegría no dura mucho tiempo:

e tosto tornò en pianto;

ché de la nova terra un turbo nacque

e percosse del legno il primo canto.

Tre volte il fe girar con tutte l’acque;

alla quarta levar la poppa in suso,

e la prora ire in giù, com’altrui piacque,

infin che’l mar fu sopra noi richiuso. (136–142)

Ulises y sus compañeros encuentran la misma muerte que, casi dos siglos después, mucha gente preveía para Cristóbal Colón. Es lo que estaba a punto de pasarle a Alejandro Magno, como ya hemos visto:

Como rafez se suelen los vientos demudar,

camióse el orage, ensañóse la mar;

enpeçaron las ondas a premir e alçar,

non las podiá el rey por armas amansar. (2299–2300)

¿Por qué mueren así Ulises y sus compañeros? Por la curiositas desmesurada, el deseo de «descobrir las cosas que yazen sofondidas», la obsesión por los conocimientos secretos, prohibidos («De ligno autem scientiae boni et mali ne comedas»).28 Pero Ulises no comparte sus tormentos infernales con sus marineros, sino con Diomedes, que no tiene nada que ver con el viaje fatal. El pecado que comparten Ulises y Diomedes es el de los malos consejeros, el de los fraudulentos. La reputación de Ulises en la Antigüedad clásica y la Edad Media es ambivalente. A causa de los engaños que comete en la Ilíada y la Odisea, tiene notoriedad de embustero. En la tradición alegórica, en cambio, goza de una reputación mucho más favorable: «That Ulysses represents Sapientia is a regular assumption of the mythographers, and the idea becomes a medieval commonplace [...]. The philosophers’ hero also becomes a Christian hero [...]. This highly favorable image of Ulysses persisted throughout the Middle Ages, most strikingly, perhaps, in the Ovide moralisé en prose» (Thompson 1974: 16n; véase también Freccero 1986: 136-151).

Dante, desde luego, cuenta en la tradición literaria con bastante apoyo para la condena de Ulises como falso consejero, castigado eternamente en las Malebolge, los círculos más bajos del Infierno. ¿Cuál es la conexión entre su castigo y la narración de su último viaje? ¿Qué tiene que ver el deseo de los conocimientos prohibidos con los falsos consejeros? Varios críticos creen que la exhortación de Ulises a conocer el extremo oeste es un ejemplo de consejo fraudulento; otros –tal vez, la mayoría– lo niegan, prefiriendo atribuir su condena a su papel en la toma de Troya.29 Ni la primera opinión ni la segunda me parecen satisfactorias, por razones distintas. La segunda creo que es imposible.30 Cuando los condenados narran a Dante y Virgilio historias de su vida y/o su muerte, la historia es íntimamente relacionada con el pecado por el cual el narrador fue condenado. Creer que Ulises es la única excepción a esta regla no sólo es poco probable (Damon 1965: 37); es inconcebible que Dante haya abandonado en un episodio un elemento esencial de la estructura intelectual de su poema.31 La primera opinión –que la exhortación a los marineros constituye el consejo falso– no es imposible. Al contrario, me parece correcta, pero de una forma distinta. Cuando Ulises incita a sus marineros a viajar hacia el oeste, resulta ser un mal consejo, incluso fatal, pero no sería un consejo fraudulento si se tratara realmente de un viaje hacia el oeste. Lo que sí es fraudulento es incitar a los marineros a poner sus vidas en peligro en una aventura cuando en efecto se trata de una aventura muy distinta. Ulises habla del último oeste, pero su ambición es la exploración de las Antípodas: la proa apunta hacia el oeste («volta nostra poppa nel mattino») pero, ya empezado el viaje, el navío va «sempre acquistando dal lato mancino», hasta que «Tutte le stelle già de l’altro polo / vedea la notte». Ha engañado –engañado fatalmente– a sus compañeros, y por eso arde eternamente en «quel foco che vien sì diviso / di sopra» (XXVI. 52–53).32

Maravillas, peregrinaciones y utopías

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