Читать книгу El mar de noche - Adela Sánchez Avelino - Страница 10

4.

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A la mañana siguiente, Beatriz le pide a Eduardo que retoque la pintura de la medianera y pinte la reja que da a la calle. Le dice que se arregle con las herramientas del cuartito del fondo y que compre la pintura por el barrio. Le da plata para eso.

Eduardo ordena el lugar y usa como cama un colchón viejo que encontró en el sótano. Quiere ayudar en lo que pueda y a la vez pasar lo más desapercibido posible. Beatriz, a la que le faltan ocho meses para jubilarse, está de vacaciones. Ronda por la casa arreglando el pequeño jardín, ordenando los placares, horneando bizcochuelos para sus nietas. Oscar, su marido, pasa el día entero en el garaje arreglando un viejo Torino. Está jubilado por sus problemas del corazón.

Cuando Beatriz se siente mal o sale con alguna amiga, Eduardo prepara algún guiso o bifes a la plancha. Se encarga de la limpieza de vidrios, techos y zonas de la casa que requieren esfuerzo. Está con ellos la mayor parte del tiempo, muy rara vez sale con amigos. Ella insiste en conocerlos pero él no los lleva. Un martes, Eduardo llega acompañado por un muchacho de su misma edad: el pelo largo enmarañado, su cuerpo despide un olor rancio. Se ríen fuerte y hacen bromas que Beatriz no entiende.

El invitado apaga las colillas apretándolas entre el dedo pulgar y el índice.

A mediados de Febrero, Beatriz empieza a ir al colegio a dar clases. Si está feo o llueve, Eduardo la lleva y la trae en el viejo Ford familiar. En el camino charlan: su sobrino la hace reír mucho. Comenta siempre algo gracioso de algún vecino y los imita a la perfección, copiando modismos y tics. Beatriz adora revolverle los rulos. Ahora él los lleva siempre limpios como a ella le gusta. También acompaña al tío Oscar en sus visitas frecuentes al médico. Lo ayuda en todo, le lleva las cosas al sillón que está frente a la tele, el lugar del dueño de casa.

El mar de noche

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