Читать книгу El mar de noche - Adela Sánchez Avelino - Страница 13

7.

Оглавление

Hace cinco años que su hija Teresa se casó en Canadá. Leo le cuenta que su noviazgo con Cintia va en serio y que cree que esta vez la pareja va a funcionar. Cintia se lleva bien con las nenas y tal vez se vayan a vivir juntos.

—A mi me parece buena chica, hijo.

Los años la tratan bien a Beatriz, su piel, aunque ligeramente arrugada, sigue siendo suave. Se mantiene activa. La pone contenta que su hijo piense en rehacer su vida. Ellos ya son grandes y Oscar está cada vez peor de salud.

Leo la observa con cariño. Están sentados en el fondo, en sillas de metal. Sobre la mesita, el mate y unos bizcochos caseros hechos por Beatriz. El sol de la tarde otoñal realza los reflejos dorados de la enredadera. El aire es liviano y fresco.

—¿Te conté, mamá, que Cintia quiere presentarle una amiga a Eduardo?

Viendo el gesto de Beatriz, continúa:

—¡A mí tampoco me convence! Eduardo me parece un poco aparato con las minas. Pero no quiero llevarle la contra a Cintia en esta pavada.

Ella se incorpora y se envuelve mejor con el saco.

—¿Y si te hace quedar mal? Eduardo nunca trajo una mujer acá.

—Por eso. De mujeres no habla nunca. A sus amigos, los nombra seguido. Cada tanto salen a tomar una cerveza.

Un recuerdo viene a la mente de Beatriz: una conversación con Eduardo. Habían hablado de Elsa, su madre, que murió de cáncer. Eduardo no pudo hacer frente a todo. El aporte de Elsa, que trabajaba por horas en casas de familia, era esencial. Él conseguía únicamente changas. Eso lo había obligado a irse a una pensión.

El mar de noche

Подняться наверх