Читать книгу El mar de noche - Adela Sánchez Avelino - Страница 17

11.

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Llega el esperado día del regreso de Teresa. Gran mesa familiar en el fondo. Es un domingo de primavera con sol. Los chicos gatean y corren por todos lados. Las nenas de Leo, ya grandecitas, los cuidan. El marido de Teresa pronuncia, con dificultad, algunas palabras en español. Beatriz se luce como anfitriona. Mira orgullosa a Eduardo, lo sienta a su derecha en la mesa.

—Mamá, está todo muy rico —dice Teresa. Observa a su alrededor y no puede más que aceptar que la casa tiene buen aspecto. Habla con acento. Respira hondo y continúa, mirando un punto perdido en el espacio.

—La casa está muy bien, so nice, pero es mucho trabajo para vos. Deberías venderla y ver qué hacer.

Beatriz se sobresalta.

—Hija, ¡por favor, no me vengas ahora con esa cantinela, que esto es un festejo por tu visita!

—Mamá, lo digo en serio, acá sola, no sé, quizás venir conmigo a Canadá a cuidar los chicos o vivir con Leo...

—Yo, en Canadá, ¿qué hago? Es hermoso, pero ese frío y sin entender nada. Hija por favor: ¡dejame disfrutar de la alegría de tenerlos acá y listo!

Beatriz se desespera al ver el rumbo que toma la conversación.

Leo frunce el ceño. Sale decididamente en defensa de su madre:

—Teresa, pará un poco, acabás de llegar y ya esto. ¿Te parece que da?

—¿Me preguntás si da? —inspira enfurecida—. ¿Tenés ese coraje? ¿Y con este tipo que hacemos? —en franca alusión a Eduardo. Continúa: —Pongamos en venta la casa y veamos qué hacer con mamá.

Beatriz deja la servilleta con violencia sobre la mesa y ante la mirada atónita de todos, grita:

—Desagradecida, ¿para eso venís? —golpea con la mano la mesa—. Tu madre está aquí presente. Se puede valer por sí misma. Hasta que no me agarre la chochera, vos: ¡chito! ¿Entendiste? ¡Cerrá el pico! —Y dirigiéndose a Eduardo: —Me voy de la mesa. Cuando mi hija entre en razón me llamás.

—Tranquila, tía —contesta él.

Los ojos de Teresa echan fuego.

El mar de noche

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