Читать книгу El mar de noche - Adela Sánchez Avelino - Страница 14

8.

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Penumbra, cuchicheos y música suave en el bar elegido por Leo. Del otro lado de la ventana, el viento mueve los árboles y la luz de la luna recorta sus siluetas contra el cielo. En la lejanía se adivina el río.

El brazo de Leo sobre los hombros de Cintia, de vestido negro, el cabello claro, reluciente, enmarcándole la cara.

Sentada al lado de Eduardo, Rosana, la amiga de Cintia, despreocupada, de musculosa, jeans ajustados y campera de cuero. Le cuenta a Eduardo que está separada y que tiene un hijo adolescente que la ignora. Para ella llegó el momento de rehacer su vida. Eduardo dice que está pasando por una mala época y que las cosas van a mejorar. Le habla con voz dulce. Se levantan de la mesa, salen y se acercan al río. La brisa despeina a Rosana. Eduardo le aparta el pelo de la cara y la besa muy cerca de los labios. Toman de la botella de cerveza que él lleva en la mano. Se ríen y con la música que se escucha a lo lejos, improvisan un baile. Cuando vuelven, hablan entre los cuatro. Eduardo y Rosana se van juntos en un taxi. Para Leo y Cintia todo salió bien.

Un par de días después de la cita, Beatriz no aguanta la curiosidad e intercepta a Leo. Él está sacando el auto para irse a trabajar. Le pregunta bajito:

—Y ¿cómo salió todo?

Leo piensa durante unos segundos.

—Con Cintia pensamos que había salido todo bien hasta que Rosana, la amiga, nos dijo que a Eduardo no lo quiere volver a ver nunca más.

El gesto de Leo nublado por el sueño es de desconcierto.

—¿Y por qué? ¿Pasó algo? Beatriz abre grande los ojos.

—Rosana no quiso contar nada, mamá. La verdad ni idea. Me voy corriendo porque llego tarde. —Leo se despide con un rápido beso y pone en marcha el auto.

Beatriz se queda pensativa. Regresa a la casa. Oscar cabecea en su sillón. Al costado en una mesita, restos del desayuno. Los médicos dijeron que le queda poco. Está deteriorado y ya no puede hacer sus cosas solo.

Ve a su sobrino afuera colocando unas luces nuevas en el fondo. Eduardo sabe arreglar muchas cosas. Un rato después, ella sale con el termo y el mate. Lo sigue.

Van tomando juntos mientras él trabaja. Cuando una nube cubre el sol, siente frío. Antes de que tenga tiempo de decir nada, ve que Eduardo viene corriendo, le trae su chal. La envuelve y le frota la espalda para que entre en calor.

El mar de noche

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