Читать книгу El mar de noche - Adela Sánchez Avelino - Страница 7

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Beatriz acaba de hablar con Rosa, su amiga, cuando el teléfono vuelve a sonar. Su figura, rellena, envuelta en el batón de entrecasa se recorta contra la luz que entra, generosa, por la ventana que da al fondo de la casa en Montecastro. Su cara es pequeña, de pájaro. Alcanza a manotear el pañuelo para secarse las gotas que le corren por la frente, las sienes y el cuello. Es una tarde calurosa de diciembre.

—Hola, ¿tía Beatriz?

La voz resulta vagamente familiar.

—¿Sí? —dice ella, con leve desconcierto.

—Soy Eduardo, tía. El hijo de Elsa. ¿Te acordás de mí?

Silencio. Sus mejillas son un fuego.

—Eh, Eduardo... pero... qué sorpresa... tanto tiempo...

—Sí, tía, no sé qué decirte, tengo ganas de verlos a vos y al tío.

—Pero claro, nosotros también —miente ella—. ¿Te venís a tomar unos mates un día de estos?

La asaltan unas ganas tremendas de cortar y olvidarse del tema. Se pregunta qué querrá Eduardo.

—¿Te parece que podría ir para Nochebuena a cenar? Llevo algo. ¿Postre?

A ella le suena ridículo pero no sabe decir que no. Con la garganta seca, le pide que traiga pollo —solo para decir algo— y se apura a cortar. No sabe cómo se lo va a explicar a su familia. Menos mal que Teresa está estudiando con la beca en Canadá y avisó que no puede venir.

—Mamá, ¿te volviste loca? —le pregunta Leo. El baño le queda chico. Frente al espejo, su figura maciza refleja sus ojos de niño somnoliento a pesar de que ya tiene treinta y un divorcio en su espalda.

—Llama cualquier pariente que hace mil no ves y lo invitás a cenar. ¿Y encima en Nochebuena? —dice casi gritando—. ¿Sabés al menos qué onda el flaco?

—Acababa de cortar con Rosa, hacía tanto calor. Me tomó por sorpresa. ¡Se invitó solo!

Leo, jeans gastados, medio cuerpo desnudo, la toalla al cuello, dice, agitando la maquinita de afeitar:

—Yo me quedo en el molde, pero la verdad es que me parece que esto es de locos.

El mar de noche

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