Читать книгу El mar de noche - Adela Sánchez Avelino - Страница 19

13.

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Una amiga la invita a pasar el mes de marzo a su departamento en Mar del Plata. Beatriz primero se niega, pero termina por aceptar. Llega el día, Eduardo la acompaña al micro. Cuando se alejan de la estación lo ve empequeñecerse en la distancia. Sabe que lo extrañará desde el minuto uno.

Regresa el 2 de Abril. Se siente como una colegiala, está rozagante. No avisó que llegaba. Quiere sorprender a Eduardo. Beatriz entra con su llave sin hacer ruido. Tropieza. En la penumbra no distingue bien. Los muebles son otros: el sofá de dos cuerpos y el sillón de la tele también, son nuevos, de diseño moderno.

El cielo se tiñe de rosa con las últimas luces del atardecer. Música. Risas provenientes del fondo. Cuatro hombres alrededor de la mesa, con restos de picada, levantan sus copas. Eduardo carraspea, propone un brindis:

—Amigos, quiero celebrar hoy con ustedes veinte años. Para ser más preciso veinte años y cinco días... —sonríe con satisfacción.

Silbidos, aplausos, palmadas en la espalda.

Cuando levanta la vista, entre las sombras, ve a su tía. La saluda con un gesto. Beatriz está confundida. Entre los amigos de Eduardo, distingue al del pelo enmarañado que trajo una vez a casa.

Le acercan un banquito de la cocina para que se siente, las sillas de jardín están ocupadas.

Siguen festejando cuando ella se retira a su dormitorio sin haber dicho una palabra.

Ya de madrugada, cuando todos se van, Eduardo levanta la mesa, lava, ordena el jardín, vuelve a poner todo en su lugar. Revisa que puertas y ventanas queden bien cerradas. Va al baño a cepillarse los dientes. Se mira en el espejo y se pasa la mano por la barba. Decide que está un poco crecida y desprolija. Anota mentalmente que debe pasarse la afeitadora la mañana siguiente. Se asoma a la habitación.

La puerta entornada deja ver la curvatura del cuello y un hombro de Beatriz. El fino bretel blanco del camisón resalta la piel pecosa y bronceada.

El mar de noche

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