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Repercusiones de la evolución de la idea del progreso

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Más allá del movimiento ilustrado y de las revoluciones políticas, la Revolución Industrial desencadenará de manera impactante la expansión global del capitalismo moderno. Como parte del panorama de cambios políticos y epistemológicos que se heredan del siglo XVIII en países como Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Alemania, el capitalismo adherido a la idea del progreso cobra un carácter teleológico. Por supuesto, al persistir las ideas progresistas de la Ilustración en una sociedad transformada por el comercio industrializado y el biopoder ejercido por el Estado, se desarrollan como consecuencia nuevas teorías con respecto a la clase civil afectada por éstos. Marx y Friedrich Engels están entre los primeros. Identifican nuevas condiciones humillantes para el ser humano, encarnado en el proletario. No obstante, Marx cree que con el despliegue de la historia, las sucesivas e inevitables manifestaciones del progreso devendrán en el triunfo del proletariado. Al respecto Josetxo Beriain comenta, centrándose en la figura de Marx, que éste era “un premilenarista, esperando a que el Ángel de la Muerte descienda sobre el podrido mundo capitalista, lleno de injusticia, y así lo expresa en el Manifiesto Comunista” (89). Otras figuras en las que prima la huella epistemológica del progreso son los pensadores positivistas Augusto Comte y Herbert Spencer. Éstos ven en la sociedad industrial, en la división del trabajo y en la ciencia un indicio irrefutable del progreso. En el Discurso sobre el espíritu positivo (1844), por ejemplo, Comte manifiesta que

resulta, y todavía con mayor evidencia, en cuanto al progreso, que, a pesar de vanas pretensiones ontológicas, encuentra hoy, en el conjunto de los estudios científicos, su más indiscutible manifestación. Según su naturaleza absoluta y, por tanto, esencialmente inmóvil, la metafísica y la teología no podrían experimentar, apenas una más que otra, un verdadero progreso, es decir, un avance continuo hacia un fin determinado … (77)

Comte, como Marx, identifica en la “vida industrial” un binomio de dos clases: los empresarios y los operarios (47), mientras que para el segundo son la burguesía ←32 | 33→y el proletariado. Marx reconoce en esta división una clase explotadora y otra explotada, en cambio el fundador del positivismo ve la relación dándose “espontáneamente”, es decir, cada clase está de acuerdo con su posición en la nueva configuración social (109). En Los primeros principios (1862), Spencer se hace eco de Comte al ver el progreso sucediendo en el avance cada vez mayor “de lo homogéneo á lo heterogéneo, en la organización industrial de la sociedad” (305). En esto Beriain identifica “[e];l mayor mito que ha producido la modernidad que surge en Europa, a partir del siglo XVIII”, el cual “se apoya en la convicción de que la ciencia permite a la humanidad hacerse cargo de su destino, como lo habían puesto de manifiesto los primeros sociólogos ‘modernizadores’, Saint Simón, Comte y Spencer” (3). Pese al optimismo investido en la idea del progreso, ya sea desde Hegel, Marx, Comte o Spencer, se reconoce en ésta, en su “avance mecánico hacia la perfección” (Todorov 21), una estructura antagónica a la humanidad que se expresa tanto a nivel colectivo como individual.

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