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El concepto de Bildung ante la creciente colonización del mundo de la vida

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En su momento, Wilhelm von Humboldt pensó que la relación entre Bildung, la formación del sujeto y la sociedad o el estado se podía dar de una forma armoniosa. De hecho, a nivel teórico, preparó el terreno para la Universidad de Berlín (1810) con la idea de que se podía diseminar la libertad y la máxima formación posible del individuo por medio de la educación masiva (Castle 45). Sin embargo, Humboldt llegará a ver que esto era “un ideal inalcanzable” (45).64 Es decir, la Universidad de Berlín no era inmune al creciente “control estatal de las instituciones sociales” y a la “racionalización de las funciones burocráticas”, lo que dejó “el ideal humboldtiano de Bildung para ocupar un punto medio excluido” (46).65 No obstante, la concepción humboldtiana de Bildung llega a sobrevivir en el mundo angloparlante a través de John Stuart Mill. Y ésta se recupera en los Bildungsromane de los escritores modernistas de la Europa anglófona. Gregory Castle establece que los Bildungsromane de estos escritores “pusieron de manifiesto un proceso de Bildung que se remonta al modo clásico, en el que el objetivo es la cultura interior, pero que también inevitablemente enfrenta la imposibilidad de una conciencia unificada y armoniosa o una relación unificada y armoniosa con el mundo social” (66).66 Como señala Castle, lo que hacen escritores como James Joyce y Virginia Woolf en los primeros decenios del siglo XX se asemeja a lo que ←39 | 40→pretende hacer décadas después el pensador principal de la Escuela de Fráncfort, Theodor Adorno:

Si el Bildungsroman modernista alberga en su interior un retroceso conceptual en su adopción de la Bildung clásica, es del tipo que Adorno describe en su teoría de la dialéctica negativa … Procurando evitar lo que él percibe como las tendencias totalizantes de la dialéctica hegeliana, Adorno insiste en el poder crítico de la contradicción y la no identidad dentro de la dialéctica. Una contradicción no resuelta …, que está siempre presente en Hegel, no es lo mismo que la identidad en cuanto contradicción, que es, de hecho, lo que Adorno busca en la Dialéctica negativa … (64)67

Citando a Fredric Jameson, Castle asevera que en la obra de los escritores modernistas “la ‘vocación por el cambio estético’ se manifiesta como un deseo ‘negativo’ de autoformación que abarca la desunión y la desarmonía; es un modo de conciencia estética que utiliza la subjetividad como su objeto pero no para despersonalizarla” (66).68 La tendencia en el siglo XX de narrar en términos más subjetivos revela la insostenibilidad de la unidad, de una conciencia unificada y armoniosa tanto como la de establecer una relación unificada y armoniosa con un mundo social autoidéntico. Haciéndose eco de Emmanuel Levinas, se puede leer este gesto de acuerdo con lo que plantea Enrique Dussel, a saber: encubrir la otredad en términos de lo mismo (10). En resumen, la afirmación de la identidad como contradicción identificada por Castle en los modernistas anglófonos refleja a nivel narrativo “un comportamiento que intenta hacer vivible lo invivible” en la modernidad capitalista (Echeverría, “El ethos barroco” 18).

Como implica la dialéctica negativa de Adorno a la que se refiere Castle, ésta se opone a la tradición hegeliana –aportación importante a la noción del progreso– en que la existencia se constituye sintetizando opuestos en el camino hacia lo absoluto. Adorno deconstruye la tendencia a entender la realidad a partir de una identificación en la que los elementos opuestos se intentan resolver por medio de una racionalización unificadora. En su dialéctica negativa propone que se debe pensar a partir de la contradicción. Afirma que “[l];a dialéctica como procedimiento significa pensar en contradicciones a causa de la contradicción experimentada en la cosa y en contra de ella. Siendo contradicción en la realidad, es también contradicción a la realidad” (148). Pero la reducción de lo otro a lo mismo no sólo se da a partir de la expansión del capitalismo moderno, sino también desde la colonización del Nuevo Mundo. En su libro Escribir en el aire (1994), Antonio Cornejo Polar comenta el intercambio ocurrido en 1532 entre el Inca Atahuallpa y el padre Vicente Valverde en el que el primero rechaza la Biblia que le ofrece el ←40 | 41→segundo, lo cual “constituye … el comienzo más visible de la heterogeneidad que caracteriza, desde entonces y hasta hoy, la producción literaria peruana, andina y –en buena parte– latinoamericana” (21). Éste es un encuentro importante para entender a “la figura del otro” como una “fuerza desestabilizante” (23). Y si es una fuerza desestabilizante, es porque, para usar las palabras de Georges Bataille, hay un esfuerzo homogeneizador, como el evangelizador en el Nuevo Mundo, que “delimita” lo heterogéneo “por exclusión” (143). De manera que la síntesis absoluta es, de hecho, imposible, pues lo heterogéneo concierne “elementos imposibles de asimilar” (143). Con todo eso, el proceso homogeneizador continúa, pero cuando emerge aquello, como lo real lacaniano, que se pensaba excluido o asimilado, remece los cimientos de lo social. Así ocurre en la modernidad capitalista, mientras que de los cuatro ethos el barroco es el único que mantiene rasgos del contacto con lo heterogéneo que vinculaba a las sociedades “premodernas” en la forma de un dios, una creencia religiosa, un rito, etcétera. El ethos barroco no se desvincula de ese contacto, sino que más bien lo revive, hasta cierto punto, en sus formas:

El barroco parece constituido por una voluntad de forma que está atrapada entre dos tendencias contrapuestas respecto del conjunto de posibilidades clásicas, es decir, “naturales” o espontáneas, de dar forma a la vida … y que está además empeñada en el esfuerzo trágico, incluso absurdo, de conciliarlas mediante un replanteamiento de ese conjunto a la vez como diferente y como idéntico a sí mismo. La técnica barroca de conformación del material parte de un respeto incondicional del canon clásico o tradicional …, se desencanta por las insuficiencias del mismo frente a la nueva sustancia vital a la que debe formar y apuesta a la posibilidad de que la retroacción de ésta sobre él sea la que restaure su vigencia; de que lo antiguo se reencuentre justamente en su contrario, en lo moderno. (La modernidad de lo barroco 44)

Se mantiene que este elemento del vínculo social es esencial para la reproducción de lo que Echeverría llama la “ ‘forma natural’ del mundo de la vida” (39). Partiendo de Marx, Bolívar Echeverría define la forma natural de la vida social o mundo de la vida –análoga a la Lebenswelt husserliana–,69 afirmada por el ethos barroco, como “la entrada en una historia en la que el ser humano viviría él mismo su propio drama y no, como ahora, un drama ajeno que lo sacrifica día a día y lo encamina, sin que él pueda intervenir para nada, a la destrucción” (“El ‘valor de uso’ ” 196–197). Pero en la modernidad capitalista actualizar, encarnar de algún modo esa forma natural es recordar, plantear una relación con las cosas del mundo completamente distinta. No obstante, la modernidad capitalista se ←41 | 42→empecina en su camino del progreso, de reducir lo que le es otro a su mismidad multiforme en un proceso de subsunción generalizado por medio de los subsistemas que terminan de socavar la forma natural de la vida social, aquel objeto perdido de Werther.

Con esto en mente, la desarmonía reflejada en novelas modernistas como A Portrait of the Artist as a Young Man (1916) de Joyce y Mrs. Dalloway (1925) de Woolf no sólo muestra el antagonismo entre el sujeto y un mundo más racionalizado, legado de un pensamiento teleológico que deviene en cientificismo a partir del positivismo, sino que abre una sutura por la que emerge lo que le es heterogéneo a la modernidad capitalista. Estas obras calificadas de Bildungsromane por Castle se destacan en el sentido de que reflejan el desarrollo de los protagonistas de una manera más fragmentada y menos diacrónica, algo que las diferencia de sus precursores del mismo género. Además, la vuelta a la cultura interior es una muestra de las tensiones entre una modernidad (capitalista) totalizadora y la humanidad que se ve afectada por su avance racionalizador. La técnica literaria de la fragmentación que utilizan estos escritores coincide con los avances filosóficos de fines del siglo XIX y principios del XX, entre los cuales se destacan los de Henri Bergson.

Como ya se ha aludido, Bergson (como Husserl unos años después y luego Adorno) mostró una preocupación por los adelantos científicos de la modernidad. Su concepción del tiempo se resiste a la racionalización científica aplicada a la vida. Para Bergson, hay dos maneras de entender el tiempo: la primera la denomina durée, la cual es el tiempo real, experimentado internamente; la segunda es el tiempo entendido espacialmente, como algo que se puede dividir en segmentos, es decir, en días, en meses, en años, etcétera. Bergson afirma en Ensayo sobre los datos inmediatos de la conciencia (1889) que

el tiempo no es una línea por la que se vuelve a pasar. Ciertamente, una vez que ha transcurrido, podemos representarnos sus momentos sucesivos como exteriores unos a otros y pensar así en una línea que atraviesa el espacio; mas quedará sobrentendido que esta línea simboliza, no el tiempo que transcurre, sino el tiempo transcurrido. (129)

El tiempo no se deposita en el espacio. En las palabras de Mary Ann Gillies: “el tiempo real es aquél en que viven las personas; es cualitativo, no cuantitativo” (12).70 Esta nueva concepción del tiempo, producto de y reacción a la sociedad industrial, se puede observar en Joyce y Woolf. En términos literarios, la prolongación del Bildungsroman como género se puede justificar, en parte, partiendo de esta nueva formulación del tiempo, puesto que la evolución de un sujeto no tiene ←42 | 43→que expresarse de forma diacrónica. El desarrollo gradual del sujeto o personaje puede proyectarse a través de la memoria, aunque sea de un modo fragmentado. Según Gillies, “la memoria es el puente entre las percepciones de un suceso u objeto y el recuerdo de éste” (16).71 Relacionando las ideas de Bergson con Joyce, Gillies establece que

en A Portrait of the Artist as a Young Man, Joyce realiza su primer ataque frontal a la novela convencional. Sus principales desviaciones consisten en la estructura narrativa de la obra, que es un conjunto variado de epifanías, y la caracterización de Stephen Daedelus. Curiosamente, Joyce decide atacar las convenciones de la novela desde dentro de una de sus formas más tradicionales, el Bildungsroman … Por ejemplo, en Portrait no hay un intento de proporcionar al lector un recuento cronológico bien definido de la formación de Stephen. En cambio, uno es sumergido en varios momentos de su vida … Los lectores, inmersos en la durée del personaje principal, ven desarrollarse la conciencia de Stephen frente a ellos. Así, el mundo exterior es entendido sólo en términos del interior; la realidad se vuelve dependiente de la comprensión del mundo interior del yo. (140–141)72

¿Cómo se relaciona todo esto con el Bildungsroman escrito en español? Puesto que en este trabajo se utilizará este género literario como herramienta de revaluación y crítica de la modernidad dominante, es preciso recalcar antes el puesto simbólico atribuido a América Latina dentro de la historia de la modernidad capitalista. Al revaluar la posición ocupada por Latinoamérica en el contexto de la modernidad actualmente dominante, Sarah A. Radcliffe procura desmentir la idea de esta región como “un recién llegado subordinado y periférico al espectáculo de la modernidad” (21).73 Entre el Bildungsroman que emerge dentro de la corriente alemana de la Ilustración y los Bildungsromane del modernismo anglófono de principios del siglo XX que manifiestan una resistencia al rumbo que llega a tomar la modernidad surgida en el noroeste de Europa, los Bildungsromane escritos en español entroncan más con la segunda vertiente, adhiriéndose a una mirada crítica de la colonización del mundo de la vida por parte del capitalismo moderno. Parte del efecto de asimilar la idea delimitadora de la modernidad como progreso que se logra por medio de la industrialización (modernización) es una reacción a aquélla, la cual se observa ya a partir de la literatura modernista y vanguardista en lengua española.

En lo que respecta a la novela en términos generales, los desafíos simbólicos a la modernidad como fenómeno que coloniza el mundo de la vida se dan a conocer en los países donde ésta predomina, como es el caso de los Bildungsromane anglófonos. Esto no quiere decir, como ya se ha aludido, que una reacción contraria ←43 | 44→a la modernidad capitalista no se produjo en países en que ésta representaba un fenómeno filtrado desde afuera. Octavio Paz señala esto con respecto a la poesía producida tanto en los países occidentales dominantes como en los del Occidente hispano en Los hijos del limo (1974). En el estudio que elabora sobre la poesía moderna, Paz establece que

[a]; despecho de las diferencias de lenguas y culturas nacionales, la poesía moderna de Occidente es una. Apenas si vale la pena aclarar que el término Occidente abarca también a las tradiciones poéticas angloamericanas y latinoamericanas (en sus tres ramas: la española, la portuguesa y la francesa) … Desde su origen la poesía moderna ha sido una reacción frente, hacia y contra la modernidad … (10)

Los movimientos que señala Paz y entre los cuales observa cierta unidad son el romanticismo inglés y alemán, el simbolismo francés, el modernismo hispanoamericano y las vanguardias del siglo XX (10). Si bien el texto referido se centra en el género poético, la misma actitud de “reacción frente, hacia y contra la modernidad” se halla también en otros géneros como el ensayo: por ejemplo, Ariel (1900) de José Enrique Rodó. De modo que desde fines del siglo XIX, se empieza a generar en América Latina una reacción crítica a la modernidad en su fase capitalista. Pero es en los años 60 del siglo XX que se perfila en los países de la región un fenómeno evocador de los Bildungsromane anglosajones en lo que atañe a la modernidad capitalista. Y no parece ser casualidad que ocurra en un momento, mediando el siglo XX, en que América Latina atraviesa un proceso de acelerada modernización. Este fenómeno se destaca en Latinoamérica con las novelas del boom y las de la onda en México. Empero, será en la narrativa de “la onda” en que aparece el fenómeno cultural del rock representado como un medio de educación estética y de inconformidad con lo establecido para el protagonista del Bildungsroman latinoamericano y como un prisma por el que se revalúa y revalora la potencia histórico-cultural de la Lebenswelt latinoamericana, otra manera de ser moderno.

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