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Cuidados de nuestro sistema capilar

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Pocas personas saben que la red de capilares sanguíneos presentes en el cuerpo humano asciende a unos 100 millones de metros, lo que representa dos veces y medio el perímetro ecuatorial de la Tierra si colocáramos todos estos vasos sanguíneos, finos como cabellos, en línea recta, uno detrás de otro. Este cálculo, realizado por científicos, nos muestra una de las muchas maravillas que el Creador ha realizado en nuestro cuerpo. Debemos conocer no solo la estructura de estos finos capilares, sino también qué funciones desempeñan en nuestro cuerpo. En el ámbito del sistema capilar se produce la eliminación de residuos metabólicos, incluido el dióxido de carbono, en el sistema sanguíneo venoso, así como otras muchas funciones, unas conocidas y otras todavía no.

Los fallos en el estilo de vida y en la alimentación pueden perjudicar gravemente nuestro cuerpo, incluido el sistema capilar sanguíneo. Una dieta errónea, productora de ácido úrico, con demasiada carne y huevos en lugar de hortalizas y frutas, ensancha y degenera los capilares sanguíneos de tal modo que estos se pueden observar perfectamente en una fotografía. Los capilares sanguíneos dilatados tienen un aspecto parecido al de pequeñas varices. También un consumo elevado de bebidas alcohólicas daña y dilata los capilares sanguíneos. Los productos químicos que tomamos, por ejemplo, a través de los medicamentos, así como la nicotina, alteran y dañan los vasos capilares, perjudican la nutrición de las células, trastornando con ello todo el metabolismo celular. ¿De qué nos sirve la maravillosa y sorprendente obra maestra que es nuestro cuerpo si la estropeamos con errores alimentarios o un estilo de vida demasiado sedentario y sin favorecer una buena respiración? Los trastornos del sistema capilar afectan tanto a las células musculares como a las nerviosas, las cuales no se nutren lo suficiente, lo que les produce un rápido aletargamiento, degeneración y envejecimiento. Estaría bien que esto se supiera ya en la juventud y se actuara en consecuencia. Si solo llegamos a percibir este hecho cuando ya hemos alcanzado una cierta edad nos va a servir de poco, como a la persona que ha dilapidado sus bienes en sus años jóvenes y al alcanzar la senectud vive una situación apurada y piensa en vano, con tristeza y dolor, en la abundancia de la que gozó en tiempos pasados. De forma muy gráfica podemos comparar la juventud con los siete años de vacas gordas que en tiempos pasados gozaron en el antiguo Egipto. Debemos comportarnos de forma prudente, como lo fue por aquel entonces José, para poder gozar de las reservas guardadas en los años de vacas flacas. La mejor manera de favorecer nuestro sistema vascular sanguíneo es seguir un modo de vida natural y sano.

El pequeño doctor

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