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Funciones de la circulación sanguínea

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Para entender mejor y comprender en su totalidad y de forma gráfica la función del sistema circulatorio sanguíneo, podemos imaginarnos un tren correo que viaja de Basilea a Lugano, ida y vuelta. Siguiendo fielmente el horario de trenes, durante la ida deberá parar en cada estación y descargar en ella el correo correspondiente, mientras que, en la vuelta, tendrá que ir de estación en estación. Pensemos en el trastorno que se produciría si no se pudiera cumplir el horario de trenes. En cada estación veríamos al encargado del correo moverse de aquí para allá, muy intranquilo, esperando ansiosamente el tren que no llega, mientras que, tras su ventanilla, tiene que consolar a los clientes que llevan un tiempo esperando en vano la llegada del tren correo. Estos relativamente pequeños desajustes pueden llegar a producir retrasos indeseados y enfados, por lo que afectan al normal desarrollo de la vida económica del lugar.

Algo parecido sucede con las funciones del sistema circulatorio sanguíneo. Basta comparar el tren de ida con el sistema arterial que ha de aportar su mercancía a todas las células del cuerpo para que pueda desarrollarse de un modo normal la vida económica de miles de millones de células presentes en nuestro organismo. Todo el abastecimiento de materiales, minerales, vitaminas, fermentos, aminoácidos para la formación de proteínas, azúcares y bolitas de grasa, incluido el oxígeno, puede considerarse, en cierto modo, como mercancías que el sistema arterial debe transportar diariamente para que accedan a las células que las necesitan.

Cada célula actúa como un pequeño taller que necesita de materia prima para la construcción, así como abastecimiento de materiales. Solo entonces, cuando disponga de todo lo necesario para sus procesos vitales, podrá realizar un trabajo fiable y maravilloso. Todo déficit en las cantidades necesarias y en la calidad de la materia prima fuerza a las células a buscar soluciones de urgencia para salir del apuro. Solamente en condiciones extremas las células empezarán a fallar en sus trabajos. Nunca es la célula la responsable de estas inconveniencias, ya que se defiende tanto como puede para actuar bien, y solo en condiciones muy apuradas empieza a fallar.

Por todo ello, constituye un deber insustituible ocuparse de que el tren correo de nuestro sistema arterial pueda mantener su horario de la vida, activando nuestra circulación con ejercicio físico y con una buena respiración. Así mismo, debemos vigilar que toda la materia prima necesaria se halle presente en cantidad suficiente para que los laboratorios del estado celular puedan realizar su maravilloso trabajo según el plan y programa divino. De este modo, sacaremos el máximo provecho de todo lo que este pequeño estado celular puede hacer por nosotros.

Pero esto es solo una parte de su trabajo, ya que no solo se debe considerar el aporte, pues en toda fábrica, como sucede en nuestro cuerpo, se producen también residuos, sobre todo los resultantes de los procesos de combustión. Los residuos originados deben ser eliminados cuanto antes si no queremos que empiecen a producirse estancamientos y atascos y que con ello se vea afectado el buen funcionamiento. El tren correo de regreso equivale a nuestro sistema venoso. Este se encarga de transportar a las vías de eliminación todos los residuos producidos por los procesos de combustión y toxinas resultantes, como dióxido de carbono y ácido úrico, además de otros ácidos y productos de deshecho. En parte son transformados por el hígado y eliminados del cuerpo por la acción de los riñones. Si este transporte se estanca van a surgir problemas, ya que van llegando nuevos residuos que agravan la situación y se producen estancamientos y un aumento de la presión. De este modo se producen descarrilamientos, y las mercancías transportadas quedan retenidas en vías muertas, lo que en nuestro cuerpo equivale a la formación de las temidas varices.

El pequeño doctor

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