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1.4 Producciones cognitivo constructivistas sobre casos de Síndrome de Down

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Ángel Rivière, María Ángeles García Nogales y María Núñez han realizado una investigación acerca de Teoría de la mente en síndrome de Down: Una revaluación de la hipótesis de la “normalidad mentalista (2003). Los autores señalaron que las investigaciones dedicadas al estudio de las competencias de Teoría de la Mente (TM) en niños con Síndrome de Down (SD) eran escasas. Sin embargo, estaría aceptado por la comunidad científica que el desarrollo de esta función, seguiría el desarrollo cognitivo propio de la edad mental del sujeto. Este fue el supuesto que los autores aspiraban a investigar, ampliando o descartando el apoyo empírico que lo sustentara.

No sólo se planeó investigar cuántos niños resolvían la tarea de falsa creencia sino también explorar cómo era el curso de su desarrollo y si esto se daba de manera similar en los niños con desarrollo normal. La muestra contó con 49 sujetos agrupados de acuerdo con sus edades cronológicas. Se formaron tres grupos de cuatro, cinco y seis - siete años. Se les administró la tarea de falsa creencia del cambio inesperado, la tarea de falsa creencia del recipiente engañoso y la tarea de la fotografía falsa.

El rendimiento de los niños con Síndrome de Down (SD) indicó dificultades para atribuir creencias falsas a los demás. Los resultados señalaron que los niños con SD tenían dificultades para representar estados mentales. A pesar de las limitaciones que los investigadores reconocieron de este estudio, los resultados obtenidos inducirían a revisar la idea de “normalidad mentalista” en SD. Por otra parte, se abría la posibilidad de que se pusieran en marcha nuevas investigaciones, en el caso de que aparecieran nuevos datos que confirmaran que los niños con SD presentaran dificultades en el desarrollo de TM, no explicables por su retraso cognitivo general.

Por su parte, Molina Cobos y Amador Castro, catedráticos del Departamento Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológicos, Facultad de Psicología, Universidad de Almería, publicaron en el International Journal of Psychology & Psychology Therapy, en 2010, una investigación acerca de Theory of mind in young people with Down’s Syndrome.

En el apartado de discusión general de los resultados y conclusiones de su estudio, mencionan la escasez de trabajos de investigación de SD en comparación con la amplia bibliografía sobre autismo. Se concluyó que los niños con SD se acercan más a las habilidades de los niños normales que a las dificultades presentadas por niños autistas.

Se trabajó con una muestra de personas entre los 5 y los 35 años de edad, todos ellos con retraso generalizado del desarrollo. Se implementaron dos estudios, en el primero se comprobó que los niños con SD muestran dificultades en la resolución de tareas de TM vinculadas a competencias sociales en la comprensión, explicación y predicción de su comportamiento y el de los otros. Sin embargo, el segundo estudio muestra que esta dificultad puede ser superada habiendo recibido una formación previa.

En el segundo estudio, la experiencia de observar al otro, permite que algunos participantes puedan ponerse en el lugar del otro y responder acerca de sus preferencias. El tipo de narraciones que hacen en estos casos están relacionadas con la atribución de estados mentales, en este caso preferencias de otros, indicador esencial de TM. Queda pendiente comprobar el reconocimiento de la mente del otro en situaciones concretas, sin formación previa.

La investigación realizada por los Doctores A. Perinat y J. L. Lalueza, sobre Síndrome de Down, representó un aporte de importancia para esta investigación. A. Perinat es catedrático de Psicología Evolutiva de la Universidad Autónoma de Barcelona, Doctor en Sociología por la Universidad Paris-Sorbonne y se ha formado además como investigador en las Universidades de California (San Diego) y Edimburgo. J. L. Lalueza es Profesor titular de la Universitat Autónoma de Barcelona. Departamento de Psicología de la Educación. Área de Psicología Evolutiva y de la Educación. Coordinador del grupo de investigación en Desarrollo Humano, Intervención Social e Interculturalidad (DEHISI).

Ambos realizaron la investigación, que apareció publicada en la revista Infancia y Aprendizaje (1994), Desarrollo de los significados compartidos en el juego entre adultos y niños con síndrome de Down. El hallazgo de este trabajo se constituyó en un referente de confirmación para el proceso de análisis llevado a cabo en esta investigación, en el tema simbolización, a pesar de las diferencias epistemológicas entre desarrollo psicogenético y sociogenético.

Este estudio se orientó en el camino de la escuela de Ginebra sobre la emergencia del comportamiento simbólico, describiendo los cambios estructurales del juego en los dos primeros años de vida. A diferencia de aquellas investigaciones, se realizó el estudio del juego interactivo, en el marco de la intersubjetividad entre el niño y el adulto. Para los autores, el juego interactivo permite que el niño elabore significados de los objetos y de las operaciones concretas así como abriría el camino de su socialización. El estudio de este marco interactivo resultó un instrumento valioso para predecir el desarrollo social, tanto en niños afectados de retraso como en niños normales (ND).

La muestra de esta investigación estuvo constituida por cinco niños SD y otros cinco ND, estudiados durante un año y medio, en juego interactivo. Participaban en el encuentro un entrevistador, una monitora y la madre. Las entrevistas se realizaron en la casa de los niños, en el comedor, donde había espacio suficiente y fueron filmadas cuidando que no hubiera iluminación artificial y que no estuvieran a la vista los juguetes de los niños.

Los resultados y conclusiones que se relacionaron específicamente al tema de esta tesis son aquellos referidos a los niños SD.

 En los niños SD, las formaciones simbólicas aparecían mucho antes que los primeros enunciados lingüísticos.

 Las madres de niños SD insistieron más en los componentes instrumentales de la acción en detrimento de los objetivos y contenidos de la actividad. Se ocupaban más de la habilidad para realizar acciones que en el desarrollo de argumentos del tipo hacer “como si”.

 En la mayoría de los casos los adultos no esperaban a que los niños SD terminaran la secuencia de acciones. Posiblemente debido a su torpeza motriz, los adultos no captaban el objetivo que el niño perseguía y era probable que se interrumpiera la actividad o se la sustituyera por otra.

 Los niños SD ejecutaban planes de acción complejos aunque con evidentes dificultades motoras. Esta dificultad obstaculizaba la construcción de un marco intersubjetivo donde se acordaran los significados.

 Los déficits de acción sobre los objetos tuvieron dos consecuencias. El niño SD podía llegar a percibirse a sí mismo a través de las respuestas del otro, con menores habilidades para modificar el medio. Por otro lado, las dificultades de la coordinación motriz y la lentitud de sus ejecuciones dificultaban la inteligibilidad de sus acciones y por lo tanto recibían una retroalimentación más pobre.

 En la medida en que eran sujetos empáticos, y con habilidades notables en la comunicación emocional, la intersubjetividad primaria (Trevarthen, 1982) se desenvolvían sin dificultades. Estaban menos motivados para la cooperación material porque las dificultades motrices manifestadas en lo que hacían, condicionaban que la comunicación con los otros se hiciera más difícil.

 Las dificultades con las acciones hacían que los niños SD pusieran sus esquemas de acción al servicio de la comunicación interpersonal en detrimento de la modificación del medio. Sus acciones sobre el medio estaban más orientadas a captar la atención y aprobación del adulto, que a modificar el entorno.

 Los componentes enunciativos de las acciones, en lugar de evolucionar hacia el lenguaje —que ampliaría y complejizaría el desarrollo mental— derivarían hacia componentes ritualizados, tendientes a mantener el contacto interpersonal sin poder ser internalizados en el espacio mental.

 Los esfuerzos de los adultos dedicados a que los niños SD hicieran uso correcto de los objetos introducían una confusión entre medios y fines de las acciones. Esto llevaba a que el niño SD hiciera aprendizajes imitativos, con escasa comprensión de relaciones. La directividad de los adultos, iba generalmente acompañada de falta de sensibilidad y adecuación a las intenciones del niño.

 La derivación de las experiencias de aprendizaje en adiestramientos, terminaba por empobrecer y afectar las posibilidades de desarrollo de sus competencias cognitivas y comunicativas.

 En cuanto a las implicaciones terapéuticas, los investigadores concluyeron que si la finalidad era la integración de niños en su entorno social y el aprovechamiento y desarrollo de sus capacidades cognitivas y comunicacionales, las intervenciones deberían basarse en un estilo más lúdico que en el adiestramiento de las habilidades.

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