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2. La lengua oral: la conversación y el diálogo
ОглавлениеLa dimensión oral supone, primordialmente, diálogo, es decir, una conversación entre interlocutores, cuyo intercambio tiene como referencia la vida cotidiana, sus necesidades, costumbres, problemas o deseos.
Una situación inmediata, el lenguaje no verbal (movimientos, actitudes, gestos) y lo que se puede llamar reglas de uso (pragmáticas), determinan la clase de lengua utilizada.
Cualquier momento es apropiado para el diálogo, que afianza los vínculos afectivos entre padres e hijos.
¿Qué importancia tiene el lenguaje no verbal en el diálogo?
Mucha, por ello, varias disciplinas de desarrollo reciente como la Kinésica, que estudia los movimientos y posiciones corporales, y la Proxémica, que explica cómo el ser humano organiza inconscientemente su espacio próximo, su “territorio”, han intentado sistematizar cómo la distancia y ubicación de los interlocutores, los contactos físicos entre ellos, sus miradas y los gestos que realizan mientras hablan determinan el sentido de los mensajes verbales que intercambian, orientándolos o precisándolos, haciéndolos creíbles o no, confirmándolos o desmintiéndolos. La comunicación se produce no entre palabras, sino entre hablantes.
Sabía que...
Los primeros segundos de una conversación, por ejemplo, suelen ser decisivos para su desarrollo. En esos instantes, cada interlocutor va a captar la imagen del otro y van a establecerse entre ellos relaciones no por implícitas menos firmes, de cooperación o de hostilidad, de igualdad o de desigualdad.
La distancia entre los interlocutores depende de la relación que tengan entre ellos. Unos 45 o 50 cm marca la distancia habitual entre quienes conversan íntimamente. En la cultura occidental, se establece la esfera personal entre los 45 y 75 cm. A partir de los 120 cm se establecen las relaciones públicas.
La posición de la cabeza, la inclinación del cuerpo, el modo de sentarse, el movimiento de las manos o la altura de cada hablante respecto del otro son señales que indican tales relaciones desde el principio y durante el curso de la conversación. La mirada de quien habla se fija en su interlocutor cuando empieza una réplica, se desvía a otro lado durante ella, y vuelve a centrarse en el que escucha para indicar que se espera su respuesta. Este, a su vez, con la mirada fija o mediante señales varias de asentimiento (inclinación de la cabeza, murmullos de aprobación...) ha seguido la intervención del primero y puede, con un gesto de extrañeza, una mirada más intensa o la intercalación de una palabra, solicitar su intervención en el diálogo. El reparto de turnos, tan esencial en la conversación, se marca, en gran medida, a través de medios corporales.
Los gestos o las miradas tienen mucha importancia en una conversación, para acrecentar aún más el mensaje que desean transmitir los interlocutores.
Ejemplo
El lenguaje oral es una función y una destreza que se aprende de forma natural a través de los intercambios con el entorno social en los que se desenvuelve el individuo.
Como estos no son iguales en todos los niños/as se pueden promover en el aula y en casa la estimulación del lenguaje oral a través de acciones como las siguientes:
1 Hablarle de manera pausada y clara, sin imitar nunca su forma de hablar.
2 Darle tiempo para que responda a las cuestiones que se le planteen.
3 Repetir todo tantas veces como le precise, pero siempre de forma natural, sin alterar el tono o la frase en sí misma.
4 Reforzar sus avances por pequeños que sean y darle el modelo adecuado para que los siga perfeccionando.
5 Jugar al “veo veo”.
6 Enseñar canciones fáciles, poesías, refranes...
¿A qué se le llaman presuposiciones?
El sentido de las intervenciones que se suceden en una conversación, igual que todo mensaje, depende de las presuposiciones de los hablantes.
Reciben el nombre de presuposiciones los significados más profundos de un mensaje, acerca de los cuales existe un acuerdo entre los interlocutores.
Por ejemplo: “Apaga el televisor” es una petición que, se cumpla o no, implica que el televisor está encendido; “Rosa sigue tan guapa como siempre”, independientemente de que sea verdad o mentira, parte del sobreentendido de que, al menos en el pasado, Rosa era guapa (o, si el enunciado es irónico, de que nunca lo ha sido). Una cosa es, pues, lo que se dice, y otra lo que se da por supuesto.
En ocasiones, se presupone la existencia del mundo del que se habla, sea en la realidad, sea en la ficción. Otras presuposiciones afectan a la situación en que se habla: relación entre los hablantes, roles sociales, experiencias y conocimientos compartidos, concepción del mundo, etc.
Cuando las presuposiciones del emisor no coinciden con las del receptor, no se produce una comunicación satisfactoria: el intercambio lingüístico se interrumpe de hecho, o bien los interlocutores deben recurrir a mecanismos que hagan explícitos tales supuestos no compartidos y los sometan a discusión. Cuando coinciden, la comunicación es eficaz, y esa coincidencia permite que el diálogo progrese rápida y coherentemente.
Las reglas de la conversación
El desarrollo de la conversación está regido por lo que suele llamarse principio de cooperación, es decir, el acuerdo implícito entre los hablantes de contribuir a la finalidad que tiene la conversación: tratar un tema expresamente planteado, como “cuéntame qué has hecho este verano”, o espontáneamente surgido a lo largo del diálogo: “... y allí nos encontramos con Carmen [...] por cierto, ¿qué ha sido de ella?”.
Algunos teóricos deducen de este principio de cooperación varias reglas que, supuestamente, siguen los hablantes, y que pueden resumirse así:
1 Lo que cada hablante dice debe ser coherente con el tema de la conversación y con la intervención previa del interlocutor.
2 Cada hablante debe proporcionar la información exigida por las circunstancias, ni más (diciendo cosas no pertinentes a la situación) ni menos (callando otras que pueden serle y le son de hecho requeridas).
3 No se debe decir lo que se crea falso.
4 Es preciso argumentar lo que se dice.
5 Las intervenciones de los hablantes deben ser ordenadas y precisas. Su extensión debe ser proporcional a lo que se quiere decir y a la extensión de las otras intervenciones.
Recuerde
Las presuposiciones son los significados más profundos de un mensaje, acerca de los cuales existe un acuerdo entre los interlocutores.
Tipos de diálogo
Estas reglas pretenden explicar de qué manera se mantiene el razonamiento que todo diálogo implica. Se incumplen, sin embargo, continuamente por variadas razones, ya sea por el propósito de engañar, por la desconfianza en quien habla, o por las diferencias culturales entre los interlocutores.
El despliegue de la razón no es lo único que se encuentra en la comunicación interpersonal: hay diálogos orientados a la reflexión y otros más bien a la persuasión, diálogos que se proponen que alguien decida algo y otros sin objetivo aparente que aseguran el contacto entre quienes se encuentran próximos, aunque no existan temas reales para tratar.
El contacto puede ser accidental, como conversaciones entre conocidos sobre el tiempo, sobre generalidades... o estrecho y continuado, como conversaciones íntimas, charlas familiares... Se habla para mostrar simpatía, disposición favorable hacia el otro, o bien para transmitir todo lo contrario, antipatía, hostilidad y odio.
El contacto en el diálogo puede ser accidental, o estrecho y continuado, como sucede en las relaciones familiares.
Estos intercambios, donde lo esencial no es el tema sino la actitud y la relación entre los hablantes, constituyen la conversación propiamente dicha.
En ella abundan las expresiones y fórmulas fijas, como las que sirven para saludar, despedirse, agradecer, pedir, felicitar, condolerse, etc.
La discusión se encuentra más sujeta a un tema explícitamente formulado que al fruto de la negociación entre los hablantes. En ella el interés del tema sí resulta esencial: discusiones de negocios, de asuntos familiares, de política. Entre los interlocutores hay un cierto reparto de actitudes, ya que no pueden estar de acuerdo en todo. No hay diálogo sin opiniones diferentes, sin controversia, y el objetivo de la discusión es precisamente reducir esas diferencias.
Finalmente, otras clases de diálogo tienen una expresión más formal y estricta, como, por ejemplo, los debates (es un método para el análisis y solución racional y consensuada de problemas), las mesas redondas (es la reunión de varias personas, de tres a seis por lo general, para exponer sobre un tema predeterminado y preparado) y los exámenes orales (prueba o ejercicio que se hace a una persona para valorar su capacidad en una actividad o sus conocimientos en una materia concreta a través del lenguaje oral).
¿Lengua oral o lengua coloquial?
Aunque se emplea a veces en situaciones no coloquiales, básicamente la lengua oral es coloquial. Como ya se dijo, está caracterizada como una variedad de uso de la lengua común y ya hemos indicado algunas de sus peculiaridades fónicas, gramaticales y léxico-semánticas. Tres rasgos parecen esenciales para caracterizarla:
La deixis, es decir, la necesidad de situar cuanto se dice en el espacio y en el tiempo, en relación con el hablante y el oyente. Las palabras funcionan como mostración y ordenación de la realidad extralingüística y su valor depende de la situación en que se habla. Son palabras deícticas los pronombres personales (“yo” y “tú” señalan a los interlocutores; la 3.ª persona, a todo lo demás), los posesivos, los demostrativos, ciertos adverbios (“aquí”, “allí”, “ahora”).
La elipsis, en su sentido más amplio, supone la expresión de elementos que, gracias al contexto (palabras de los interlocutores) y a la situación, se pueden recuperar de modo inequívoco.
La abundancia de recursos expresivos y apelativos, además de los de contacto, prevalece sobre la función referencial del lenguaje. La participación emocional del hablante, el control de las reacciones del oyente y la intervención sobre este resultan fundamentales.
La lengua oral es, básicamente, coloquial, sobre todo en una conversación entre amigos o familiares. El nivel de coloquialidad dependerá del grado de amistad o familiaridad.
Todo ello afecta a los tres planos de la lengua: al fónico (peculiaridades de articulación y entonación), al gramatical (orden de palabras más psicológico que lógico) y al léxico-semántico (predominio de la connotación).
Conversación y rol social
Es evidente que, cuando dos personas dialogan, no lo hacen al margen del sistema cultural y social del que forman parte. Por el contrario, los papeles o roles que este entorno les atribuye (padre o hijo, profesor o alumno, jefe o subordinado...) resultan determinantes a la hora de decidir lo que van a expresar y, sobre todo, la manera de decirlo, es decir, qué decir y cómo.
Por ejemplo, afirmaciones como “no admito excusas: el trabajo tiene que estar terminado a las ocho en punto”, o “aquí mando yo y tú te callas y lo haces”, tienen sentido al ser emitidos por un jefe a un empleado o un padre a su hijo, y serían absurdos dichos por quien no se encontrase justamente en una situación que permitiera emitirlos.
La jerarquización económica y social, la cualificación profesional, la edad y el sexo son otros factores que determinan la efectiva competencia lingüística de los hablantes, que se confirman en las afirmaciones, preguntas o peticiones que se suceden a lo largo de la conversación.
Ciertamente, cada individuo asume en su vida diaria diversos roles: es padre o madre de familia, cliente de una empresa, trabajador de una sucursal bancaria... Ello ocasiona una adaptación de su lengua al ámbito en que se mueve y al tema de conversación específico.
Pero también puede ocurrir que uno o varios de esos papeles, consciente o inconscientemente asumidos, priven de su libertad expresiva a los hablantes: es este el sentimiento que provocan los que, como suele decirse, por ejemplo, hablan “como una madre”, “como un cura” o “como un adolescente”.
Sobre todo, en el llamado código restringido de la lengua, existe una adaptación rígida a esas pautas y, en definitiva, una orientación más a garantizar el status, lo que da seguridad al hablante aunque también lo deja desamparado ante intervenciones o argumentos inesperados, que a intentar encontrar una expresión individual, matizada y verdadera.
La lengua coloquial: expresión y persuasión
La expresión de la subjetividad del hablante y la actuación sobre el oyente son objetivos esenciales de la conversación.
Estrechamente unidos a la expresión de la subjetividad, se utilizan recursos como los siguientes:
1 Afirmaciones y negaciones insistentes.
2 Fórmulas de engrandecimiento y comparación, como son las metáforas e hipérboles.
3 Interjecciones, para expresar sentimientos o deseos.
4 Interrogaciones retóricas, que son preguntas que no esperan una respuesta, simplemente se hacen, por ejemplo, para engrandecer aquello que se está diciendo o escuchando.
5 Vocabulario (léxico) muy recurrente en relación con sentimientos elementales como el amor y odio, deseo y rechazo, dolor y alegría, etc.
6 Léxico concreto o específico, asociado a experiencias de carácter universal como la muerte, defectos físicos y morales, sexo, comida y bebida, etc.
7 Tendencia al contraste: antítesis y paradojas.
8 Acumulación de sinónimos y repeticiones diversas.
9 Gusto por la enumeración.
10 Abundantes diminutivos y aumentativos.
11 Fórmulas para valorar y criticar.
Durante la conversación, dentro de los procedimientos que se evidencian para la obtención de la respuesta deseada por el interlocutor, es decir, para influir, en la intervención, en la conducta del receptor, sea práctica o verbal, pueden citarse los siguientes:
1 Vocativos, con el uso de su nombre, apodo..., etc., durante la conversación.
2 Preguntas, para confirmar la información que se está recibiendo, interesarse por alguna particularidad...
3 Imperativos como “mira”, “oye”, “di”...
4 Alabanzas y censuras, elogios e insultos, aprobación y rechazo implícitos o explícitos de las palabras del receptor.
5 Eliminación ocasional de la primera persona, que se sustituye por formas generalizadoras o impersonales, para no ser evidente a quién va dirigida la información, petición...
6 Eufemismos y disfemismos. Las palabras tabú son aquellas que social-mente se consideran de mal gusto por aludir a realidades crudas, vulgares o que se intentan evitar. Con el uso de eufemismos se sustituyen esas palabras tabú al querer ocultar una realidad que se evita mencionar. Por ejemplo, si en el transcurso de una reunión o conversación usted dice “perdón, voy al baño”, no va a causar impresión o extrañeza en ninguno de los interlocutores, es socialmente correcta. El disfemismo consiste en utilizar expresiones despectivas o negativas para describir personas, cosas, hechos, etc. Se trata de ridiculizar lo que se nombra y puede haber un tono humorístico, pero también puede resultar cruel. Fíjese en esta expresión: Durante una conversación entre dos adolescentes, una le dice a la otra: “Ayer vino esa cosa a cenar”, refiriéndose, con el término “cosa”, a la nueva pareja de su madre.