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2.3. La escritura: recurso para la socialización
ОглавлениеEl medio de transmisión utilizado por excelencia en multitud de civilizaciones y pueblos ha sido la lengua oral. A través de ella han sobrevivido las costumbres, ritos y normas de organización de muchas sociedades.
Pero la aparición de la escritura, como algo imperecedero y estable, hizo surgir en las civilizaciones la necesidad de conservar mediante este sistema la organización económica: indicación de propiedades, inventarios de bienes; la institucionalización jurídica y moral: leyes, preceptos; la memoria de la colectividad: relaciones, historia; y la ideología: mitos, leyendas, literatura.
Se puede exponer entonces que la evolución y continuidad de una sociedad, así como la incorporación positiva de individuos al grupo, se encuentra en la capacidad de dominar el lenguaje escrito.
El dominio de la lengua escrita y su conocimiento ha sido siempre desigual. La distinción entre quienes son capaces de leer y escribir y los que no, ha sido y es actualmente considerable y marca la ruptura entre unas sociedades o grupos y otros, puesto que el ascenso social ha estado ligado, en muchas ocasiones, a dicho conocimiento.
Sabía que...
Según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), la cifra de residentes en España mayores de 16 años que no saben leer ni escribir asciende a 915.300, un 2,4 % de la población. La mayoría de expertos apunta a la inmigración como factor clave de la subida, al proceder sin saber leer ni escribir y tener dificultades en la enseñanza, ya que su mayor objetivo no es este, sino la búsqueda de trabajo, aunque no es generalizable, puesto que muchos poseen estudios universitarios y un buen expediente académico. Por otro lado, señalan que también está vinculado al fracaso y al absentismo escolar, sobre todo en familias marginales y con escasos recursos.[1]
Pese a todo, la profesora de la Facultad de Educación de la UNED María Luisa Sarrate señala que “el analfabetismo en España no es alarmante, aunque haya que preocuparse de reducirlo”.[1]
Los textos escritos, numerosos y heterogéneos, tienen generalmente un destinatario colectivo. Un libro de historia, un periódico, un texto legal, un tratado científico o un poema, en modo alguno están escritos para un solo lector, sino para la colectividad o para grupos más o menos diferenciados. Quienes los escriben son personas poseedoras de una cualificación especial para la ciencia, la investigación, la política, etc., y con algún tipo de representatividad que les hace distinguirse de los demás hablantes.