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ОглавлениеPLANES SECRETOS PARA VENGARSE
Saber que los conflictos de la década de 1820 derivaron en una guerra civil podría restar dramatismo a esta proclama. Sin embargo, ello no impide verla como indicador de los niveles de conflictividad e irritación política que provocaba la arremetida electoral del liberalismo, que días antes de este texto había logrado un importante triunfo en la elección para el Congreso Constituyente de 1828, del cual emanó una nueva constitución ese mismo año. Los derrotados acusaron ilegalidades y fraudes de proporciones, como los descritos en una conocida protesta que los estanqueros hicieron circular por Santiago. Más allá de esta tensión intraelitaria, la publicación de una nómina de ciudadanos reconocibles cuya integridad parecía en riesgo, la alusión a planes y clubes secretos preparando golpes y asonadas, la vulnerabilidad de la cuerda en la que se equilibraba el gobierno (confiado a autoridades que podían verse fácilmente sobrepasadas), el temor inveterado a un pueblo que parecía no tener agenda, pero al que se dibuja dispuesto a servir al mejor caudillo, todas estas imágenes componen un cuadro de tensión que —salvando las circunstancias— prefiguran las pulsiones que se suelen poner en marcha apenas se yergue una amenaza considerable al orden que se quiere natural.
Proclama. Los liberales de Santiago, a los de todos los pueblos de la República
El Mercurio de Valparaíso, Valparaíso, 23 de enero de 1828, Núm. 39
El triunfo que acabamos de conseguir los de la ciudad de Santiago en la elección de diputados para el Congreso general, y el de algunos otros pueblos de las provincias, ha irritado de modo a nuestros rivales, que estamos ciertos meditan planes secretos para vengarse, turbando el orden público.
En cerca de diez y ocho años que nuestras opiniones políticas fundadas en principios puramente liberales, han sido combatidas por las viejas y ominosas preocupaciones coloniales, hemos sufrido con paciencia sus ataques, no desmayando en la empresa de destruir la colonia española para edificar la república chilena. En tan largo pasado, ¿cuáles habrán sido las vicisitudes porque hemos pasado? Como nuestros hermanos en opinión, ya las juzgaréis bien, siendo este el foco de donde parten los grandes sucesos que han agitado tantas veces a la patria. Solo los habéis visto por reflexión, mas nosotros hemos sido la pizarra donde se ha dibujado nuestra persecución presentándola a la imbecilidad y a los que no nos conocen personalmente como los monstruos más abominables, unas veces excitando al odio o fanatismo para que nos aborrezca y maldiga por herejes y novadores del dogma de la religión de nuestros padres, otras suponiéndonos aspiraciones innobles, y siempre figurándonos viciosos, cargados de crímenes y amagando un ataque a la propiedad y seguridad individual ínterin los malvados en posesión de los gobiernos de las rentas fiscales, de todo lo que constituye la administración pública, fortificaban las viejas habitudes y defendían la existencia de un sistema de centralización monstruoso para que de él saliesen las especulaciones ruinosas al Estado, y benéficas al círculo de escogidos.
Los ciudadanos honrados que nunca pensaron en hacer su fortuna con la sangre de sus compatriotas atenuados con las desgracias de la larga guerra de independencia, que por efecto de la educación, de la amargada preocupación u otros motivos, seguían el partido de aquellos opresores, se han desengañado al fin y están unidos a nosotros: este avance de las luces y de la justicia sobre la malicia y la perversidad, ha herido al club de monopolistas del poder en lo más vivo y no dudéis que al expirar el candil de su prepotencia inveterada, alce alguna llama que incendie por un momento al pueblo ignorante como siempre sucede en tales casos.
Liberales, compañeros, sea desde hoy nuestra divisa orden y trabajar por establecer la república sobre las ruinas de la colonia. El Congreso general va a reunirse: esperamos con fundamento que cicatrice las profundas heridas que aquejan a la nación. Los enemigos de este orden quieren aprovecharse de los momentos que aún faltan para dar el golpe y ver modo de sorprender a los pueblos pintándoles falazmente males que no existen y bienes fingidos con su asonada. Estad seguros que los liberales de Santiago unidos íntimamente a la actual administración, la aman; pero mucho más desean la tranquilidad y el orden para que en medio de ellos se dicte el código fundamental de que carece la nación; esta es solo su ansia, estas son solo sus aspiraciones. Pero carecemos de una vigilante policía: un cuerpo de esta guarnición desgraciadamente desmoralizado es decidido por nuestros enemigos pudieran con el oro que han robado a la nación ganar a los soldados de otros, y sorprender a la suprema autoridad que aborrecen, porque no los ha dejado continuar en el sistema de monopolios de que estaban posesionados. En sus clubs secretos ya está formada la lista de proscripción de los ciudadanos siguientes que hemos visto casualmente.
Sr. Vicepresidente D. Francisco Antonio Pinto
D. Carlos Rodríguez
Juan Fariñas
José María Novoa
Francisco Fernández
José Gregorio Argomedo
Manuel Novoa
José Miguel Infante
D. Diego Antonio Elizondo
Julián Navarro
Enrique Campino
Diego Guzmán
Rafael Correa
Santiago Muñoz Bezanilla
José Ignacio Izquierdo
Joaquín Prieto
Francisco Calderón
D. José María Infante
José Gregorio Meneses
Pedro Prado Montaner
Melchor de Santiago Concha
Martín Orgera
Francisco de Borja Fontecilla
Rafael Bilbao
Felipe Santiago del Solar
Miguel Collao
Manuel Araoz
Francisco R. Vicuña y sus hijos
José Antonio Cotapos
D. Bartolo Azagra
Pedro Antonio Fuentes
Martín Larraín y sus hijos
José A. Valdez y sus hijos (segundos)
Antonio Prado y Sota
Joaquín Ramírez
Miguel Ureta
Manuel Recabarren
Vicente Dávila y sus hijos
José María Portus
A estos ciudadanos los suponen las cabezas del partido liberal como si más de cuatro mil que hay en esta ciudad, y cada uno por convencimiento propio, por sus luces y por los hechos inicuos que han presenciado de contrario, necesitásemos ser conmovidos por unos pocos. No obstante, ya sea porque el señor Pinto y su primer ministro no les han prestado su protección decididamente, como tampoco a los liberales, creen de necesidad colocar en su lugar otro que les dé mano fuerte contra nosotros, y como los aquí nombrados tal vez sean los que les hayan hecho más frente, les conviene destruirlos.
El gobierno descansando en la seguridad de su propia conciencia y en la fidelidad de la fuerza armada que paga la República para conservar el orden y respeto de las leyes, y nosotros pacíficos ciudadanos viviendo bajo el amparo de ellas, podemos ser sorprendidos; pero confiamos en que siendo sabido por los pueblos de fuera, no solo tomen las armas para repeler cualquiera tentativa sobre ellos, sino venir en masa sobre la capital y restablecer el orden. Por nuestra parte, compañeros, os prometemos que solo apetecemos la revolución que hagan las leyes dictadas por la Representación Nacional: cualquiera otra ya sea militar, o por medio de asonadas populares, entended que no es obra nuestra: no os dejéis seducir; repeled a la astucia con la astucia, y a la fuerza con la fuerza.
Os anticipamos la advertencia, compañeros en nuestra opinión y trabajos, para cualquier caso.
Santiago, enero 19, 1828
Los liberales de Santiago.