Читать книгу El cazador - Angélica Hernández - Страница 16

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Dylan seguía a Sam por los túneles, mientras ella saludaba a quienes encontraban en el camino con toda la naturalidad del mundo.

—¿Hace cuánto tiempo que estás aquí? —preguntó él.

—Un poco de tiempo más que tú.

—¿Cuánto tiempo es eso?

La chica lo miró con ojos inquisitorios, pero hizo una mueca parecida a una sonrisa. Dylan se dio cuenta de que ella casi siempre sonreía. Tenía una actitud agradable y, más o menos, positiva. Pero algo le decía que ella tenía mucha de la información que él necesitaba y que no sería fácil extraerla, ya que todas sus respuestas eran evasivas. Se dio cuenta, durante el altercado en su celda, de que Sander tampoco confiaba por completo en Sam, y no lo culpaba. No puedes confiar en una persona que sabe lo que estás pensando pero que es un libro en blanco para ti, además todas sus acciones eras impredecibles.

A Dylan siempre se le había dado bien juzgar a las personas; sabía con quienes debía involucrarse y con quienes no. Ese era su instinto natural, su sexto sentido o como quisieran llamarlo. Pero con Samanta no sabía qué hacer, ni cómo comportarse. Él había aprendido a bloquear los ataques mentales, sabía cómo levantar escudos en su mente para evitar que cualquier dos entrara en ella. Al crecer con Cheslay, fue algo que tuvo que aprender a hacer. Ahora Sam debía estar frustrada porque no podía leer su mente; pero ella no parecía afectada, caminaba felizmente por los túneles con las manos en los bolsillos mientras tarareaba una canción e ignoraba la pregunta de Dylan.

Frunció el ceño y decidió observar los túneles a pesar de que ya se sabía de memoria algunos de los caminos. Sabía que, si doblaba a la derecha en el siguiente espacio, saldría directo al panal, pero si iba a la izquierda, descendería hasta llegar a una parte de la ciudadela; también que, si iba derecho y al final iba a la izquierda, saldría a donde estaba Dexter, el chico gay de las computadoras. Sonrió un poco al recordar su encuentro, fue gracioso que el sujeto se enfadara. Podría sacar su frustración con él si quisiera, ir y hacerlo enfadar solo para divertirse un poco; solo que ahora no, ahora debía prepararse para lo que pudiera encontrar, ya fuera a la Cheslay que se interpuso entre él y Amanda o a la que era un pequeño cachorro asustado.

Tragó saliva al darse cuenta de que lo que encontrara podía romperlo para siempre, pero aun así necesitaba verla, saber que seguía presente, porque si no lo estaba, entonces nada valía la pena; el mundo podía despedirse del ultimo uno existente.

Dylan trastabilló unos pasos cuando Sam lo cogió del brazo para hacerlo ocultarse en la oscuridad de uno de los túneles. Él no comprendía por qué, apenas iba a preguntárselo cuando ella se llevó un dedo a los labios y le indicó que guardara silencio, después apuntó hacia afuera, y unos segundos después, Dylan escuchó las voces. No reconocía la mayoría de ellas, solo la de Sander y la de Andy.

Un pequeño grupo pasaba. Dylan no reconoció a la mayoría de ellos, pero siguió observando desde las sombras.

—El último grupo de cazadores estuvo demasiado cerca… —dijo Andy.

—Lo sé. Haremos lo posible porque no se sigan acercando. Esperaremos a tomar represalias cuando los heridos del último campamento se recuperen, no podemos darnos el lujo de perder más gente —decía uno de ellos.

—Basta los dos —repuso Sander—. Nadie va a atacar a nadie ni tampoco van a morir más personas. Olivia y Regina se ocuparán de los heridos y nosotros buscaremos una manera de alejarlos. Si lo que los impulsa es el deber y no la venganza, aún tenemos una oportunidad…

—¡Están usando Ciborgs! —Explotó uno de ellos.

—… Así que nadie hará nada hasta que yo diga. Saldremos en grupo para alejarlos, eso será todo.

Dylan no pudo escuchar el final de la conversación.

—Así que os están acechando —susurró.

Sam asintió.

—Tienen más problemas de los que te imaginas. Sander hará lo posible por cuidar a estas personas. Si es posible evacuarlas a todas hacia el norte, lo hará, y Azul lo ayudará; lo que significa que tú también.

—No me conoces lo suficiente como para dar por hecho que ayudaré. —Sonrió Dylan con ironía—. Yo solo quiero a Cheslay de vuelta, y ese cachorro asustado no es ella. Si la Cheslay que yo conozco sigue aquí y quiere ayudarlos entonces la seguiré, pero a ella, no a Azul ¿Comprendes?

—Eres un egoísta.

—Tu opinión es lo que no me interesa.

Samantha suspiró profundamente, pero se estaba enfadando, Dylan pudo notarlo.

—Y tú eres la menor de sus preocupaciones. Sander no me agrada mucho, pero cree en las segundas oportunidades y por eso te deja hacer algo por ti mismo. Pero no quiere que te acerques a Azul porque cree que la lastimarás, él piensa que Azul debe recordar poco a poco, sin presiones, porque eso le hará daño, y creo que, en eso, tiene razón —sermoneó.

—Esa manera de pensar será su perdición y la de todo este lugar —concluyó Dylan.

Samantha lo fulminó con la mirada y siguió caminando por el túnel. Él la siguió en silencio, hasta que llegaron a la última puerta. Dylan percibió el olor a desinfectantes y otras cosas. Sam abrió la puerta y se encontró con una sala de curación, aquello no podía ser un hospital.

Había estantes para guardar medicamentos y vendajes, también otras cosas como plantas que Dylan no sabía reconocer. Había camas extendidas por todo el lugar, con chicos recostados en ellas. También pudo ver a Olivia correr por todo el lugar y a otra niña cuyo rostro no conocía, pero supuso que era Regina, la persona que Sander había mencionado antes. El lugar no tenía ventilación, pero sobre el suelo habían ideado un sistema de extracción, de ese modo no llamarían la atención del exterior ni se arriesgarían a una infección. Era una buena idea, debía darles crédito por eso.

Y ahí, sentada sobre un pequeño banco de madera estaba ella. Su mano aún sangraba, parecía que no le habían dado atención médica, pero viendo el desastre que era ese lugar, no le sorprendía. Algunos de los heridos tenían quemaduras graves, incluso se podía oler a carne quemada por encima de los antisépticos.

—¿Qué hacéis aquí? —preguntó Olivia cuando se percató de que estaban ahí.

—Dylan está herido. —Se apresuró a decir Sam—. Amanda lo golpeó.

—Sí, escuché los rumores. —dijo Olivia a la vez que se limpiaba el sudor de la frente con su brazo.

Ella se acercó a observarlo, Dylan fulminó a Samantha con la mirada y ella le regaló una sonrisa traviesa, esa era su venganza por lo de antes.

—Solo es un rasguño en el pómulo —reprendió Olivia—. Eres un bebe.

—Yo no vine por esto… vine por… —Su vista se desvió hasta Cheslay. Ella observaba todo con ojos curiosos, y su mirada iba de un enfermo a otro. Saltaba en el lugar que estaba debido a los gritos de dolor de algunos.

Dylan sintió un pinchazo de dolor en la cara.

—Auch —se quejó mirando a Olivia, quien apretaba su herida en la cara con la mano.

—Deja de mirarla —le dijo, y negó con la cabeza—. Si solo viniste a eso, será mejor que te vayas.

Le dio la espalda y se fue a donde estaba uno de los chicos enfermos. Dylan se acercó por pura curiosidad y observó que el chico tenía la pierna torcida en un ángulo poco favorable.

—No se recuperará de eso —dijo Dylan.

—Gracias por resaltar lo obvio —espetó Liv.

Él se sintió un poco mal por el comentario, pero no se retractó. Olivia comenzó a frotar las palmas de sus manos y una ligera energía de color verde se desprendió de ellas, era una sensación agradable el estar cerca de eso. Dylan no sabía lo que era, nunca antes había visto a un curandero en acción, esto sería algo interesante. Ella colocó sus palmas sobre la pierna rota, y el muchacho comenzó a moverse de una forma espasmódica y a gritar de una manera horrible. Dylan pensó todo en un segundo, podía someterlo bajo una fuerza que superara diez veces su peso, pero no quería gastar energías en algo tan frívolo, así que se colocó frente al chico y puso las manos contra sus hombros mientras Regina se acercaba corriendo y sostenía la pierna buena del enfermo. Dejó de moverse, pero no de gritar, Dylan podía ver que tanto Olivia como la chica estaban en su límite de fuerzas después de haber cuidado a quien sabe cuántas personas. Cuando Olivia terminó, el muchacho dejó de gritar y se quedó flácido sobre su camilla.

—Ese era de los últimos —dijo Regina y se puso de pie.

Olivia asintió sin ganas y, con mucho esfuerzo, se levantó de donde estaba. Ella trastabilló unos pasos, pero Samanta la ayudó a llegar a un lugar para que se sentara.

—Te agotas a ti misma por personas que ni siquiera conoces —dijo Dylan en voz alta. Olivia le regaló una mirada cansada—. Disculpa que lo diga en ese tono, pero no lo comprendo.

—No esperaba que lo entendieras. Estas personas necesitan ayuda. Y sí, tienes razón; me agota el ayudarlos, cada vida que salvo va acabando poco a poco con la mía. Pero vale la pena cada vida que salvo, ya sea la de un desconocido o la de un amigo. No hay un ser humano que no merezca la pena salvar —contestó.

Dylan seguía sin comprender; recordó a la Mayor Khoury, el General Lanhart y a su padre, y no estuvo de acuerdo con ella. Había personas que merecían morir.

—Ve a descansar —le pidió con voz neutral para que ella pensara que no le importaba—. Podemos hacernos cargo del lugar por unas horas.

Olivia no replicó, lo cual significaba que estaba muy cansada. Regina la llevó hasta su habitación, y Dylan le dijo a la chica que también descansara, él y Sam podían con eso. Aunque también estaba el problema de Azul.

Dylan se acercó a Samanta mientras ella hacia una ronda entre las camillas.

—No me trajiste aquí para que hablara con ella —comentó.

—Nop. —Sam sonrió—. Ella ni siquiera puede hablar. Te traje aquí para que conocieras un poco de las cosas por las que tienen que pasar y aun así permanecen en grupo. Estas personas, son el resultado de uno de los últimos campamentos que lograron liberar. Hubo un incendio que provocaron los del grupo de Sander, ellos lo usan como distracción, pero no contaban con que los guardias comenzaran a disparar contra ellos. No sabes el infierno que se vive en esos lugares —Samantha se llevó las manos a la cara para frotarla, y por unos segundos parecía de más edad de la que realmente tenía. Solo entonces Dylan se dio cuenta de que le había subestimado—. Son tiempos desesperados, y el sistema nos tiene miedo. Ya no buscan reclutarnos, ahora buscan matarnos o mantenernos encerrados hasta que se les ocurra qué hacer con nosotros. Ya hicieron un pacto con los cazadores, y ahora están usando Ciborgs para buscarnos. Hay una guerra en camino y todos nos estamos preparando para eso, incluso Sander, quien quiere mantener protegida a la mayor parte de estos niños. Incluso está planeando hacer un viaje al norte para explorar el terreno y medir cuanta confianza podemos depositar en la resistencia, los rumores de que están ganando territorio son cada vez más grandes, la ciudadela está desesperada, al igual que los líderes de las Alianzas. Dios, son muchas cosas ¿No?

—¿Para eso me trajiste aquí? —preguntó Dylan mientras miraba a una niña de unos cinco o seis años que se retorcía debajo de las sabanas—. La mayoría de ellos no sobrevivirá, no van a pasar de esta noche. Así que no lograste tu objetivo, no siento nada respecto a esto.

—A mí me parece que sí logré mi objetivo —dijo Sam al tiempo que se recomponía y volvía a sonreír—. Sander te necesita, no te lo pedirá ni se lo dirá a nadie más, pero lo ha pensado. Puedo leer las mentes y darme cuenta de muchas cosas. La mayoría en este hospital morirá y ellos lo saben, por eso están asustados. Puedo entrar en la mente de Azul y saber que ella está preocupada por todos y por todo, al igual que el líder de este lugar. Sander no te lo pedirá, pero yo sí. Ayúdalos a salvar a la mayor parte de las personas. Matar cazadores y guardias es fácil para ti, lo sé porque de alguna forma debiste haber llegado hasta aquí.

Dylan no dijo que sí, pero tampoco se negó. Solo dio la vuelta y se dirigió hacia Cheslay… O Azul, le importaba un comino el maldito nombre. La chica no se inmutó al verlo acercarse. Dylan se lavó las manos en un pequeño lavabo y cogió un botiquín de primeros auxilios. Ella lo seguía con sus grandes ojos azules mientras él recolectaba las cosas. Tomó la mano herida y la colocó sobre su pierna para poderla observar mejor, parecía una herida profunda, de largo podía medir unos cinco centímetros. Desinfectó el corte y ella no se quejó. Luego sacó el hilo y la aguja.

—Puede que esto te duela, pero no voy a gastar sedantes para algo como esto —le avisó. Ella asintió sin retirar la mano.

Dylan hizo pequeños puntos para unir la piel y que no siguiera sangrando. Ella no hacía nada más que mirarlo, estaba comenzando a ponerlo nervioso y cuando Dylan se ponía nervioso comenzaba a hablar de cosas sin sentido. Suspiró profundamente.

—Cuando era más joven —dijo sin dejar de poner los puntos—. No me importaba el aprender a curar este tipo de cosas. Hasta que un día, mientras huíamos de los guardias de un complejo militar de avanzada, detuve sus automóviles con mi habilidad y resulté herido de bala en el hombro. Llegué hasta un túnel que atravesaba gran parte del desierto, del otro lado había una autopista. En ese túnel me encontré con Cheslay, ella había ido a acabar con otro grupo de guardias. Miró mi brazo herido y me obligó a quedarme quieto mientras ella lo curaba y me explicaba cómo lo hacía, no le prestaba atención porque no me importaba, yo sabía que ella estaba conmigo y pensé que siempre lo estaría, así que no puse el cuidado necesario al proceso. Ella se enfadó de estarle explicando cosas al aire, así que, al terminar con mi herida, cogió su cuchillo y se hizo un gran corte algo profundo en el antebrazo —dijo, y le pasó los dedos por la vieja cicatriz—. No era lo suficientemente profunda como para cortar sus venas, pero sí para requerir puntos. Así fue como aprendí a atender heridas. Cheslay me enseñó cómo hacerlo y hasta la fecha me ha sido de mucha ayuda. —Dylan levantó la vista—. Ahora, sé que ella sigue aquí, y que ha escuchado todo esto. Necesito que me diga qué hacer, porque me siento más perdido que nunca.

Los ojos de la chica estaban hinchados y rojos, y sus mejillas bañadas en lágrimas. Dylan sonrió. Cheslay lo había escuchado.

—¿Estás ahí? —preguntó.

—No es la única que está aquí —contestó Sam mirando hacia la puerta.

Ahí estaba Sander. Él, Andy y un grupo de chicos que Dylan no conocía. Se puso de pie y Cheslay lo siguió de cerca, podía sentir la tensión de la chica, por unos segundos preciosos, se sintió como en los viejos tiempos, hasta que ella lo pasó y se colocó al lado de Sander para mostrarle la palma de su mano ya curada, como si quisiera explicarle la situación sin necesidad de las palabras.

—¿Qué está pasando? —preguntó el líder mientras ocultaba a Azul con su cuerpo; como si él fuera capaz de hacerle daño a ella o a cualquiera en este lugar que no lo dañara a él primero.

Dylan bufó.

—Nada —respondió y se dirigió a la puerta—. Eso pasó.

Pasó al lado de Sander y pronto les dio la espalda.

—Samantha —dijo Sander con tono frío—. Recoge tus cosas, vuelves a la bodega.

—¿Qué? ¿Por qué? ¿Es porque lo traje aquí? Yo solo quería ayudar. Además, él le estaba ayudando a Olivia en el hospital…

—No es por esto —dijo Sander con un tono más controlado—. Es porque ha habido peligro últimamente y Chandra quiere que vuelvas, dice que ella puede protegerte.

—Chandra no puede decidir por mí. Además, se cuidarme sola y ella solo es una visera —replicó.

—No voy a discutir con tu hermana por algo en lo que tiene razón. Te vas en unos días cuando el siguiente grupo vaya por alimentos.

—No me iré.

—Sí lo harás —dijo Sander y se dirigió a la salida. Ya todos estaban en el pasillo—. No es discutible.

Samantha se cruzó de brazos en la entrada del cuarto de curaciones.

—Oblígame —espetó con voz fría.

Dylan se atrevió a mirarla, no le sorprendería que los ojos de la chica perforaran el cráneo de Sander. El líder se acercó a ella, quedando a pocos centímetros de su rostro, ninguno de los dos se retractaría. Dylan conocía ese tipo de enfrentamientos y no eran algo agradable de presenciar.

—Estás cansado y no estás pensando bien las cosas —dijo ella con total tranquilidad—. Y no te serviré de mucho estando lejos, ni para interpretar a Azul ni como alianza con Chandra.

—No estoy cansado —respondió—. Y sé decidir este tipo de cosas.

Sander se acercó dos pasos más, pero en medio de él y la chica ya estaba Dylan empujándolo y haciéndolo retroceder.

—Es suficiente. Una vez me dijiste que en este lugar se aceptan a todas las personas que buscan un refugio, ahora mantén tu palabra —dijo Dylan con tono neutro—. No es que me agrades —agregó para Samanta—. Pero tienes razón. Estás agotado y cargas demasiada responsabilidad sobre tus hombros ¿Qué edad tienes? ¿Veinte? ¿Veintidós? —preguntó a Sander—. Tienes que admitir que no puedes manejar todo esto solo y el saber que se te está saliendo de las manos te vuelve loco. Mírate, peleando con una niña de ¿Cuántos? ¿Once?

—Tengo quince —repuso Sam.

—Lo que sea —dijo Dylan y se encogió de hombros—. Samanta y yo nos haremos cargo de todo mientras tú, Andy y Olivia descansan, después…

No pudo terminar su frase. Era la segunda vez en ese día que lo golpeaban, y, aunque le gustaría admitir que el golpe de Amanda fue más fuerte, no fue así. Sander golpeaba muy duro, ya había peleado con él en una ocasión cuando invadió los túneles, solo que ese día Dylan estaba agotado por su largo viaje. Ahora no, ahora lo único que le impedía golpearlo era Cheslay, quien observaba todo con ojos asustados.

Dylan respiró profundo, se levantó y respondió al golpe. Sander fue lanzado varios metros en el suelo. El líder se puso de pie y le lanzó un puñetazo. Dylan se dio cuenta de que él estaba agotado, tanto que no usaba su habilidad para pelear. Decidió que pelearía en igualdad de circunstancias, solo con sus puños, pero ¿Por qué? ¿Cuál era el motivo para pelear? No tenía uno.

Esquivó otro golpe y atestó un codazo en su estómago, ambos intercambiaban golpes y esquivaban otros. Sander le ordenó a su gente que no se metiera y los demás retrocedieron, formando un círculo en torno a ellos. Algunos alentaban al líder, pero Samantha gritaba por Dylan.

Cuando Sander estuvo completamente agotado, se dejó caer en el suelo a un lado de la pared del hospital. Dylan retrocedió y bajó el puño. La mayor parte de los habitantes de los túneles estaban ahí, viendo cómo se comportaban como un par de cavernícolas.

Y así fue como todo comenzó, así de fácil. Sander rompió a reír, mirando hacia el techo en todo momento, con los brazos extendidos sobre el suelo, formando una cruz. Salía sangre de su labio y de uno de sus pómulos. Dylan estaba en un estado similar a su lado, se recargó sobre sus rodillas y comenzó a reír. Parecían un par de locos, pero ninguno comprendía el porqué de la pelea, simplemente se dejaron llevar por la testosterona y se atacaron mutuamente. No tenía sentido, y lejos de ser unos líderes, parecían un par de niños peleando por una estupidez.

—Bien. —dijo Sander mientras se ponía de pie—. Demuestra que puedes con esto. —pasó a su lado y le colocó una mano sobre el hombro—. El uno está a cargo hasta que yo despierte —anunció.

Sander cogió la mano de Azul y la sacó de ahí.

Dylan no sabía cómo sentirse. Se quedó de pie junto a la puerta del cuarto de sanación, mientras las personas se dispersaban. Él estaba a cargo. ¿Tanto y tan pronto confiaba en él? ¿Por qué?

Se sentía bien por el voto de confianza. Pero odió la forma en la que su manó tocó la de Cheslay. Sacudió la cabeza un par de veces, esto se estaba complicando demasiado, él no les debía nada a estas personas.

—Sabes que él no me haría daño ¿Verdad? —le preguntó Samantha parándose a su lado. Dylan asintió—. Así como sabes que confía en ti porque yo lo hago. Porque Azul lo hace. Ella no te tiene miedo, no como algunos de aquí, tampoco te odiamos como lo hace Amanda. Dylan volvió a asentir, incapaz de separar la mirada del sitio por el que ella apareció—. Te lo dije —comentó Sam.

—¿Qué dijiste? —preguntó Dylan sin mirarla.

—Ya logré mi objetivo, tarde o temprano, pero siempre logro mis objetivos. —Le regaló una sonrisa y desapareció al pasar por la puerta del hospital.

Dylan negó con la cabeza. Él creía que ya había visto de todo, pero sin duda alguna se equivocaba. Samantha tenía razón, ella había logrado su objetivo, y es que, sin que él lo quisiera, ahora se estaba preocupando por estas personas.

¿Quién lo hubiera dicho? El chico prodigio preocupado por alguien que no era él o Cheslay.

Sacudió la cabeza y se ocupó de los túneles todo ese día. Ayudando a algunos con sus labores, a otros con los enfermos; murieron tres personas a causa de sus quemaduras y tuvieron que sacarlos al exterior antes de que apestaran. Sepultaron a los tres y volvieron a los túneles. Al finalizar el día, ni siquiera tenía ganas de cenar, solo quería volver a su habitación y dormir hasta que el mundo llegara a su fin.

Esa noche soñó con cosas que creía olvidadas.

El cazador

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