Читать книгу De oruga a mariposa. 2ª ed - Anji Carmelo - Страница 19
ОглавлениеDESAPEGO Y TENER QUE PAGAR “IDA”
También el desapego hará su aparición, pero no en la forma que se teme y evita. Jamás habrá un desapego a la importancia de ese ser, pero se va a necesitar para sobrevivir muchas situaciones de dolor y muchas actitudes de los demás que pueden incluso añadir más dolor.
El desapego en el sentido útil para el proceso de duelo, es aquella actitud o sentimiento que proporciona una manera de relacionarse con las propias ideas y emociones, con personas y con las circunstancias y el entorno, de manera que todo eso no domine, y pueda, a su vez, ser dirigido. En este caso el desapego permite relacionarse con todo, sin que eso pueda dañar o causar más preocupación.
El desapego y la concienciación de su utilidad especialmente ante situaciones de IDA, que en esta etapa y debido a la negación de poder ser felices empezarán a abundar, será una herramienta de gran utilidad. IDA (Impuesto de Dolor Añadido) representa todos los dolores que no tienen que ver directamente con el duelo, pero que muchas veces suelen ser fomentados por la necesidad de no dejar de sufrir. Pensar que estamos queriendo menos a esa persona si dejamos de sufrir o peor aún tenemos momentos de alegría y disfrute, puede impulsarnos a seguir estando mal y pagar IDA.
Todos los dolores que no tienen que ver con la pérdida, en un momento puntual van a obstaculizar aún más el camino de la recuperación. Incluso un comentario de una persona poco importante, puede ser la leña que se añade al fuego para seguir estando mal. La no recuperación en este sentido se convierte en la constatación de que esa persona que ya no está de forma física, ha sido algo excepcional y de tanta importancia, que, por esto, su muerte ha precipitado una situación que jamás se va a superar.
No cabe la menor duda que lo era y que sigue siéndolo, pero se tiene que dejar de pagar IDA, ya que en esta etapa se puede empezar a significar esa excepcionalidad a través del enriquecimiento que su presencia supuso y sigue suponiendo y no a través de la cantidad de dolor creada. Ahora toca empezar a celebrar haberle conocido y haber podido compartir todas las maravillas de su ser.
También existe el testigo simbólico pero muy real, que ayudará a ese renacimiento como mariposa y que fue entregado cuando esa persona dejó, además del testimonio de su paso por este mundo, a sus seres queridos. En esta etapa se es consciente de este hecho y se suele estar a la altura de la situación, incluso utilizándolo como un aliciente más para poder seguir adelante.
El desapego, que tiene muy mala prensa puede convertirse en un gran aliado ya que proporciona la distancia adecuada para poder ver las cosas y la vida en general, desde una perspectiva más sanadora que destructiva. En situaciones de gravedad y crisis esas situaciones engullen y fuerzan a implicarse y vivir sus efectos devastadores. A través del desapego se presenta la posibilidad de simbólicamente dar unos pasos hacia atrás y ver la totalidad de lo que es, para conseguir otra visión no tan avasallante. Ese momento de respiro de la demasiada cercanía puede otorgar otra manera de estar con el dolor, de forma que ya desde un principio se consiga minimizar el sufrimiento.
El desapego proporciona la serenidad para conocerse y conocer lo que es dañino, facilitando el acceso a herramientas y actitudes que protegen del dolor constante. Cuando ya ha pasado el tiempo necesario y los primeros dolores inidentificables pero contundentes disminuyen, se puede a través de una actitud desapegada, identificar y reconocer las circunstancias que siguen siendo motivo para más sufrimiento: personas, miedos, actividades, temas, etc. Y a través de este reconocimiento impedir que sigan haciendo daño. En todo caso el desapego permite ver venir y así prepararse para una respuesta adecuada a las exigencias personales de cada uno.
Muchas veces sólo falta eso, unos momentos de desapego y descanso para armarse de valor y poder vivir la situación de otra manera, y no tan dominado por todo el daño que está haciendo.
La recta final de la crisálida permite el desapego, pero necesita otros factores que ayudarán a dar salida a todo el potencial que por las circunstancias que hemos visto aún no podían formar una parte práctica de la persona que está en duelo.