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El hombre de nuestros días

¿Cómo es el hombre de nuestros días?

¿Cuál es su perfil y cuáles sus dimensiones o destellos principales? El periodista y escritor José María Carrascal, en una de sus «croniquillas volanderas», trazaba este perfil:

«El hombre de nuestros días se nos aparece insatisfecho, desasosegado, ansioso, neurasténico incluso muchas veces. No voy a repetir aquí por archisabida, la teoría del “hombre unidimensional”, que intenta llenar su vacío interno con cosas, con objetos, cada vez más sofisticados. Pero lo que parece cierto es que la sociedad de consumo, pese a habernos rodeado de artilugios que hacen nuestra existencia mucho más fácil, variada y placentera, desde el ordenador hasta el lavavajillas, la hemos complicado hasta tal punto que en muchos casos perdemos el control de ellos y de ella.

Estamos rodeados de anuncios, de promesas, de tentaciones que nos ofrecen belleza, salud, éxito, felicidad. Se nos pone la juventud, la fama, la línea, el amor incluso al alcance de la mano.

Y eso causa frustración. Frustración si se alarga la mano y se comprueba que la cosa no es tan fácil ni tan simple como parece. Frustración si no se alarga y le queda a uno el resquemor de no haberlo hecho todo».

La solución a las frustraciones se dirige por dos sendas, una de ellas, con cierto peligro para la propia sociedad: el apetito de autodestrucción que se enseñorea de nuestra época o la huida en viajes urgentes a ninguna parte, para volver quizá con nuevas dosis de frustración. Como ocurre tantas veces, el hombre antepone el placer a la salud; o el vértigo y el hedonismo a los valores más primordiales.

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