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I. LA SOCIEDAD ANÓNIMA COMO «EMPRESA GLOBAL» EN SUS ORÍGENES

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La vocación de empresa global de la sociedad anónima se aprecia con claridad en la evolución de su propio régimen1), instrumento fundamental para la expansión de los efectos económicos y sociales del capitalismo, «produciéndose una simbiosis esencial entre el desarrollo de este sistema económico y el de la sociedad anónima, como medio de primer orden para su avance, pero debiendo ésta fortalecerse por medio de su concentración. Fortaleza de la sociedad que implica; dentro de las grandes sociedades mercantiles; el ser el medio eficaz para la colecta del ahorro público, o si se quiere, para la acumulación del capital preciso para llevar adelante las grandes empresas. Movimiento que va en espiral y que nos pone de manifiesto la vinculación de las sociedades y el mercado de valores»2).

La concentración transnacional de las sociedades anónimas mediante su fusión3) es, por tanto, un elemento más, no extraordinario o excepcional, del sistema de economía de mercado o capitalista mediante el que se favorece la acumulación del capital preciso para llevar adelante las grandes empresas.

No cabe explicar el surgimiento de la sociedad anónima sin aludir al cambio institucional derivado de las limitaciones que para el desarrollo del capitalismo global imponían las formas jurídicas existentes para la capitalización de las empresas y la gestión del riesgo4). Así, «la combinación del capitalismo comercial y de la creciente colonización permitió la aparición de ciertas innovaciones. Por una parte, la empresa apareció con mayor claridad que nunca como componente institucional fundamental del capitalino en proceso de consolidación. La Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC por sus siglas en neerlandés), surgida en 1602, fue la más importante de una extensa lista de sociedades anónimas que nacieron en los siglos XVI y XVII en varios países –sobre todo en Holanda, Inglaterra y Francia‒ para dedicarse al comercio colonial. Por otra parte, aparecieron nuevas instituciones y prácticas del capitalismo financiero cuyos efectos se han mantenido hasta hoy»5) y cuya íntima relación con la sociedad anónima y la globalización económica no presenta dudas6).

En su desarrollo «se aprecia que esta sociedad (anónima) mediante cambios profundos y estructuras diferentes ha sido medio apto para el desarrollo de una determinada política económica (...).Ésta nace, sin perjuicio de las diversas figuras que le precedieron con la sociedades coloniales del siglo XVII, que se desarrollan como compañías privilegiadas, no sólo para la realización de actividades de carácter comercial, sino con facultades que corresponden a la soberanía del propio Estado que las crea, confiriendo a estas compañías la posibilidad de construir fortificaciones, entablar guerras, sellar tratados comerciales, etc.; privilegios conferidos en principio por Holanda e Inglaterra, y que tras los proyectos de Olivares de creación de cinco compañías de comercio se constituyen en España en principio dos»7). Esas formas societarias iniciales van a demostrar su utilidad para administrar y gobernar la globalización que se desarrolla al socaire de los desarrollos surgidos con el descubrimiento de América («estamos ante un sueño milenario»8)) y los viajes transoceánicos. Ha de partirse de la idea de que «el imperio español americano, la más alta creación política de la humanidad europea, aquella que ha realizado en mayor escala Europa en el mundo, no fue fruto de la casualidad»9), pues la preparación técnica y vocación marinera van a ser factores determinantes de los viajes transoceánicos.

Efectivamente, «entre 1492 y 1522 todo un mundo nuevo se revela ante el viejo orbe cristiano, por obra de las exploraciones y conquistas de las gentes ibéricas»10). Pero es con el desarrollo del capitalismo cuando se constituyen las «compañías» para explotar el comercio ultramarino, para lo que «se requieren grandes capitales, y por este motivo surgen las sociedades por acciones. El ejemplo lo dio Inglaterra con la Compañía de Moscovia», creada en 1554 para lanzarse sobre el antiguo campo comercial del Hansa: primera sociedad por acciones para la realización de un solo viaje, concluido el cual se liquidará la sociedad. Poco después se introduce la mejora técnica de formar sociedades por acciones con carácter permanente. El comercio del Báltico, del Mediterráneo, de América y de las Indias orientales son los objetivos de las nuevas compañías. Pronto surgirá la inevitable rivalidad entre unas y otras. Ningún medio de locomoción nuevo se inventa, pero el tráfico mundial se ve favorecido por el perfeccionamiento de los ya existentes11). El origen de las sociedades por acciones o anónimas, está en aquellos instrumentos de expansión económica colonial, temprana manifestación de globalización económica12).

Desde 1594 los holandeses fundan compañías para realizar el comercio con Oriente, pero es en 1602 cuando se reúnen todas ellas en la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC), ya de carácter privado, bien que tutelada por el Estado. «Era una compañía increíblemente moderna desde todos los puntos de vista. Lo que sin embargo, la diferenciaba de las grandes empresas multinacionales que surgieron posteriormente, en los siglos XIX y XX, era su carácter de monopolio, con amplias competencias casi estatales»13). Tras un convulso periodo político que se da en aquellas latitudes, en 1621 se funda la Compañía de las Indias Occidentales, financiada por la Compañía de las Indias Orientales, «que servía de modelo para la organización de la nueva compañía, aunque en ésta se acentuara el carácter paraestatal»14), y que asumió derechos de otra compañía holandesa, fundada en 1614, para el comercio de pieles del norte de América. En 1607 se creó la Compañía de Londres, para explotación de los metales preciosos aparecidos en América (que acaba cultivando tabaco, con gran acogida en Europa). En 1664 fundaron los franceses una compañía para el comercio con Oriente. En España se fundan la compañía Guipuzcoana de Caracas en 1728, para el comercio del cacao y las Compañías de la Habana y Filipinas en 1733.

La creación de estas compañías supuso la «aparición de un elemento que se convertiría, durante la época contemporánea, en la institución económica predominante, a saber, la gran empresa moderna. Al principio de trataba de una nueva asociación provisional de individuos que aunaban sus esfuerzos y capitales para una tarea común o para alguna expedición mercantil, y para asegurar precios no competitivos en la compra y venta de los productos respectivos. En la Compañía Holandesa de las Indias Orientales, creada en 1602, el capital ya no estaba comprometido exclusivamente en un viaje o una actividad particular, sino que constituía la base permanente de todas las operaciones. Durante ese mismo período se constituyó la Compañía Británica de las Indias Orientales, institución que resultaría muy duradera (1600 a 1874) y en 1670 la corporación elegantemente denominada “Caballeros Aventureros Mercaderes de la Bahía de Hudson” (...). Por su parte la Compañía Francesa de las Indias Orientales obtuvo privilegios especiales en 1664. Estas compañías gozaron de auténticos monopolios concedidos para explotar las regiones que se les habían asignado o que habían escogido. El monopolio y el privilegio condujeron al conflicto, de tal manera que cada una de aquellas compañías se vio en la necesidad de resistir, mediante la amenaza del uso e incluso la utilización efectiva, de las armas, la penetración de las otras compañías dotadas también de privilegios de explotación monopolísticos similares. Esas compañías coloniales ejercían su actividad comercial monopolista en confrontación violenta, a menudo bélica 15)». Así, el gobierno de los Estados Generales de los Países Bajos concedió a la Compañía Holandesa de las Indias Orientales (VOC), «el derecho a ejercer todas las actividades comerciales al este del cabo de Buena Esperanza, así como una autorización para “librar guerras, celebrar contratos, tomar posesión de territorios y levantar fortalezas”. Y la VOC defendió aquellos derechos a menudo mediante una lucha armada con los competidores de otros países. Era muy fácil pasar del negocio capitalista a la participación en la guerra. Había años en los que aquella sociedad obtenía la mayor parte de sus ingresos de los barcos enemigos o competidores de los corsarios»16).

Las compañías coloniales dependían, para su fundación, de una decisión real que les podía conferir un estatus privilegiado, en el que se entremezclaban funciones económicas, administrativas y militares. Se corresponden con la primera época del capitalismo moderno de carácter esencialmente comercial, es el capitalismo mercantil o mercantilismo, que duró aproximadamente trescientos años, finalizando con el advenimiento de la Revolución Industrial, la Revolución norteamericana y la publicación de La Riqueza de las Naciones de Adam Smith17). A la proliferación de los mercados y el protagonismo de los mercaderes se le sumaron el descubrimiento de América y del Lejano Oriente, con lo que se iniciaron las expediciones transoceánicas, especialmente para el tráfico de metales preciosos. «El gran flujo de plata y oro contribuyó a fijar la atención de mercaderes y gobiernos sobre estos metales y sobre las políticas más eficaces para incrementar su cantidad, ya fuera de su propiedad o bajo su control. Esto último, en particular, fue el elemento decisivo para la concepción y la política del mercantilismo»18).

La vinculación entre sociedad anónima y los mercados de valores, se muestra con característica globalidad en estas formas iniciales de sociedades anónimas. «Las acciones de los monopolios en el negocio de las colonias representaban una parte importante de los títulos que se comercializaban en las bolsas. El capital se consolidó como mercancía y los elementos especulativos que surgían entorno a él crecieron de forma explosiva. De este modo, no sólo aumentaron las perspectivas de obtener unos beneficios espectaculares, sino también el riesgo de sufrir enormes pérdidas, que pronto no solo afectaron a un pequeño número de capitalistas comerciales activos y profesionales, sino también a una cantidad creciente de pequeños y grandes inversores, procedentes de amplias capas de la población, que a lo largo del siglo XVII aprendieron en las metrópolis de la Europa occidental a buscar suerte en las bolsas, a apostar, a invertir y a especular»19).

La fusión transfronteriza de sociedades anónimas en derecho español y europeo

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