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Los Decanos

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Ariel Collazo, fundador del Movimiento Revolucionario Oriental (MRO) y del Frente Izquierda de Liberación (FIDEL) lista 1001, publicó en el año 2004 Historia de una pasión política. En la pag.59 afirma:

«[...] la primera expropiación de un banco con fines políticos la realizaron anarcos de La Teja en el año 1958. Fue en La Caja Obrera sucursal Paso Molino. No hay que olvidarse que en 1956 se había fundado la Federación Anarquista Uruguaya (FAU). Tiempo después, al ser detenidos los autores, aparecieron como delincuentes comunes. Según la policía, se encontró una pista al investigarse ayudas económicas, que habían recibido familias necesitadas del barrio. Fueron defendidos por nuestro compañero «Lalo» Cogan. Cabe destacar que se intentó una fuga de Miguelete, pero sin éxito [...]»

El asalto al Banco La Caja Obrera se realizó el 4 de julio de 1958, por cinco hombres armados que actuaron con la cara cubierta con pañuelos negros.

Durante semanas, las tapas de los diarios y revistas de Montevideo y Buenos Aires giraron en torno al hecho. En esos tiempos no existía una sección «Policiales» como hoy.

Se hacía mención de los robos, generalmente sin desarrollar la noticia, en la sección «Informaciones».

Acción, diario de la noche, demoró su salida para cubrir la novedad. El título, en letras gigantes, decía: «Asaltaron Banco en el Paso Molino. Se llevaron 265.000 pesos!» Más abajo un subtítulo: «Barreras cerradas de 13:08 a 13:12 y de 13:14 a 13:18».

Como el operativo comenzó a las 13:04 y duró entre 4 y 5 minutos, las benditas barreras, ubicadas a unos 15 metros, producían un embotellamiento gigante, dando oportunidad a que los asaltantes fugaran tranquilamente para el lado del río. Durante semanas se analizó el tema de las barreras hasta el cansancio, para confirmar la capacidad de los delincuentes en «su planificación».

En esa época no existía el viaducto, que hoy permite al tránsito circular por encima del ferrocarril.

El Pais del sábado 5, insólitamente, dedica dos páginas al hecho. Una gran foto del exterior del Banco muestra una multitud que llena la esquina de Agraciada y Marcelino Díaz y García. Hay reportajes a cada uno de los ocho empleados, que no pueden creer lo que vivieron.

«Fuentes confidenciales» de la policía nos afirmaron, que eran delincuentes argentinos por «su profesionalidad». La calma con que actuaron y al mismo tiempo la firmeza de las órdenes, «no se hagan los héroes» gritó el presunto jefe, cuando saltó detrás del mostrador, acompañado de sus secuaces.

Lo cierto es que el gobierno estaba muy preocupado. El jefe de policía y los encargados de todos los departamentos se hicieron presentes: inteligencia, dactiloscopia y los comisarios de las zonas vecinas.

El Acción, en los días que siguieron, se inclinó por la pista de los marginales, siguiendo las declaraciones del gerente del banco, que no podía ocultar la indignación. «Atorrantes», «mal entrazados, eran unos muertos de hambre», «a 2 de ellos, le puedo asegurar, que a pesar de sus pañuelos, se veía que le faltaban casi todos los dientes. Era muy desagradable mirarlos».

Apareció la camioneta usada para la acción, que había sido robada previamente en la estación de AFE. Según El Pais, era una sutileza más de los ladrones, que seguramente no habían tomado un tren para el interior, sino que se habían ido en barco a Buenos Aires. Agregaba el diario que las investigaciones dejaban ver la capacidad y el oficio en plantearse un plan y seguirlo paso a paso. Habían usado guantes «color patito» y no negros. No se encontraron huellas digitales. Quedaba la idea de que la policía era incapaz, como lo era el gobierno en su conjunto. Faltaban 4 meses para las elecciones y el diario, que respondía a los blancos, aprovechaba la ocasión para criticar. Eso explica un cierto racismo de Acción, diario del gobierno y ya en campaña electoral. Sentían la derrota que se venía y ese asalto inesperado e incomprensible, los molestaba.

Hubo varios días sin novedades. Hermetismo policial, titulaban todos los diarios, sin que trascendieran a la opinión pública las informaciones que recibían de sus colegas porteños descartando la pista argentina. Esto acrecentaba la preocupación al nivel político.

Una semana después nos enteramos que toda la policía estaba en estado de alerta máxima y que se habían suspendido las licencias. El 7 de julio se produjo una batida gigante en el Cerro, La Teja, Nuevo París.

«Con los perros hemos revisado casa por casa y hemos dado vuelta todos los ranchos y casillas de esas zonas». Nada, ni una sola pista de las docenas de informantes. Pasan por Jefatura, por lo menos dos veces, todos los delincuentes con antecedentes.

Los chorros calvos son los que más sufren. En las declaraciones de los funcionarios, se informó que al hombre que llevaba el gran portafolio con la plata, le dijeron 2 veces «pelado».

En el oeste montevideano hay una especie de «estado de sitio» al pobrerío. El presidente presiona y la policía se pone nerviosa. Sobre fin de año vuelve a la prensa la pista argentina. Se mencionan los nombres de cuatro pistoleros. Son de los más duros y cada uno de ellos es acusado de varias muertes, pero no están a la vista.

Sorprende un poco esa mirada superficial de la prensa, dejando de lado la profunda crisis social que generaba una violencia creciente en la sociedad. Es que todavía estaban vivos los mitos de las clases medias batllistas: «Como el Uruguay no hay» o «La Suiza de América». Pero los jóvenes del Cerro y La Teja, y también de los vecinos Belvedere y Paso Molino, vivían otra realidad e iban buscando otros caminos.

Estafar un banco... ¡Qué placer!

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