Читать книгу Estafar un banco... ¡Qué placer! - Augusto "Chacho" Andrés - Страница 5

Comienzo tienen las cosas

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Eran las dos de la madrugada cuando alguien dijo más o menos así:

—Hay que escribir «La novela histórica y social», que cuente las historias de esa desordenada construcción libertaria de gérmenes de poder obrero y popular.

Varios compañeros escuchaban en silencio. Estábamos en una reunión de sobrevivientes, ex desaparecidos de Orletti, en la hora de las despedidas.

Contagiado por la verba florida me tiro al agua.

—En ese fresco social tiene que estar el Penal de Punta Carretas y su rica historia, marcada a fuego por la impronta anarquista y tupamara.

Días después, me detuve a observar la ilustración de los tres Mosqueteros en la tapa de un libro infantil. Desenfadados, desprolijos en el vestir, no tenían nada de marciales. Todos para uno, uno para todos. Y se me hizo la luz. Vi en ellos a Pocho, a Roger y al Plomito, con los que haríamos tareas en conjunto en setiembre del 1976, en Buenos Aires. Al igual que los tres Mosqueteros, que eran cuatro, apareció el cuarto, el «gaucho» Idilio, que no llegó solo; Domingo Aquino lo acompañaba. El último en unirse en su caballo moro, fue Martín «el matrero» y primo de Domingo.

Entrañables personajes, nuestros héroes no son «grandes hombres» sino personas sencillas, tienen humor y en cada hecho que protagonizan, forman parte de un colectivo y reflejan la sociedad en que viven. Son pobres y actúan identificados con su pertenencia social. Sufrieron en carne propia la prepotencia patronal y la violencia policial. Saben que los de abajo no son «iguales ante la Ley». Por eso la acción directa es, para ellos, una respuesta apropiada y natural.

Del otro lado del atlántico aparece un albañil anarquista. Lucio Urtubia concreta «el sueño dorado»: defraudar al First National City Bank of New York, en 25 millones de dólares, según los rumores de la época. El 5 de diciembre del 2008, en un reportaje en Brecha, Lucio insiste en que robar un banco fue: «el mayor placer de mi vida». Al borde de la quiebra, el presuntuoso banco tuvo que cambiar de nombre. Dejó de ser First y pasó a llamarse City Bank.

Este no es un libro neutro. Al elegir el tema ya había tomado partido por los personajes. Hay esbozos biográficos de los mismos, logrados con lectura de libros y de diarios de la época. Hay también muchos dialogos. Soy conciente que, como dicen los historiadores, son interesados y la memoria se puede equivocar o ser selectiva.

Es un trabajo colectivo en el que participaron con entusiasmo familiares, amigos y vecinos de Mechoso, Soba, De León y Julién.

Mi agradecimiento a: Patricio Zuloaga que empujó, Marta Casal de Gatti que leyó, corrigió y enseñó y Edelweiss Zahn por ser y estar.

También a: Maria Bahroum, Zelmar Dutra, Violeta Malet, Alicia, Hernán, Pepe, Magali, a los amigos trabajadores de la Imprenta Aragón y a mis hijos Julia y Diego y Tamara, mi nieta.

Estafar un banco... ¡Qué placer!

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