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III. ANTECEDENTES DEL PERFILADO CRIMINAL

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Para entender cómo la técnica ha llegado a día de hoy con tan buen estado de salud merece la pena echar la vista atrás unas décadas y hacer un somero repaso a lo que ha sido su devenir. El denominado perfilado clásico surgió en los años 60 y fue desarrollado en Estados Unidos principalmente por instituciones de investigación criminal. Se trata de la denominada aproximación clínica a través de la que expertos con un extenso bagaje y experiencia en este campo de estudio, especialmente psiquiatras o perfiladores policiales, confeccionaban los llamados perfiles sin seguir ninguna metodología descrita previamente. A lo largo de la década de los 70, agentes del FBI sistematizaron la técnica, desarrollando el denominado Criminal Investigative Analysis (CIA). Mediante este protocolo se perseguía el aumento de la tasa de esclarecimiento en casos de criminalidad violenta en serie o continuada a través del análisis de la escena del crimen, de la que se podrían realizar inferencias que delimitaran, en cierta manera, la búsqueda del posible delincuente (HICKS y SALES, 2008)9. No obstante, la aproximación norteamericana a las técnicas de perfilado siguió contando con un fuerte componente intuitivo y basaba su eficacia principalmente en la experiencia profesional del investigador-perfilador y no tanto en la validez empírica de la metodología utilizada (PINIZZOTTO y FINCKEL, 1990)10.

Posteriormente, como continuación a la aproximación clínica del FBI y al objeto de dar respuesta a las serias limitaciones que presentaba la perfilación de base intuitiva, se introdujo el uso de herramientas de análisis estadístico. De esa forma, son muchos autores los que apostaron por la posibilidad de desarrollar una metodología que, basada en el espíritu del perfilado, permitiera realizar predicciones sobre un determinado sospechoso a través del estudio estadístico de otros crímenes similares resueltos con anterioridad (JAKSON y BEKERIAN, 1997; DAVIES, WITTERBROOD y JACKSON, 1997; MOKROS, 1999; CANTER, 2004)11, surgiendo así la denominada aproximación estadística.

David CANTER, a principios de los 90, fue pionero en el desarrollo de una metodología de base estadística denominada Investigative Psychology y que evolucionó rápidamente hasta llegar a convertirse en una disciplina con entidad propia dentro de la Criminología y la Psicología (CANTER y YOUNGS 2009)12. El objetivo es ayudar a los investigadores criminales a entender mejor el caso objeto de análisis y a predecir las características del sospechoso que con más probabilidad haya cometido el delito en cuestión. Para ello, a lo largo de estas tres décadas, diferentes investigadores incardinados en la escuela de Canter han tratado de establecer tanto tipologías dentro de grupos de criminales (incendiarios y delincuentes contra la propiedad) como relaciones estadísticamente significativas entre variables del hecho o de la escena del crimen y características que permitieran identificar o, al menos, priorizar sospechosos de agresiones sexuales, violaciones y homicidios. Asimismo, ha dado lugar a una corriente práctica denominada Behavioral Investigative Advice (ALISON y RAINBOW, 2011)13. Los profesionales que siguen esta corriente hacen uso de las técnicas de perfilado como un método dirigido a asesorar a los investigadores policiales al objeto de facilitar el esclarecimiento de casos que presentan un fuerte componente personal y en el que la interacción entre víctima y victimario ha tenido una entidad tal que ha dejado rastros conductuales suficientes. Así, a través del análisis estadístico de esas variables conductuales se puede inferir la probabilidad de algunas características personales del autor desconocido, facilitando el acotamiento de la búsqueda del delincuente o, incluso, su identificación (véase, ALMOND et al., 2018; ALMOND, McMANUS y CURTIS, 2018; IVASKEVICS y ALMOND, 2019)14.

También son especialmente reconocidos los trabajos de Richard N. KOCSIS quien, dando un paso más, trató de estudiar la posibilidad de predecir las características de un delincuente desconocido a través del estudio de las variables relativas al modus operandi que estos desarrollan durante la comisión del hecho delictivo (Crime Action Profiling). Además, KOCSIS abordó otros temas transversales como la capacidad predictiva de la técnica e, incluso, las habilidades que debe tener un analista o experto en perfilación criminológica (KOCSIS, IRWIN, HAYES y NUNN, 2000; KOCSIS, 2003; KOCSIS y PALERMO, 2007)15.

En estas mismas líneas de trabajo, desde una perspectiva especialmente criminológica y aplicada a la investigación policial, se encuadra la escuela de Cambridge, encabezada por los profesores Bryanna FOX y David P. FARRINGTON, quienes desarrollaron el denominado Evidence-Based Offender Profiling16, y ofrecen formación especializada a decenas de miembros de instituciones policiales de varios países cada año.

En la actualidad, un amplio grupo de académicos y profesionales han seguido estas líneas de razonamiento inductivo, convirtiéndose en un campo muy prolijo en el desarrollo de estudios sobre perfilado criminal con una visión eminentemente aplicada. En este sentido, se han obtenido avances significativos en cuanto al análisis de variables del hecho en sí (obtenidas de la observación directa de las características de la escena del crimen y del resultado de los exámenes criminalísticos y forenses, del contexto del entorno, del momento en el que se produjeron los hechos y de la información obtenida de las declaraciones de intervinientres en el hecho) y su relación con posibles características identificativas de los criminales (antecedentes criminales y otras características sociodemográficas como la edad, la nacionalidad y el lugar de residencia, entre otras). Todo ello ha conducido a la conciencia generalizada en sectores académicos y profesionales de la importancia de introducir metodologías de base científica en los procedimientos habituales de investigación criminal.

Por último, desde perspectiva puramente deductiva, cabe mencionar la metodología desarrollada por Brent E. TURVEY, denominada Behavioral Evidence Analisys (TURVEY, 2012)17. No se trata de una aproximación clínica ni estadística, sino más bien de un sistema de clasificación de la evidencia, un método de trabajo y organización de la información extraída de la escena del crimen al objeto de que el proceso de inferencia que se lleve a cabo a través de la interpretación de la evidencia se encuentre libre de sesgo y de influencias heurísticas del analista.

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