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4. ¿Perspectiva de futuro?

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Como decimos, la sequía y escasez de agua pueden ocasionar importantes pérdidas humanas y materiales, así como tremendos daños medioambientales pudiendo afectar al mantenimiento de los caudales ecológicos, a la superveniencia de las especies (incluida la nuestra) y al equilibrio de los ecosistemas.

En relación a ello, reputadas investigaciones científicas relatan una extensa y preocupante lista de los impactos que pueden provocar estos fenómenos distinguiendo los siguientes:

– Impactos en los ecosistemas: cambios fenológicos en fauna y flora, y cambio y/o pérdida de biodiversidad (reducción de hábitat de especies fluviales, desertificación…); estrés hídrico de la vegetación, debilitamiento de la masa forestal e incremento de la propagación de enfermedades y plagas; activación de incendios forestales; aumento de los costes de mantenimiento de la infraestructura verde; modificación y/o desaparición de paisajes (terrestres y acuáticos); y, eutrofización de masas de agua superficiales.

– Impactos en la salud: afectación a la salud (aumento de la mortalidad y la morbilidad durante sequías relacionadas con temperaturas extremas), sobre todo, en la ciudadanía anciana, infantil, o con enfermedades; incremento de enfermedades infecciosas traídas en el agua, debidas a la sequía y menor dilución de contaminantes; y, reproducción de ciertos vectores infecciosos como los mosquitos debido al aumento del volumen de aguas estancadas y de la temperatura y enfermedades respiratorias y dérmicas debidas a la sequedad y polvo.

– Impactos en los recursos hídricos: disminución de las reservas de agua y aumento de las restricciones; reducción de cauces superficiales y mayor duración del estiaje de ríos y arroyos; contaminación de las reservas de agua y perturbaciones en el equilibrio ecológico de los ríos; intrusión salina por sobreexplotación del acuífero costero; disminución del nivel de agua freática e impacto en la rentabilidad de las explotaciones de saneamiento de agua freática; y, aumento de la demanda de agua para el mantenimiento de las áreas verdes urbanas.

– Impactos sobre la agricultura, ganadería y piscicultura: pérdida de tierras aptas para cultivo por falta de humedad, salinización y desertificación del suelo; disminución del rendimiento y empeoramiento de la calidad de los cultivos; disminución de la actividad fotosintética, debilitamiento de las especies de cultivo e incremento de la propagación de enfermedades, hongos y plagas por estrés hídrico; activación de incendios; y, cambios en la cantidad o en el tipo de especies piscícolas capturadas.

– Impactos en diversas actividades económicas: principalmente en el sector hotelero y turismo y en el industrial por la escasez de recursos hídricos; y, competencia y enfrentamientos entre diferentes colectivos/sectores por la obtención de recursos hidráulicos.

– Impactos sobre la energía: ineficiencia de la producción hidroeléctrica debida a los cambios de precipitación y temperatura; reducción en la capacidad de producir recursos geotérmicos de baja temperatura por la disminución del caudal de los acuíferos; interrupción de la actividad de centrales eléctricas por la dificultad de refrigeración debida al estrés hídricos.

– Impactos sobre la sociedad: Aumento de precios del agua y los alimentos59.

Las consecuencias de la sequía y la escasez son, por ende, claramente nefastas.

Finalmente, y para tratar de responder a la pregunta sobre si existe alguna perspectiva de futuro, estimamos muy oportuno traer aquí a colocación el proyecto PESETA II (JRC, por sus siglas en inglés) “Impactos climáticos en Europa”, que es el informe de síntesis final del proyecto PESETA II (Proyection of Economic impacts of climate change in Sectors of the European Union based on boTtom-up Analysis) desarrollado por el Centro de Investigación Conjunto de la Comisión Europea. Este proyecto realiza varias estimaciones para finales del s. XXI y valora los impactos climáticos en el periodo 2071-2100 en comparación con el de referencia (1961–1990), estudiando cinco grandes regiones de la Unión Europea60. En concreto, efectúa un análisis de diez ítems de impacto biofísico (agricultura, energía, crecidas fluviales, sequías, incendios forestales, infraestructuras del transporte, costas, turismo, salud humana e idoneidad de los hábitats para las especies forestales), y realiza varias simulaciones considerando cuatro posibles escenarios climáticos (un escenario en el que se mantienen las actuales emisiones de carbono y que supone para finales del s. XXI un calentamiento global de 3,5 °C sobre la media preindustrial; otros dos que incluyen ligeras variaciones sobre el anterior escenario (una levemente más cálida y seca y otra levemente más húmeda y fría); y, un cuarto escenario suponiendo que se reducen las emisiones de carbono a las que se comprometieron los países en el Acuerdo de París, y que, de momento, no se han cumplido, lo que implicaría una limitación en el calentamiento global a finales del s. XXI a 2 °C por encima de la media preindustrial. Tras el citado análisis concluye que, si no se hace nada por evitarlo, en el supuesto de que tengamos 3’5 °C más de temperatura en el año 2080, los daños económicos climáticos tendrán un coste para Europa de como mínimo 190.000 millones de euros, de los cuales, más de la mitad se deberán a muertes prematuras61. A ello debemos añadir que estas fatídicas previsiones se han recrudecido a la luz del recentísimo informe del IPCC publicado el 9 de agosto de 2021, y que ha sido calificado por el Secretario General de la ONU, António Guterres, como “un código rojo para la humanidad” donde se remarca que, en el peor de los escenarios, si no reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, a finales de este siglo se llegaría a un incremento de 4,4 grados, lo que multiplicaría la intensidad y frecuencia de los fenómenos meteorológicos extremos como las sequías62. El cambio es, por consiguiente, no solo necesario, sino acuciante.

Es tal el panorama que, según los más reputados estudios, las demandas de recursos hídricos pueden dar lugar a una escasez del 40% del suministro mundial de agua, tan solo de aquí a 2030, por tanto, es esperable un cercano futuro con una cruenta competencia por el acceso al agua potable, lo que a su vez tendrá importantes consecuencias de índole social, económica, ambiental e, incluso, geopolítica a nivel mundial63 siendo el desencadenante de futuras guerras64 y tensiones sociales65. Por ello, resulta esencial estudiar y planificar las medidas de actuación en el contexto más pacífico posible, particularmente, en épocas de normalidad no solo para paliar, en la medida de lo posible, estos impactos, sino porque la gestión planificada en este contexto resultará más fácil de manejar. Se trata ésta, por consiguiente, de una labor a abordar de forma inexorable y sin dilación alguna. Y ello, porque particularmente en España, lamentablemente, según las nuevas proyecciones climáticas efectuadas por el CEDEX, las estimaciones realizadas prevén su agudización, pronosticándose de manera general una reducción de recursos hídricos en España a medida que nos adentremos en el s. XXI y, por lo tanto, un aumento de la escasez de agua en nuestro territorio66, y porque el reciente informe del IPCC de 9 de agosto de 2021 señala a España como una de las regiones a las que más afectará el cambio climático con una fuerte disminución de las precipitaciones, incremento de olas de calor, sequías e incendios. Ante este sombrío panorama, los Poderes públicos no pueden quedar impasibles, estando su intervención desde el Derecho más que justificada y siendo absolutamente incuestionable la necesidad de poner en marcha todos los mecanismos posibles para prevenir y evitar, estas situaciones. El cambio, a nuestro juicio, no debe hacerse esperar.

Dicho esto, antes de analizar las medidas jurídicas que se pueden y deben adoptar, nos resta acometer una labor previa importante que consiste en aclarar qué se entiende, en concreto, por situaciones de sequía y escasez, ya que, aunque pueda parecer a priori una cuestión superflua, vamos a ver que, en realidad, la definición de estos escenarios posee muchos más matices de los previamente esperados.

Régimen jurídico administrativo de la sequía y escasez hídrica

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