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(4) El río Ganges

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En Rājagaha, en el Bosquecillo de Bambú, en el Santuario de las Ardillas, cierto brahmán se acercó al Bienaventurado, le ofreció sus respetos y se sentó a su lado. Una vez sentado a un lado, el brahmán le preguntó: «Maestro Gotama, ¿cuántos ciclos cósmicos han pasado y transcurrido?».

«Brahmán, muchos son los ciclos cósmicos que han pasado y transcurrido. No es fácil calcularlos y decir que son tantos ciclos cósmicos, o tantos centenares de ciclos cósmicos, o tantos miles de ciclos cósmicos, o tantos centenares de miles de ciclos cósmicos».

«¿Pero es posible expresarlo con un símil, maestro Gotama?».

«Es posible, brahmán», dijo el Bienaventurado. «Imagínate, brahmán, los granos de arena que hay entre el punto donde nace el río Ganges y el punto donde desemboca en el gran océano: no es fácil calcularlos y decir que son tantos granos de arena, o tantos centenares de granos de arena, o tantos miles de granos, o tantos centenares de miles de granos. Brahmán, los ciclos cósmicos que han pasado y transcurrido son todavía más numerosas que esto. No es fácil calcularlos y decir que son tantos ciclos cósmicos, o tantos centenares de ciclos cósmicos, o tantos miles de ciclos cósmicos, o tantos centenares de miles de ciclos cósmicos. ¿Por qué razón? Porque el origen del saṃsāra es inconcebible, brahmán. No se puede conocer el principio del deambular y transmigrar de los seres impedidos por la ignorancia y trabados por el deseo. Durante mucho tiempo, brahmán, has experimentado sufrimiento, confusión y calamidades, y has hecho crecer los cementerios. Por ello, brahmán, es necesario desengañarse de todas las construcciones intencionales, es necesario desapegarse de ellas, es necesario liberarse de ellas».

(SN 15:8; II 183-184)

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