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(2) La Realización de los tres conocimientos verdaderos

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11. [Saccaka preguntó al Bienaventurado:]15 «¿Es que el venerable Gotama no ha experimentado nunca sensaciones tan placenteras que se apoderan de su mente y se instalan en ella? ¿Es que el venerable Gotama no ha experimentado nunca sensaciones tan dolorosas que pudieran apoderarse de su mente e instalarse en ella?».

12. «¿Por qué no ha de poder ser, Aggivessana? He aquí, Aggivessana, que antes de mi iluminación completa, siendo todavía un Bodhisatta sin iluminar completamente, pensé: “La vida en el hogar es agobiante y estresante. La vida sin hogar es al aire libre. No es fácil viviendo en un hogar practicar la vida de santidad en su máxima integridad y completamente pura hasta el final, brillante como la madreperla. ¿Y si me cortase el pelo y la barba, y poniéndome el hábito anaranjado diera el paso de la vida en el hogar a la vida sin hogar?”.

13-16. »Al cabo de un tiempo, siendo todavía un joven pelinegro, dotado del divino tesoro de la juventud, en la flor de la vida… [Como en los párrafos 14-17 del texto II,3(1)]… Y allí me senté pensando: “En verdad que el lugar es idóneo para el esfuerzo”.

17. »Entonces, Aggivessana, se me ocurrieron tres símiles nunca antes oídos. Imagínate un trozo de madera verde y húmeda sumergida en el agua y un hombre que se acercara a ella con un palo pensando: “Encenderé un fuego y generaré calor”. ¿Qué te parece, Aggivessana? ¿Será capaz ese hombre de encender un fuego y generar calor frotando su palo con el trozo de madera verde y húmeda sumergida en el agua?».

«No, maestro Gotama, porque se trata de un trozo de madera verde y húmeda sumergida en el agua. Ese hombre no hará más que cansarse y exasperarse».

«De igual modo, Aggivessana, aquellos ascetas y brahmanes que no viven con el cuerpo separado de los placeres de los sentidos, que no han abandonado ni sosegado íntegramente en su interior el deseo sensual, el deseo obsesivo, el deseo obnubilado, el deseo ansioso y el deseo ardiente por los placeres de los sentidos, aunque sientan dolores penetrantes y punzantes provocados por el esfuerzo, están incapacitados para el conocimiento y la visión, la insuperable y completa iluminación. Éste es, Aggivessana, el primer símil nunca antes oído que se me ocurrió.

18. »Luego, Aggivessana, se me ocurrió el segundo símil nunca antes oído. Imagínate un trozo de madera verde y húmeda que está en tierra firme lejos del agua y un hombre que se acercara a ella con un palo pensando: “Encenderé un fuego y generaré calor”. ¿Qué te parece, Aggivessana? ¿Será capaz ese hombre de encender un fuego y generar calor frotando su palo con el trozo de madera verde y húmeda que está en tierra firme lejos del agua?».

«No, maestro Gotama, porque se trata de un trozo de madera verde y húmeda, aunque esté en tierra firme lejos del agua. Ese hombre no hará más que cansarse y exasperarse».

«De igual modo, Aggivessana, aquellos ascetas y brahmanes que no vivan con el cuerpo separado de los placeres de los sentidos, que no hayan abandonado y sosegado íntegramente en su interior el deseo sensual, el deseo obsesivo, el deseo obnubilado, el deseo ansioso y el deseo ardiente por los placeres de los sentidos, aunque sientan dolores penetrantes y punzantes provocados por el esfuerzo, están incapacitados para el conocimiento y la visión, la insuperable y completa iluminación. Éste es el segundo símil nunca antes oído que se me ocurrió.

19. »Luego, Aggivessana, se me ocurrió el tercer símil nunca antes oído. Imagínate un trozo de madera seca y sin humedad que está en tierra firme lejos del agua y un hombre que se acercara a ella con un palo pensando: “Encenderé un fuego y generaré calor”. ¿Qué te parece, Aggivessana? ¿Será capaz ese hombre de encender un fuego y generar calor frotando su palo con el trozo de madera seca y sin humedad que está en tierra firme lejos del agua?».

«Sí, maestro Gotama, porque se trata de un trozo de madera seca y sin humedad que está en tierra firme y lejos del agua».

«De igual modo, Aggivessana, aquellos ascetas y brahmanes que viven con el cuerpo separado de los placeres de los sentidos, que han abandonado y sosegado íntegramente en su interior el deseo sensual, el deseo obsesivo, el deseo obnubilado, el deseo ansioso y el deseo ardiente por los placeres de los sentidos, tanto si sienten dolores penetrantes y punzantes como si no los sienten, esos sí que están capacitados para el conocimiento y la visión, la insuperable y completa iluminación.16 Éste es el tercer símil nunca antes oído que me vino a la cabeza. Estos son los tres símiles nunca antes oídos que se me ocurrieron.

20. »Pensé: “¿Y si, apretando los dientes con la lengua tocando el paladar, sometiera, subyugara y dominara la mente con la mente?”. Y con los dientes apretados y la lengua tocando el paladar, sometí, subyugué y dominé la mente con la mente. Haciendo tal esfuerzo, me corría el sudor por las axilas. Al igual que un hombre fuerte, agarrando por la cabeza o los hombros a un hombre débil, lo sometería, subyugaría y dominaría, apretando los dientes con la lengua tocando el paladar, sometí, subyugué y dominé la mente con la mente y me corría el sudor por las axilas. Pero, Aggivessana, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, mi cuerpo estaba agitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Sin embargo, Aggivessana, las sensaciones de dolor surgidas no se apoderaron de mi mente ni se instalaron en ella.17

21. »Entonces, Aggivessana, pensé: “¿Y si me concentrara en meditar sin respirar?”, de manera que, Aggivessana, dejé de inspirar y espirar por boca y nariz. Al hacer eso, me zumbaban poderosamente los oídos como cuando sopla un fuerte viento. Como el fuerte resuello del fuelle de un herrero, al dejar de inspirar y espirar por boca y nariz, me zumbaban poderosamente los oídos. Pero, Aggivessana, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, mi cuerpo estaba agitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Sin embargo, Aggivessana, las sensaciones de dolor surgidas no se apoderaron de mi mente ni se instalaron en ella.

22. »Luego, Aggivessana, pensé: “¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?”, de manera que, Aggivessana, dejé de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos. Al hacer eso, me zumbaba poderosamente la cabeza como cuando sopla un fuerte viento. Como si un hombre fuerte me clavara una espada afilada en la cabeza, al dejar de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos, me zumbaba poderosamente la cabeza. Pero, Aggivessana, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, mi cuerpo estaba agitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Sin embargo, Aggivessana, las sensaciones de dolor surgidas no se apoderaron de mi mente ni se instalaron en ella.

23. »Luego, Aggivessana, pensé: “¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?”, de manera que, Aggivessana, dejé de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos. Al hacer eso, sufrí fuertes dolores de cabeza. Como si un hombre fuerte me estrujara la cabeza con una correa de cuero, al dejar de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos, sufrí fuertes dolores de cabeza. Pero, Aggivessana, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, mi cuerpo estaba agitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Sin embargo, Aggivessana, las sensaciones de dolor surgidas no se apoderaron de mi mente ni se instalaron en ella.

24. »Luego, Aggivessana, pensé: “¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?”, de manera que, Aggivessana, dejé de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos. Al hacer eso, fuertes zumbidos de vientos me desgarraban el vientre. Como si un carnicero experto o su aprendiz destripasen una res con un afilado cuchillo de carnicero, al dejar de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos, fuertes zumbidos de vientos me desgarraban el vientre. Pero, Aggivessana, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, mi cuerpo estaba agitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Sin embargo, Aggivessana, las sensaciones de dolor surgidas no se apoderaron de mi mente ni se instalaron en ella.

25. »Luego, Aggivessana, pensé: “¿Y si me concentrara aún más en meditar sin respirar?”, de manera que, Aggivessana, dejé de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos. Al hacer eso, el cuerpo me ardía intensamente. Como si dos hombres fuertes, agarrando por ambos brazos a un hombre débil, lo abrasaran sobre un pozo de carbones al rojo, al dejar de inspirar y espirar por boca, nariz y oídos, el cuerpo me ardía intensamente. Pero, Aggivessana, a pesar de poner infatigable energía y establecer ininterrumpida atención, mi cuerpo estaba excitado y desasosegado por el doloroso esfuerzo al que fue sometido. Sin embargo, Aggivessana, las sensaciones de dolor surgidas no se apoderaron de mi mente ni se instalaron en ella.

26. »Entonces, Aggivessana, al verme en tal estado, algunos dioses decían: “El asceta Gotama ha muerto”; otros dioses decían: “El asceta Gotama no ha muerto, pero está moribundo”; otros dioses decían: “El asceta Gotama ni ha muerto ni está moribundo, el asceta Gotama es un Arahant y así es como viven los Arahants”.

27. »Luego, Aggivessana, pensé: “¿Y si dejara de comer del todo?”. Entonces, los dioses se me acercaron y me dijeron: “Señor, no dejéis de comer del todo, si lo hacéis, os alimentaremos con la comida de los dioses a través de los poros de la piel y os sustentaréis con ella”. Entonces, pensé: “Si afirmo que practico la abstinencia, pero los dioses me alimentan con su comida y me sustento con ella, entonces, estaré mintiendo”. De manera que, Aggivessana, desistí diciendo a los dioses: “Está bien”.

28. »Después, Aggivessana, pensé: “¿Y si comiera sólo un poco cada vez, una sola cucharada de sopa de judías o de lentejas o de garbanzos o de guisantes?”. Así lo hice y mi cuerpo quedó extenuado. De comer tan poco, mis miembros parecían los tallos de una enredadera marchita, mi trasero, la pezuña de un buey, mis vértebras, las cuentas de un abalorio, mis costillas sobresalían como las canaleras de un tejado en ruinas, mis ojos se hundían en sus órbitas como el agua en un pozo profundo, mi cuero cabelludo se arrugaba y encogía como una calabaza verde y amarga que, arrancada antes de tiempo, expuesta al viento y al sol, se arruga y encoge. La piel del vientre llegó a pegarse a mi espina dorsal, y si se me ocurría tocarla, era mi espina dorsal lo que tocaba, si se me ocurría tocar mi espina dorsal, era la piel de mi vientre lo que tocaba. Cuando tenía que hacer mis necesidades, me caía de bruces allí mismo. Aggivessana, si trataba de aliviarme dándome friegas, el pelo, podrido en sus raíces, se me caía a medida que iba dando friegas.

29. »Aggivessana, algunos hombres al verme decían: “El asceta Gotama es negro”, otros decían: “El asceta Gotama no es negro, sino moreno”, otros decían: “El asceta Gotama no es ni negro ni moreno, es amarillo”. Hasta ese punto, Aggivessana, el puro y limpio color de mi piel se deslució, y todo ello de comer tan poco.

30. »Entonces pensé: “Ha habido en el pasado, habrá en el futuro y hay también hoy en día ascetas y brahmanes que han experimentado dolores penetrantes y punzantes provocados por el esfuerzo, pero no los hay que en nada superen a éstos. Sin embargo, no he llegado a través de ellos a ningún estado sobrehumano ni a ningún conocimiento y visión propios de los Nobles, ¿no será otro el camino hacia la iluminación?”.

31. »Entonces, Aggivessana, recordé: “Un día, cuando mi padre, del clan de los Sakyas, estaba trabajando, yo me encontraba sentado tomando la fresca a la sombra de un árbol. Allí, retirado de los deseos sensuales, retirado de los estados mentales perjudiciales, alcancé el primer jhāna, en el que hay gozo y felicidad nacidos del retiro y va acompañado de ideación y reflexión, y moré en él.18 ¿No podría ser ése el camino hacia la iluminación?”. Y, Aggivessana, a la luz de este recuerdo, comprendí: “Ese es el camino hacia la iluminación”.

32. »Entonces, Aggivessana, pensé: “¿Por qué temer a una felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con estados mentales perjudiciales?”. Y, Aggivessana, me dije: “No temo a esa felicidad que no tiene nada que ver con los placeres de los sentidos ni con estados mentales perjudiciales”.

33. »Entonces, Aggivessana, pensé: “No es fácil lograr esa felicidad con un cuerpo tan desmejorado, ¿y si comiera algo sólido, arroz hervido y cuajada?”. Así que, Aggivessana, comí algo sólido, arroz hervido y cuajada. En aquella ocasión, me acompañaban cinco monjes que pensaban: “Si el asceta Gotama llega a encontrar el Dhamma, nos lo enseñará”. Pero por tomar algo sólido, arroz y cuajada, se decepcionaron conmigo y se fueron, [pensando]: “El asceta Gotama se pega la buena vida, ha abandonado el esfuerzo y ha vuelto a la vida regalada”.

34. »Así que, Aggivessana, tras ingerir comida sólida y haber recuperado fuerzas, retirado de los deseos sensuales, retirado de los estados mentales perjudiciales, alcancé el primer jhāna, en el que hay gozo y felicidad nacidos del retiro y va acompañado de ideación y reflexión, y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.19

35. »Luego, al calmarse la ideación y la reflexión, alcancé el segundo jhāna, en el que hay gozo y felicidad nacidos de la concentración, está libre de ideación y reflexión, y va acompañado de unificación de la mente y serenidad interior, y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.

36. »Luego, al desvanecerse el gozo, permanecí ecuánime, atento y lúcido, experimentando con el cuerpo aquel estado de felicidad que los Nobles llaman “Vivir feliz, atento y ecuánime”, con lo que alcancé el tercer jhāna y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.

37. »Luego, al renunciar al placer, al renunciar al dolor, y previa desaparición de la alegría y la frustración, alcancé el cuarto jhāna, sin dolor ni placer, completamente purificado por la atención y la ecuanimidad, y moré en él. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida tampoco se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.

38. »Entonces, con la mente así concentrada, purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, imperturbable, dirigí la mente hacia el conocimiento y recuerdo de mis vidas anteriores. Recordé mis múltiples vidas anteriores, es decir, un nacimiento, dos, tres, cuatro, cinco, diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta, cien, mil, cien mil nacimientos, muchos ciclos cósmicos de contracción, muchos ciclos cósmicos de expansión, muchos ciclos cósmicos de contracción y expansión: “Allí, así me llamaba, tal era mi familia, tal era mi apariencia, tal era mi alimento, así experimenté placer y dolor, tanto así duró mi vida, allí fallecí y en otra parte reaparecí, allí, así me llamaba, tal era mi familia, tal era mi apariencia, tal era mi alimento, así experimenté placer y dolor, tanto así duró mi vida, allí fallecí y aquí reaparecí”. Así, recordé mis múltiples vidas anteriores con sus características y detalles.

39. »Éste fue, Aggivessana, el primer conocimiento que logré en el primer tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.

40. »Luego, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, imperturbable, dirigí la mente hacia el conocimiento del nacer y morir de los seres. Con el ojo divino purificado, que va más allá del humano, vi a los seres falleciendo y reapareciendo, conocí a los seres inferiores, superiores, bellos, feos, afortunados, desafortunados según sus acciones anteriores y supe: “Ciertamente, los seres de mala conducta corporal, de mala conducta verbal, de mala conducta mental, que insultan a los Nobles, que sostienen concepciones erróneas, cuyas acciones se derivan de concepciones erróneas, tras la muerte y descomposición del cuerpo, reaparecen en la perdición, en un mal destino, en lugares de sufrimiento, en los infiernos. Pero aquellos seres de buena conducta corporal, de buena conducta verbal, de buena conducta mental, que no insultan a los Nobles, que sostienen concepciones verdaderas, cuyas acciones se derivan de concepciones verdaderas, tras la muerte y descomposición del cuerpo, reaparecen en un buen destino, en algún mundo celestial”. Así, con el ojo divino purificado que va más allá del humano, vi a los seres falleciendo y reapareciendo, conocí a los seres inferiores, superiores, bellos, feos, afortunados, desafortunados y supe que renacen según sus acciones anteriores.

41. »Éste fue, Aggivessana, el segundo conocimiento que logré en el segundo tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se apoderó de mi mente ni se instaló en ella.

42. »Luego, con la mente así concentrada, completamente purificada, nítida, intachable, libre de impurezas, maleable, dispuesta para la acción, equilibrada, imperturbable, dirigí la mente hacia el conocimiento de la destrucción de las corrupciones. Supe tal y como es: “Esto es el sufrimiento”, supe tal y como es: “Éste es el origen del sufrimiento”, supe tal y como es: “Éste es el fianl del sufrimiento”, supe tal y como es: “Éste es el camino que lleva al final del sufrimiento”; supe tal y como son: “Éstas son las corrupciones”, supe tal y como es: “Éste es el origen de las corrupciones”, supe tal y como es: “Ésta es la destrucción de las corrupciones”, supe tal y como es: “Éste es el camino que lleva a la destrucción de las corrupciones”.

43. »Cuando supe y vi todo esto, mi mente quedó liberada de la corrupción del deseo de los sentidos, mi mente quedó liberada de la corrupción del devenir, mi mente quedó liberada de la corrupción de la ignorancia. Cuando quedé liberado, supe que estaba liberado y supe: “Aniquilado el renacer, consumada la vida de santidad, hecho lo que había por hacer, no hay ya más devenir”.

44. »Éste fue, Aggivessana, el tercer conocimiento que logré en el último tercio de la noche. La ignorancia se desvaneció y el conocimiento surgió, las tinieblas se desvanecieron y la luz surgió, como sucede cuando uno permanece alerta, constante y diligente. Sin embargo, Aggivessana, la sensación de placer surgida no se apoderó de mi mente ni se instaló en ella».

(de MN 36: Mahāsaccaka Sutta; I 240-249)

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