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1. EVOLUCIÓN DEL ECOSISTEMA EMPRENDEDOR ESPAÑOL

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Como en el ámbito de la biología, el ecosistema emprendedor está sujeto a evolución: puede expandirse y hacerse más rico en vida; puede permanecer en equilibrio estacionario o puede incluso retroceder. Pues bien, el balance que se puede hacer del ecosistema emprendedor español desde mediados de la década es globalmente positivo, sobre todo teniendo en cuenta que ha sido un periodo marcado por la ya denominada Gran Recesión.

El emprendedor durante estos años ha dejado de ser una rara avis dentro de nuestras fronteras. No tanto porque su número haya aumentado de manera muy significativa –en 2005 la Tasa de Actividad Emprendedora (TEA) era del 5,7%, mientras que en 2017 alcanzó el 6,2% según el Global Entrepreneurship Monitor (GEM)– como por el hecho de que el colectivo ha ganado visibilidad y reconocimiento ante administraciones públicas, grandes empresas, universidades, medios de comunicación y la propia sociedad. Lo cual a su vez ha motivado que estos agentes intensifiquen las medidas tendentes a su promoción durante los años de la crisis, retroalimentándose así el ecosistema emprendedor.

Nos encontramos, de hecho, en un momento excepcional en nuestra historia empresarial si tenemos en cuenta que la actividad emprendedora ha estado tradicionalmente por debajo de la intensidad registrada en otros países desarrollados precisamente porque el entorno ofrecía más obstáculos que apoyos para las nuevas iniciativas8).

La adopción de la Ley de Emprendedores a nivel nacional y la aprobación de normas análogas en el plano autonómico; el creciente número de páginas dedicadas a las grandes empresas digitales y sus emprendedores en los medios de comunicación; la proliferación de los espacios de trabajo compartido en las ciudades; la extensión de las estrategias de innovación abierta entre las grandes multinacionales, o el nacimiento del venture capital como industria son ejemplos de los cambios que han acontecido en el ecosistema emprendedor en este tiempo.

Lejos de actuar como inhibidor del apoyo a los emprendedores, el contexto recesivo que ha dominado la mayor parte de la última década ha sido un acicate que han encontrado los agentes del ecosistema para poner en valor la figura del emprendedor como motor de empleo, innovación y competitividad. Fruto de ello, las facilidades de naturaleza pública y privada que encuentran los nuevos empresarios han aumentado en número, accesibilidad y grado de sofisticación.

Si atendemos a la evolución de las valoraciones que realizan sobre el ecosistema español los expertos GEM, comprobamos que muchos aspectos que en los primeros informes GEM eran percibidos únicamente como barreras hoy día son también vistos como facilitadores. Algunas de estas condiciones muestran un claro carácter coyuntural, como la situación del mercado laboral, pero la mayoría se relacionan más con un verdadero cambio estructural. Este es el caso de la disposición de instrumentos financieros para el emprendimiento, la transferencia de I+D desde los centros de conocimiento a la empresa, los conocimientos y habilidades emprendedoras de la población y las normas sociales y culturales9).

Con todo, no ha habido solo luces en este periodo de maduración del ecosistema emprendedor. Como se verá en los próximos apartados, el avance experimentado hacia la entrepreneurship economy ha venido lastrado por la descoordinación de los agentes, la precipitación en el diseño y ejecución de las medidas y el alcance limitado de muchas de ellas10). Lo que se ha traducido en importantes ineficiencias que solo recientemente han empezado a corregirse, si bien más por una relajación del compromiso con los emprendedores, una vez superada la emergencia económica y social aparejada a la recesión, que por una verdadera voluntad de racionalización.

Nuevamente los expertos GEM ponen el acento en la persistencia de algunos problemas asociados al emprendimiento en España, a pesar de reconocer mejoras. Así, aunque emprender es una realidad más visible que antes, la cultura empresarial todavía no está suficientemente extendida; el crédito y el acceso a otros recursos financieros siguen siendo limitados, pese a la aparición de mecanismos de financiación alternativa; el sector público respalda la iniciativa empresarial con programas específicos, pero al mismo tiempo la perjudica con el contenido de las políticas pertenecientes a otras esferas, etc.

Son muchos, de este modo, las oportunidades de mejora que contempla el informe GEM. Reproducirlas aquí no tendría sentido, puesto que este informe ya los relaciona de una forma exhaustiva. Por el contrario, nuestro propósito en los apartados siguientes es encuadrar algunas de las más relevantes dentro de los grandes retos que España está llamada a afrontar en materia de emprendimiento en los próximos años para lograr dinamizar el ecosistema y corregir así muchas de las barreras señaladas.

La fiscalidad del emprendimiento

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