Читать книгу La fiscalidad del emprendimiento - Carlos de Pablo Varona - Страница 19
2. EMPRENDIMIENTO JUVENIL Y CAMBIO GENERACIONAL
ОглавлениеEl mercado laboral ha tenido que hacer frente a la incorporación de una nueva generación, la de los millennials, en el peor momento de la historia económica del país desde la reinstauración de la democracia. Como consecuencia de ello, la también conocida como Generación Y, que ha sido la mejor formada que ha visto nuestro país, se ha dado de bruces al salir de las aulas con una realidad opuesta a la que le fue prometida. Esta generación ha sufrido unas tasas de desempleo que durante varios trimestres han estado por encima del 50% de la proporción de la población activa que representan, mientras que muchos de los que sí habían logrado emplearse se han visto afectados por unas condiciones laborales marcadas por la precariedad.
En este sentido, la irrupción del emprendimiento en la agenda de las instituciones vino en gran medida determinado por la urgente necesidad de buscar salidas para quienes el mercado de trabajo les negaba la incorporación a la vida activa.
Las administraciones públicas de los tres niveles territoriales pusieron en marcha un buen número de programas de formación, incubación, asesoramiento o sensibilización que tenían a los jóvenes por destinatarios preferentes. En paralelo, desde el gobierno central se hizo un importante esfuerzo tendente a remover obstáculos en las etapas iniciales de la actividad emprendedora que acabó alumbrando la mencionada Ley de Emprendedores y antes condujo a la aprobación de la tarifa plana para menores de 30 años11). Aunque menos visible que esta y otras medidas de efecto más inmediato, este desempeño del gobierno en el terreno de las trabas administrativas se extendió a otras áreas como la educación. En virtud de ello, los currículos de la formación reglada fueron revisados para introducir dentro de los objetivos de los diferentes ciclos educativos el desarrollo de competencias emprendedoras.
Por su parte, las instituciones educativas y, principalmente las universidades, también incorporaron en sus discursos el apoyo a los emprendedores, empezando a destinar crecientes recursos para esta actividad. Además de ejecutar sus propios programas de formación no reglada, se crearon servicios específicos de asesoramiento dentro o fuera de los COIEs, fueron habilitados espacios de coworking, se lanzaron incubadoras, y las líneas dirigidas a startups y spin-offs de los parques científicos fueron reforzadas, entras otras medidas.
Todo ello, complementado con iniciativas surgidas en el Tercer Sector12), ha favorecido que emprender esté en el top of mind de los alumnos, es decir, que sea contemplado como una salida más, junto a opositar o enviar currículos, para quienes se asoman a la actividad profesional. A día de hoy, los universitarios que quieren emprender rebasan en número a los que quieren ser funcionarios –un 33,7% frente al 25%‒ de acuerdo con una encuesta realizada a 9.000 alumnos en 201613). Se trata de un avance significativo, pues los estudios elaborados a finales de la década pasada entre estudiantes de formación superior sistemáticamente indicaban que el emprendimiento ocupaba un lugar residual entre las preferencias laborales14).
El informe GEM 2017-18 apunta en la misma dirección. Aunque la edad media de quien está al frente de un nuevo negocio en España es de 40 años, sensiblemente por encima del promedio de las economías avanzadas, la cohorte de entre los 25 y los 34 años se ha afianzado como la más emprendedora con un TEA del 8,3%, mientras que la de los que tienen entre 18 y 24 años ha alcanzado su segundo registro más alto desde 2005, con un TEA del 4,9%.
El desafío a acometer en cuanto a emprendimiento juvenil es dar continuidad a esta tendencia favorable entre los jóvenes que están tomando el relevo a los millennials, esto es, los jóvenes Z.
Nacidos entre 1994 y 2009, los primeros miembros de la denominada Generación Z comienzan a salir de las universidades, a incorporarse al mundo laboral y a reclamar su sitio en el mundo. Se trata de la generación que ha incorporado Internet en las fases más tempranas de su aprendizaje y socialización, y también aquella cuya personalidad ha quedado más marcada por la vivencia de la crisis económica en el entorno familiar.
Estos jóvenes constituyen un grupo demográfico importante que asciende en España a cerca de 7,4 millones y en torno al que existen grandes expectativas al ser la primera generación que ha asumido desde que tiene uso de razón que el mundo se ha hecho pequeño, que la diversidad es consustancial a cualquier sociedad moderna, y que el desarrollo democrático, unido al tecnológico, es imparable y genera nuevos derechos humanos.
Entre los rasgos más sobresalientes de los Z se encuentra el omnipresente uso de las TIC en toda relación social, laboral o cultural; su creatividad y adaptabilidad a los entornos laborales emergentes; la desconfianza hacia el sistema educativo tradicional, que da paso a nuevos modos de aprendizaje más centrados en lo vocacional y en las experiencias, y el respeto hacia otras opiniones y estilos de vida.
Como gran diferencia respecto a las generaciones anteriores, está el modo en que las nuevas tecnologías han condicionado su forma de aprender: gracias a Internet se han acostumbrado desde pequeños a no depender tanto de padres y docentes para adquirir el conocimiento; a utilizar de manera inmediata fuentes tan dispares en su naturaleza como indiferenciadas en la forma de acceder a ellas; a recibir cantidades ingentes de datos y a discriminarlos con arreglo a su propio criterio.
Es preciso conseguir que estos jóvenes exigentes y al mismo tiempo insatisfechos con la educación formal encuentren dentro y fuera de sus centros formativos una orientación adecuada para que quienes opten por emprender no se lancen a ello sin una preparación suficiente y, al mismo tiempo, quienes decidan entrar en el mercado de trabajo tengan los conocimientos y habilidades necesarios para integrarse en entornos laborales cada vez más cambiantes e inciertos.
En este sentido, la educación emprendedora debe, por un lado, potenciarse para que resulte igual de útil a los emprendedores y empleados del futuro y, por otro, actualizarse para integrar las nuevas fórmulas adaptadas a las exigencias de un mundo VUCA sin renunciar a unos fundamentos básicos de gestión empresarial15). Los contenidos de los programas de formación a emprendedores deben estar siempre abiertos a revisión para continuar incorporando materias y metodologías como lean startup, scrum, habilidades de presentación ante inversores, técnicas de creatividad e ideación, funcionamiento de la financiación alternativa o tecnologías de big data.
Lo anterior supone un coste considerable destinado a capacitar a los docentes o contratar especialistas que formen a los alumnos, al que hay que añadir, entre otros, los que se deriven de la creación y funcionamiento de infraestructuras como espacios de trabajo compartido o incubadoras. Por este motivo, el progreso en este ámbito pasa necesariamente por mejorar la financiación de la universidad y la creación de líneas concretas para estos fines. Si los medios que llegan a los centros de conocimiento fluyen de manera discontinua y desigual, no será posible fijar estructuras de apoyo profesionalizadas y verdaderamente útiles.
Además, los centros educativos deben hacerse permeables a la cultura emprendedora en sus propias estructuras, de forma que cualquier medida estratégica adoptada en los niveles más altos encuentre una organización alineada con este objetivo. Algunas de las iniciativas que se vienen sugiriendo desde la Asociación Red GEM España y otras instancias son la revisión de los sistemas de reconocimiento de carrera para recompensar la transferencia, fomentar la multidisciplinaridad entre los académicos y la colaboración de este colectivo con el resto de componentes de la universidad, dotar de flexibilidad a la normativa que rige la creación y modificación de títulos oficiales, mejorar los incentivos para la creación de spin-offs y desarrollar la actividad empresarial.