Читать книгу Autonomía, dependencia y servicios sociales - Carmen Alemán Bracho - Страница 20
1. DISCAPACIDAD, DEFICIENCIA, MINUSVALÍA
ОглавлениеAunque en ocasiones se han utilizado los conceptos deficiencia, discapacidad y minusvalía de forma indistinta, son tres dimensiones de la dependencia (Castón y Ramos, 2006 y Alemán y Ramos, 2010, 2013 y 2020). Para comprender dimensiones de la dependencia es necesario acercarse a la evolución y el desarrollo de la percepción social de la discapacidad. Dos grandes actuaciones supranacionales determinan las diferencias en la concepción social de los términos asociados con la dependencia: la clasificación internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM) elaborada por la Organización Mundial de la Salud en 1976 y la aprobación en 2001 de la Resolución WHA 54.21, aprobada por la OMS (Alemán y Ramos, 2010). La Resolución WHA 54.21, revisó la “Clasificación Internacional del Funcionamiento, de la Discapacidad y de la Salud” conocida como CIF, heredera de la de 1980. Esta nueva clasificación ha pasado de ser una clasificación de “consecuencias de enfermedades”, tal y como aparecía en la clasificación de la OMS de 1980 (IMSERSO, 1983), a ser una clasificación de “componentes de salud” (OMS, 2001). La clasificación internacional de Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías (CIDDM) elaborada por la Organización Mundial de la Salud en 1976 establece tres niveles de consecuencias de la enfermedad:
• Primer nivel: Deficiencia.
Es el conjunto de síntomas, señales o manifestaciones de una enfermedad en función de un órgano, por cualquier causa. Este nivel de manifestación de una enfermedad se denomina deficiencia (impairment) y es cualquier anomalía de un órgano o de la función propia de un órgano (INE, 1987). La deficiencia es cualquier pérdida o anormalidad de una estructura fisiológica, psicológica o anatómica y/o de una función, tanto permanente como temporal. Las deficiencias pueden ser físicas, sensoriales, psíquicas y de relación. Una misma persona puede padecer varias al mismo tiempo. En España fue recogido en el Decreto 1971/1999 de 23 de diciembre de procedimiento para el reconocimiento, declaración y calificación del grado de minusvalía (Castón y Ramos, 2006). Desde el punto de vista de la salud la identificación de las deficiencias que contribuyen a un problema funcional de un paciente constituye un factor clave a la hora de determinar un tratamiento adecuado.
El Libro Blanco de la Dependencia, a partir de la nueva clasificación de discapacidades de las OMS (CIF), identifica deficiencia con el déficit en el funcionamiento. Es la “pérdida [...] de una parte del cuerpo o de una función fisiológica o mental” (IMSERSO, 2004).
• Segundo nivel: Discapacidad.
El siguiente nivel de consecuencias de la enfermedad es la discapacidad (disability), la limitación o limitaciones que repercuten de forma permanente en la actividad del que las padece y cuyo origen es una o varias deficiencias que a la persona que las tiene le impiden realizar actividades del mismo modo que el resto de las personas. Pueden ser transitorias o permanentes (INE, 1987). La persona no es discapacitada, sino que está discapacitada.
La OMS en 2001 en su CIF, determina que la discapacidad es similar a las limitaciones en la actividad, a las dificultades que un individuo puede tener al realizar actividades. La dependencia surge cuando las limitaciones no pueden compensarse con adaptación al entorno y es necesaria ayuda para realizar actividades de la vida diaria.
Los tipos de discapacidad son:
a) Física: cualquier impedimento que limita la función de las extremidades o la capacidad motora fina o gruesa. La apnea del sueño severa se considera un tipo de discapacidad de este tipo.
b) Sensorial: pérdida de la visión o la audición. También afecta al deterioro de cualquiera de cualquiera de los sentidos:
c) La discapacidad visual o trastorno de la visión es la pérdida de la vista significativa como resultado de una enfermedad, un trauma o por motivos congénitos o degenerativos cuando no se pueden corregir.
d) La discapacidad auditiva o sordera es el momento en el que los individuos son incapaces de detectar ciertas frecuencias de sonido que habitualmente son escuchadas por la mayoría de las personas.
e) El deterioro del sentido del olfato y del gusto se asocian con el proceso de envejecimiento, aunque se pueden producir a edades más tempranas. Con la enfermedad Covid-19 este deterioro aparece de forma transitoria o definitiva.
f) El deterioro de los somatosensores es la insensibilidad a estímulos en el sentido del tacto como el calor, el frío o el dolor y suele asociarse con parálisis y otras causas neuronales.
g) El trastorno del equilibrio implica que la persona que lo tiene se siente insegura al caminar o estar de pie y suele ir acompañada de síntomas como el mareo. Para un correcto equilibrio es necesaria la coordinación de la vista, el oído, el cerebro y la percepción del propio cuerpo, por tanto, todos deben funcionar correctamente.
h) Intelectual: déficits cognitivos leves o específicos y puede aparecer a cualquier edad.
i) Trastornos mentales: cualquier malestar subjetivo, en ocasiones relacionados con la exclusión de las personas que los sufren respecto de las expectativas culturales mayoritarias.
j) Discapacidad relacionada con el crecimiento: como espina bífida.
k) Discapacidad no visible: enfermedades como la diabetes, el asma o la epilepsia, cuyas consecuencias en las limitaciones personales no se aprecian a simple vista.
l) Tercer nivel: Minusvalía.
Las minusvalías (handicap) son el tercer nivel de consecuencias de la enfermedad. Una minusvalía es la situación desventajosa en la que se encuentra una persona, a consecuencia de uno de los dos niveles anteriores que limita o impide cumplir una función que se considera normal para esa persona en virtud de variables como el sexo, la edad y otros factores sociales y culturales. Las desventajas que conlleva la minusvalía pueden ser de dependencia física, en el caso de que la persona que la padece necesite a otras personas para desenvolverse en la vida cotidiana; de ocupación; de orientación; de movilidad; de integración social, en cuyo caso tienen dificultades para relacionarse fuera del entorno familiar. Son las consecuencias que la enfermedad acarrea a nivel social, en su relación con los demás, a causa de la imposibilidad de cumplir las normas o costumbres dominantes en la sociedad (INE, 1987). Las minusvalías incluyen tres factores: la existencia de una desviación con respecto a la norma; su importancia depende de las normas culturales, no se valora igual en todas las culturas y suele suponer una desventaja que puede ser de orientación, de independencia física, de movilidad, de ocupación y de integración social (Castón y Ramos, 2006).
Como aparece en el Libro Blanco de la Dependencia, el concepto restricción en la participación es el que la OMS (2001) equipara al de minusvalía. Describe los problemas que un individuo puede experimentar en diversas situaciones vitales. Las restricciones en la participación se establecen por la comparación con la participación esperada de un individuo sin discapacidad en una determinada cultura o sociedad (IMSERSO, 2004).
En España, esta clasificación se recoge en la aprobación en 1982 de la Ley conocida como Ley de integración social de los minusválidos (LISMI), Ley ya desfasada, que define en su artículo 7 la minusvalía como: “toda persona cuyas posibilidades de integración educativa, laboral o social se hallen disminuidas como consecuencia de una deficiencia, previsiblemente permanente, de carácter congénito o no, en sus capacidades físicas, psíquicas o sensoriales”. Requiere de un reconocimiento oficial, de la calificación legal de minusvalía, que se barema a partir de grados expresados en porcentajes. En 2006 la Ley de Dependencia (BOE, 2006), promueve la sustitución de los términos “minusvalía” o “personas con minusvalía” por “persona o personas con discapacidad”.
La CIF de la OMS modifica el concepto tradicional de discapacidad, no presentándolo como un problema minoritario o como si las deficiencias fueran visibles; proporciona diferentes perspectivas para encauzar las medidas pertinentes y optimizar la capacidad del afectado para seguir formando parte del mercado de trabajo y disfrutar de una vida plena en la comunidad de la que forma parte; y tiene en cuenta los aspectos sociales de la discapacidad (Castón y Ramos, 2006).