Читать книгу Autonomía, dependencia y servicios sociales - Carmen Alemán Bracho - Страница 23
4. ACTIVIDADES DE LA VIDA DIARIA
ОглавлениеPara la evaluación de la dependencia se distinguen dos tipos de Actividades de la Vida Diaria: las Actividades Básicas de la Vida Diaria (ABVD) y las Actividades Instrumentales de la Vida Diaria (AIVD). Las ABVD son las tareas elementales de la persona, que le permiten desenvolverse con un mínimo de autonomía e independencia. En este grupo se encuentran el cuidado personal, las actividades domésticas básicas, la movilidad esencial, reconocer personas y objetos, orientarse, entender y ejecutar órdenes o tareas sencillas (artículo 2 de la Ley de Dependencia, 2006).
Las AIVD permiten el mantenimiento y administración de la infraestructura del hogar. Su ejecución permite mantener una vida independiente: preparar comidas, administrar dinero, gestionar las propiedades, comprar la comida y preparar los alimentos o los enseres personales, gestionar recibos de la luz o el agua, desarrollar tareas domésticas pesadas y hacer uso del teléfono, del transporte, etc. (VVAA, 1996, Castón y Ramos, 2006, Castón, Ramos y Martínez, 2009).
A continuación, se van a plantear una serie de etapas relacionadas con estos conceptos. La dependencia en las actividades suele aparecer poco a poco, paralela al aumento del deterioro. Las ABVD (comer, levantarse, beber o acostarse) suelen presentarse al final de la vida, porque no suelen requerir grandes habilidades y necesitan que la severidad de la discapacidad sea alta. Cuando aparecen, necesitan de ayuda y atención para mantener la autonomía personal, hasta tal punto que sin ellas puede peligrar la vida de la persona dependiente. Las tareas consecuencia de la dependencia severa son agotadoras para el cuidador, llegando incluso a enfermarle.
Las limitaciones en las actividades instrumentales de la vida diaria (AIVD: tareas del hogar, etc.) son las primeras en aparecer, porque estas actividades requieren más capacidades. Afectan a un mayor número de personas, pero no ponen en riesgo la vida de la persona con dependencia.
Se plantea la siguiente clasificación al tomar como referencia e imbricar el trabajo de Blanco et al. (2017) y la Ley de Dependencia (BOE, 2006). Del primer autor se ha conservado la idea que estructura las etapas de la dependencia a partir del calendario y la dificultad al realizar las actividades. De la mencionada Ley se ha adoptado la terminología. Al considerar si las limitaciones son en las ABVD o en AIVD y el calendario en el que van apareciendo aparecen estos niveles de dependencia podríamos plantear estos niveles de dependencia:
1. Doméstico: La persona con discapacidad tiene necesidad de ayuda en las AIVD, pero autonomía en las ABVD. Es una persona relativamente joven que comienza a necesitar ayuda. Es el grupo de dependencia más amplio. Suele darse en hogares unipersonales, son los que mejor estado de salud tienen de todas las personas con dependencia y demanda pocas horas de ayuda en el cuidado. Las limitaciones se asocian a deficiencias osteomusculares.
2. Dependencia intermedia: Son personas con limitaciones en el desempeño de las AIVD, que afectan a su autonomía personal y también comienzan a tener limitaciones en las ABVD. Se sitúan alrededor de los 82 años, tienen limitaciones osteomusculares y van apareciendo dificultades de tipo cognitivo. En el hogar viven varias generaciones en las que la hija suele ser la cuidadora principal.
3. Alto nivel de dependencia: Personas con problemas en las ABVD como comer o levantarse y acostarse. Son los que más ayuda necesitan porque su supervivencia depende de ella. Son personas más ancianas y viven, sobre todo, en hogares de convivencia intergeneracional. La hija suele ser la cuidadora principal. Superan los 83 años y su estado de salud general es muy precario. Su vida transcurre en la cama y la dependencia es de tipo nervioso y/o mental.
Este nivel de dependencia limita las posibilidades de salir de casa, se encuentran en un confinamiento continuo. El 20% de los mayores de 65 años, casi un cuarto, plantea que no puede salir de casa. Alrededor del 6% no puede hacerlo, incluso si tiene ayuda. El confinamiento se ve afectado por las circunstancias personales y las características del entorno. Junto con las limitaciones del aparato locomotor se encuentran otras que limitan la movilidad como la pérdida de visión, oído, coordinación, reflejos o agilidad, que suele coincidir con sobrepeso; miedo a caerse; depresión, etc. El entorno también interviene en el confinamiento. La accesibilidad o falta de ella (escaleras, transporte público, inseguridad, etc.) limita la salida del hogar. Tras vivir la experiencia del confinamiento por el Covid-19 es sencillo hacerse una idea de cómo deben de sentirse siendo prisioneros en su hogar.
El aislamiento social y la depresión se retroalimenta de estas limitaciones, reduciendo poco a poco la interacción con personas diferentes a su entorno más cercano, con actividades recreativos u ocio. La salud mental se deteriora como consecuencia de la depresión y del miedo, que de nuevo afectan a la salud de forma general, disminuyendo la esperanza de vida. Esta disminución de los niveles de salud afecta también a los cuidadores principales (Blanco et al., 2017).