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4. FACTORES CULTURALES

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Fundamentalmente, el problema de la dependencia se relaciona con la crisis de los cuidados. El proceso de envejecimiento de la población y las diversas circunstancias que conllevan una situación de dependencia –independientemente de la edad de la persona dependiente– no son tan novedosos, pero sí problemáticos desde el punto de vista de “quién cuida a quien” en sociedades donde prevalece:

• La separación de lo público (empleo) y lo privado (cuidados informalesfamiliares). Los cambios en las estructuras de organización y provisión de cuidados han incidido directamente sobre el reconocimiento y la legitimación de la cuestión de la dependencia desde la incidencia de la incorporación de la mujer al mercado laboral, pero también debido a la desvalorización social de la función de los cuidados en un modelo de ciudadano diseñado para el varón con un empleo de rentas medias y altas, ejercido en el espacio público.

• La individualización y competitividad social. En las sociedades actuales, la realización personal pasa por el reconocimiento social por motivos de trayectoria y méritos individuales en el ámbito laboral. En este contexto, como ponen de manifiesto Corró y García (2013), las familias experimentan verdaderas tensiones para compatibilizar los requerimientos laborales con su proyecto vital; lo que conlleva dificultades en la conciliación tanto a nivel material como emocional.

En el escenario descrito –y hasta la segunda mitad de la década de 1980– la institución familiar (la mujer) es la que ha actuado como parapeto protector de los derechos sociales y del bienestar de sus miembros. Hasta ese momento, se hablaba de discapacidad, pero no de dependencia dado que esta última quedaba naturalizada en las funciones de los cuidados dispensados por las mujeres hacia otros: hijos, mayores, etc. (esfera privada).

Sin embargo, la incorporación generalizada de la mujer al mercado de trabajo derivó en cambios sobre la estructura y el tamaño familiar, poniendo de manifiesto además el fenómeno de la “crisis de los cuidados”. Es en ese momento cuando se comienza a categorizar la dependencia como problema social (esfera pública) trasladada al Estado; porque además se necesita población activa para financiar las políticas de bienestar, entre ellas las pensiones.

En el reconocimiento del problema, a finales de la década de 1980, proliferan estudios centrados en las características y consecuencias negativas de los cuidados sobre las personas que los dispensan. Desde esta perspectiva se introducen los conceptos de carga y de sobrecarga, fundamentalmente, respecto a los cuidados de larga duración y dirigidos a personas con incapacidades o deterioros (George y Gwyther, 1986 citado en Martínez-Martínez, Bote y Clemente Soler, 2020), las que posteriormente se considerarán en situación de dependencia.

Como se ha esbozado, la representación de los cuidados, derivados de situación de discapacidad, en términos de dependencia y de carga se relaciona con la división del trabajo y con los modos de producción capitalistas que separan la esfera doméstica de la laboral, lo privado de lo público. Además, la atención a la dependencia se estima como una carga y como un costo a nivel familiar y social, siendo más fuerte cuando los medios de los que disponen las familias y las sociedades resultan más escasos.

En contraposición a un modelo de ciudadanía centrado en el empleo y en la esfera pública, Plummer (1999) acuñó la noción de intimate citizenship, en la que sugirió que las personas contribuyen como ciudadanos a la sociedad también desde las familias, en tanto que la contribución social en lo micro revierte en el mantenimiento del bienestar social a nivel macro.

Autonomía, dependencia y servicios sociales

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