Читать книгу Querida María - Carmen González Táboas - Страница 28
Un capital de creencia
ОглавлениеEs mi pregunta, María; ¿existe un capital de creencia, de confianza, de deseo, de ideal, aún disponible entre nosotros? ¿Seremos la presa obligada del conductismo?
Si pienso en las tres últimas décadas, se me ocurre que algunos argentinos, quizás los que no descendimos mucho hacia la pobreza, preguntamos poco. Tal vez ya nos habíamos convencido de ser un país perdido, donde unos lloran a sus muertos y otros fluctúan entre la vorágine sin tiempo del consumismo (con o sin el dólar “uno a uno”) y la eternidad sin tiempo de los jóvenes excluidos sin remedio (como los chicos del poxiran)36.
Sin embargo, en ese entre sucedieron y suceden muchas cosas de las que no sólo quiero saber, de las que quiero hablarte.
En ese arco enorme de muchas décadas inquietantes, todas las transformaciones no lograron terminar con los dioses, más desdibujados pero no ausentes. Están en los cultos populares, en las prácticas de los curanderos sabedores, en la proliferación de tratamientos alternativos, en las iniciativas solidarias, en el ojo del curioso que compra libros en el quiosco, en los tatuajes supersticiosos, en los mil santuarios, en la gente que pudo escuchar de pie y embobada a Fidel o al bolivariano Chávez, que no paraban de hablar, y volverían a hacerlo; en los taxistas que se persignan cuando pasan por las iglesias.
Uno, puntano, que en ese momento volvía de Plaza de Mayo, había visto por primera vez los túneles construidos por los contrabandistas en tiempos de la Colonia; entonces, el pasado no era un cuento, “existían, existían” repetía devotamente el hombre, parte de la latinidad parlanchina cuya solidaridad sin programa sale de los arranques del corazón, cuya expansividad permite que todo se hable, todo se sepa y todo pueda confundirse. La Ley federal de educación es un ejemplo nacional: juntar opiniones diversas para sobrevolar los problemas de siempre.
Pero “el hombre, antes de pensar habla”. Y si habla, podrá tropezar y pensar.
Me gustaría transitar, María, por los discursos de los que el sujeto no ha sido aún barrido.
El sujeto está en las preguntas angustiosas, ¿qué pasa, qué condena, qué prueba divina, qué mala suerte, qué maldición, qué destino? O bien, ¿qué pasa en el país, cómo se llega a esto, cómo se sale? ¿Quién dice que “nunca más”? ¿Qué nos espera?
El sujeto del inconsciente apremia en el síntoma que me sacude íntimamente; ¿qué me pasa? ¿Qué es esto que se repite? ¿Qué me está sucediendo? ¿Qué salida? ¿Cómo puedo saber? ¿A quién preguntar que no se trague mi pregunta en sus sabias respuestas?