Читать книгу Querida María - Carmen González Táboas - Страница 21
América ¿pasado sin historia? ¿O sin historizar?
ОглавлениеMe doy cuenta que para hablar de la contemporaneidad argentina hay que atreverse a entrar en ciertas cuestiones fuertes. Para H. A. Murena, pasado sin historia es también el de Argentina, oculto bajo la orgullosa ostentación del supuesto estilo europeo.
Ya en 1954 Murena escribía: “En unas décadas, sucesión impresionante de golpes de Estado, caos, miseria incipiente, prueba de la índole americana de la Argentina que se hace patente en esas negatividades por la soberbia de una comunidad que se empeñó en creer en las apariencias, que desatendió así los riesgos de su situación original”26.
En este libro tan conversado con vos, María, intento emprender una tarea que necesita de la última enseñanza de Lacan, esa parte de su enseñanza en la que Lacan se preguntaba si el psicoanálisis no era un sueño. ¿Cómo tiene que ser el psicoanálisis para no ser apenas un sueño? ¿Por dónde pasa su eficacia real? ¿Cómo pasa al ámbito público?
Los países europeos se enfrentan a panoramas diferentes, ligados a otras derivas de la cultura. De este lado del Atlántico sur, la globalización, la posmodernidad, el nihilismo, lo que quiera que sea, viene a encabalgarse, se sobreimprime a algo que en cada país latinoamericano, y en este caso en Argentina, tenemos que estudiar.
En los años sesenta, María, Cuba marchaba de la mano del marxismo soviético; en los setenta el marxismo-leninismo había lucido en el cielo de Allende, aunque por poco tiempo. Cada vez más, la esperanza revolucionaria se propagaba por Latinoamérica.
“Todos marxistas”.
Pero, CIA mediante, Chile tuvo a Pinochet, y Argentina tuvo a las Juntas militares; estaban en juego los intereses económicos del imperio americano. En los ochenta se iba a deshacer la Unión Soviética. Entre Reagan y la Dama de Hierro iban a terminar de empujar al capitalismo mundial al cenit. Ya no estaría la URSS para estorbarlo.
En nuestro país, pues, otra vez las Botas pisaron fuerte y decretaron el Bien para todos. Un agujero negro como un abismo se tragó miles de vidas; para terminar muerto bastaba una idea política, una militancia, un parentesco, repartir volantes en la iglesia, una tarea en un barrio, unos libros en la biblioteca, un entusiasmo, un disenso; un descuido, haber sido un testigo indeseado, una denuncia falsa, tu nombre en una lista. El pecado capital, y más que todos, mortal, era cuestionar a los poderes.
Los Servicios de inteligencia estaban metidos por todas partes.
Hubo unos miles mal armados, cuya fiebre revolucionaria los hizo carne elegida, utilizada por unos para ser ofrecida a otros en sacrificio. En estos casos el sacrificio era seguro; bastaba con golpear a los amos del Estado, dueños del aparato i-legal y de una maquinaria de guerra.
Armados o no, María, los militantes cayeron por miles; una generación desapareció. Los tormentos “ilimitados e indiscriminados” siguieron a las innumerables delaciones. También hubo resistencia, y hechos cotidianos que desmentían los binarios blanco-negro, buenos-malos, militantes-milicos.
Es importante para mí, María, detenerme en estas cosas.
El psicoanálisis no barre debajo de la alfombra las experiencias de un sujeto, tampoco debe hacerlo con las experiencias de una cultura.