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¿No será el tiempo de empezar a pensar?

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La escuela parece formar parte del mismo silencio argentino, hoy sumido en un baño de discursos políticamente setentistas y acciones y juicios a los culpables.

De ese modo, la necesidad de justicia de los perjudicados por los crímenes de la dictadura deriva en un uso de la glorificación y la victimización de todos, y un importante rédito: que no exista análisis ni debate político.

En estos días parece removerse algo. “Mucho más que un fenómeno editorial”, dice el título; nuevas obras y reediciones de clásicos del peronismo actualizan esta “marca indeleble de la cultura argentina”18. ¿Se anuncia algo diferente que la eterna nostalgia?

Al menos se escriben ensayos argentinos y yo escribo este libro.

(¿Qué nos deparará la idea kirchnerista de la reconstrucción de la vida política?)

Mis lecturas argentinas de estos meses, María, me hacen pensar que, desde mucho antes de 1976, el país real se volvió invisible para los jóvenes intelectuales argentinos que soñaron con hacer la “revolución”. ¡Qué paradoja! Miraron a la Argentina con la lupa del marxismo/leninismo soviético, incluso stalinista; o con los ojos del marxismo francés, o con los del marxismo italiano, o con los del cubano. Cuando comprendieron que debían estudiar el gran fenómeno colectivo argentino del peronismo, porque la clase obrera era peronista, lo hicieron con aquellas herramientas.

Como remover clavos con destornillador.

Se entiende, no eran peronistas: eran hijos de la clase media argentina, cansados de los discursos sin consecuencias de la universidad; si los discursos no servían para cambiar el mundo, no servían. Fueron enseñados por otras izquierdas: “aceleración de los conflictos y acción directa”19, les tenía que ser muy difícil, o imposible, juzgar la oportunidad de los tiempos en su propio país.

Me recordó lo que relata Nicolás Casullo. Es Alemania de 1919. Cien mil trabajadores en las calles de Berlín, Rosa de Luxemburgo asesinada y 1500 más. Son “las equivocaciones categóricas de las vanguardias sobre las relaciones de fuerzas, una mitología desastrosa sobre las posibilidades militaristas de la violencia popular, una ceguera mayúscula sobre el estado de la sociedad”20.

La cuestión del “populismo” agitó los debates del exilio después del 74, pero en el exilio el propio país se convertía en una lejanía enrarecida, por mucho que se hablara.

Durante los años negros, agrupaciones y gobiernos les daban a los exiliados21 una legitimidad que dé apariencia; deliraban con la resistencia montonera, y “la memoria perdió el tiempo histórico propio”. Retornada la democracia, los militantes que se salvaron sufrieron una “despolitización desmemorizante”. En 2007 escribió Casullo que, desde un planteo “reparador de justicia” y “prescindente de historia”, prosigue “la suspensión argumentativa de la historia social, política e ideológica de los 70”.

Los psicoanalistas de la Orientación Lacaniana formamos parte de este silencio argentino, absortos en la homogeneidad ideal de una pertenencia cuyas convocatorias nos entusiasman, no sin motivo. Se trabaja intensamente, se estudia; se amplifica la enseñanza. Cada tanto, el chasquido de la piedra en el agua, la expansión de sus ondas circulares.

(¿Qué valor y qué cabida tienen en las escuelas de los psicoanalistas las voces diferentes?)

Es importante, María, que a los analistas reunidos nos reúna una Orientación, pero ¿no será el tiempo de pensar en el suelo que habitamos? Sabemos de cierto avance del conductismo entre nosotros; muchos buscan eso: “Usted puede, veamos juntos cómo hacerlo, cuestión de voluntad”; otros se aferran a una etiqueta y a un psicofármaco (“es Dios”, me dijo hace poco un taxista).

Pero también sé, por ejemplo, que hay veinte cuadras de cola para encontrarse con San Cayetano, que al Premio Clarín de Novela se presentaron casi mil autores, que hay legión de psicólogos varios y escasez de ingenieros, y que estas y otras cosas suceden de cierta y determinada manera. Por ejemplo, diría que hay más “ñoquis”22 que burócratas y expertos (estos suelen perder el empleo “por falta de presupuesto” o por cambio de gobierno).

Querida María

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