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En 2020, este libro

Hace tiempo que este libro desapareció de las librerías. ¿Un libro de psicoanálisis, situado en Argentina, decididamente coloquial, que se sirve de las libertades formales que ofrece el ensayo y a la vez riguroso en los conceptos?

Su primera edición ¿cómo ha sido leída?

Desde 2008 no he dejado de recibir noticias de mis lectores. Ellos me han permitido formarme una idea de dos modos de abordarlo; unos se han sentido atraídos por su lectura al punto de no poder soltarlo, en algún caso hasta pensar “no quiero que se termine”. Otros se han lanzado a buscar en el libro los trazos de mi propia vida deslizados en él; pero esos trazos que hasta se atreven a reflejar mis diferentes experiencias de análisis, están allí para permitir una trama sostenida y crítica, guiada por el discurso analítico, donde se cruzan los hilos de un tejido vivo; también se trata de la Argentina en la que vivimos, de los complejos movimientos de la cultura, de la inserción del psicoanálisis en ella. Limitarse a rastrear la anécdota personal es privarse de una verdadera lectura.

Consentir al síntoma, o no solamente

El lector de hoy encontrará a continuación el precioso prólogo que Juan Carlos Indart1 escribió para la primera edición. Allí se refiere a uno de los hilos principales del libro, “el que deriva de la salida del análisis por la identificación al síntoma, como la autora nos dice que le fue dicho”. En efecto, Querida María se cierra con una experiencia de análisis notable; lo fue por su transcurso en París, por su extraño final en 2003 y por mi decisión de presentarme al pase en 20042. Se había constatado “un final de análisis por identificación al síntoma”, lo cual J. C. Indart leyó así: “es cosa diferente y muy divertida, porque la niña discutidora obstinada y verborrágica que se nos describe es la misma que ahora discute algo con tenacidad, una y otra vez, y otra vez, a lo largo de todo el libro. Es evidente que ha consentido con su síntoma, y que quiere hacer algo con él diferente al sostén de una neurosis”. Nada más cierto. Sin embargo, ser “la misma que discute con tenacidad” empezó a molestarme; no quise más eso y diez años más tarde decidí retomar otro análisis que ya no pertenece a este libro. En realidad, si el sujeto identificado con su síntoma dobla la apuesta, un nuevo análisis puede permitirle un mejor fin.

Diez años después

Esta vez debía ser en Buenos Aires. La difícil elección de un analista se vio resuelta por casualidad, fue algo impredecible; la nueva experiencia me condujo a lo que Lacan enseña3 cuando dice: “Trabajo en lo imposible de decir. Decir no es lo mismo que hablar. El analizante habla; sólo hace poesía (solo dice) cuando le sucede hacerla”. Y Lacan prosigue, el analista corta (tranche) porque lee; pero el corte es del orden de la escritura. “Ni en lo que dice el analizante ni en lo que dice el analista hay otra cosa que escritura”. ¿Qué quiere decir todo eso? Que más allá del sentido de las palabras, el decir del analizante encuentra en sí el silencio que permite otra relación consigo y con los otros. Se escribe otro modo de gozar4. Yo había escrito en Querida María (“Diez / Los confines de una experiencia”) los hitos de una secuencia inolvidable y la salida del análisis en un abrupto e inexplicable final. Sí. Sin duda faltaba una vuelta más. Esa vuelta fue posible.

1. Juan Carlos Indart es miembro de la Escuela de la Orientación Lacaniana. Sus enseñanzas y publicaciones tienen amplia difusión en toda la extensión del Campo Freudiano.

2. El dispositivo del pase recibe el pedido de quienes desean testimoniar sobre su experiencia de análisis sobre la cual se pronuncia después, a partir de un exhaustivo análisis.

3. Lacan, J., Le Seminaire XXV, Le moment de conclure, inédito (20/12/77).

4. Se trata del goce genuino que resta después de la travesía de un análisis, menos molestado por el síntoma.

Querida María

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