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Esta Escuela mía, argentina hasta los huesos

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Entonces hoy puedo ver –y puedo decir, María– que esta Escuela mía, tan francesa, sólo puede ser argentina, argentina hasta los huesos, como lo demuestra el perfil de sus tropiezos. Si la veo así, veo más. Si la veo así, me vuelvo responsable de pensarla en su marco argentino. Un marco poco tranquilizador que, al parecer, preferimos ignorar.

En nuestro país, la guerra no es, como en Francia, de cognitivistas y conductistas contra clínicos y psicoanalistas. Ni siquiera sabemos cuál es.

Las hebras indicativas de los discursos argentinos, cuyas consecuencias están instaladas en la sociedad y se presentan en nuestras prácticas, seguramente podrían ser extraídas y estudiadas, pues llegamos a muy diferentes ámbitos, privados y públicos. Son el reflejo de la cultura nacional, pero, ¿qué interés tenemos en ella? (Si lo tenemos, ¿por qué no pasa a través de nosotros?).

La Escuela es para el discurso analítico, pero este discurso no existe sin los otros discursos. “El discurso analítico emerge en el pasaje de un discurso a otro”. Cava en los discursos corrientes el lugar vacío donde un genuino pensamiento, una pregunta, un acto son posibles. Es la clínica del sujeto. Es lo que le daría su verdadero lugar al psicoanálisis en la cultura4.

¿Qué lugar tienen hoy en la Escuela las manifestaciones del gusto, quiero decir lo diferente que cada uno puede poner de sí en ella? ¿Podemos ser ajenos a las variaciones del discurso en la literatura, el arte, el ensayo, la política, las ciencias, el cine argentinos más contemporáneos? ¿Las virtudes indicativas no se encuentran entre el psicoanálisis y todas las creaciones de la cultura?5 Las décadas pasadas nos han dejado congelados y sin pensamiento, no sin motivos.

Lacan nunca se cansó de leer a los autores de la cultura francesa, ni de diagnosticar la suya, ni de anticipar los tiempos. Jacques-Alain Miller tampoco6. Salvando distancias que no debemos ignorar, ¿qué sabemos de la nuestra?

Dice Jorge Luis Borges, citado por Germán García, “nuestra tradición es toda la cultura occidental”. Muy bien, pero con una salvedad: la historia argentina –habla el mismo Borges– “puede definirse sin equivocación como un voluntario querer apartarse de España”7. Fue y es así; negación rampante de una impronta visible.

Querida María

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