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La cara oscura de la ciudad

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Sí, las personas enfrentamos cada mañana la cara oscura de la ciudad. Las noticias de delitos horribles –secuestros, asesinatos, violaciones, mutilaciones, ataques vandálicos, robos, estafas– repercuten en discursos amplificados y manipulados cuyo trasfondo amenazante fija las habituales y desesperantes incertidumbres políticas y económicas.

Se transporta todo eso por una vida y en una familia, hasta que estalla el cuerpo, o no se puede más. Ayer, María, hablé con Daniel, nuestro amigo de Rosario, azorado por el número de jóvenes con patologías feroces. “Entre anatomopatólogos hablamos de chernobilización” me dijo. Cuando no estallan los cuerpos jóvenes, aparece esa vaguedad llamada estrés, a menos que tome la forma de ataques de pánico, depresiones, consumos fatídicos, anorexias y bulimias que se agregan a los padecimientos de siempre, los síntomas de los tiempos de Freud con otros rostros.

Sin duda, esta ciudad, como tantas otras del planeta, enfrenta de alguna manera las consecuencias de la macroeconomía y de la macropolítica, como nunca interdependientes.

La transformación continua de los lazos sociales, familiares y sexuales va socavando lo que queda de las tradiciones, se van encontrando otros anclajes, o no se encuentra ninguno, y entonces el goce sin ley irrumpe, pulsa la espera, sobrevuela la inminencia fantasmal de la locura, del delito, de las catástrofes.

Migraciones forzadas, segregación y exclusión, drogas, trata de blancas y de niños, desocupación y trabajo precarizado, etc. El ser que habla parece capaz de soportar las peores cosas. En el caso particular, con el síntoma o la angustia, surge el llamado al analista. Pero ¿qué función para el analista en la urgencia del desamarre desastroso?

Puedo hablar de las Escuelas del Campo freudiano, donde los psicoanalistas enfrentamos “el deber de responder a la subjetividad de la época” (J. Lacan), “y operar en relación a ella”, como se ha dicho recientemente37, lo cual orientó en Europa la creación de los CPTC38, centros barriales donde los analistas reciben a todo el que llega “con su sinsentido, con su dolor”, sin importar cuánto dinero tiene.

En esos Centros barriales, el psicoanálisis “aplicado a la terapéutica” acude con una clínica pragmática, inmediata, de tiempos breves. Son casos donde el síntoma se presenta bajo las formas de la adicción, en el pánico, en la catástrofe subjetiva.

En Europa, inundada de conductismo, es una jugada innovadora. ¿Y acá?

En Argentina, María, tenemos que preguntarnos: ¿cuál es la “innovación”?

¿Qué diferencia esta clínica pragmática de otras?

Querida María

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