Читать книгу Hoy camino con Dios - Carolina Ramos - Страница 10
ОглавлениеEl poder de la música - 5 de enero
¡Oh, qué amigo nos es Cristo!
“...los he llamado amigos, porque todo lo que a mi Padre le oí decir se lo he dado a conocer a ustedes” (Juan 15:15).
Joseph Scriven tenía 25 años. Estaba enamorado y a punto de casarse, pero el día previo a su boda, su prometida murió ahogada en un trágico accidente. Con el corazón roto, Joseph cruzó el océano Atlántico desde su Irlanda natal para comenzar una nueva vida en Canadá. Se estableció en Ontario y, al lado de un río, hizo un compromiso con Dios de vivir su vida de acuerdo con las enseñanzas del Sermón del Monte, para servir a otros y reflejar el amor de Cristo siempre. En ese pueblo comenzó a conocérselo como “el buen samaritano de Port Hope”.
Pasaron varios años y empezó a trabajar como maestro en una escuela. Allí se enamoró de Eliza, quien era pariente de uno de sus alumnos. Se comprometieron y estaban por casarse cuando, inesperadamente, las esperanzas y los sueños de Joseph se hicieron añicos otra vez. Eliza enfermó gravemente y murió semanas antes de la boda.
Este hombre, experimentado en dolor y soledad, recurrió una vez más a Dios para recibir fuerzas y consuelo. Su fe en él, así como su relación diaria tan cercana, lo ayudaron a salir adelante.
Poco después de que Eliza muriera, Joseph se enteró de que su madre estaba muy enferma. Como no podía volver a verla, le escribió una carta para darle ánimo y consuelo, y adjuntó uno de sus poemas titulado “¡Oh, qué amigo nos es Cristo!” Había conocido a un Dios que está dispuesto a sobrellevar nuestras cargas y sanar nuestro dolor.
Ya al fin de sus días, que habían sido empleados siempre en ayudar a los menos afortunados, un amigo lo visitó y se encontró con este y otros poemas.
Hoy es un himno cantado por millones de cristianos de diferentes denominaciones y culturas. Y es que el amor de Dios, que sostuvo a Joseph en sus peores momentos, es el mismo que nos puede sostener hoy.
Te invito a pensar en la letra de este himno y a cantarlo con convicción. Jesús, en su Palabra, nos llamó amigos. Nosotros, en nuestra vida, podemos demostrar que lo llamamos así también.
¡De cuánta paz nos perdemos! ¡Cuánto dolor cargamos innecesariamente! ¡Qué privilegio llevarle todo en oración!