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ОглавлениеEncuentros con Jesús - 15 de enero
El techo roto
“Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús” (Luc. 5:18, 19).
Este techo fue muy especial. No sabemos cuántas personas había bajo él, no conocemos los nombres de los amigos del hombre paralítico, cuántos años llevaban de amistad, cómo se conocieron, qué días solían reunirse o con cuál tenía más afinidad. No sabemos si hicieron chistes al cargarlo en el lecho, si lo ayudaron a prepararse para estar más presentable, si ese día hacía frío o calor. Desconocemos qué acción específica pasada era la que atormentaba tanto al hombre como para que le resultara más valioso sentir el perdón de Jesús que valorar su curación física. No se nos dice quién se quedó a juntar los escombros del techo, o si alguien decidió dejarlos tal como estaban como monumento al gran milagro.
Solo sabemos que hubo fe y que Jesús sigue haciendo milagros. Desde que rompió con su gloria el techo de nuestra atmósfera para venir como niño, crecer y vencer, trajo la opción de la salvación para todo el que cree en él. No hay límites ni techos para las manifestaciones de poder en la vida de sus hijos que eligen creer.
¿Qué está pasando debajo de tu techo?
¿Hay una multitud y bullicio que obstaculizan el milagro? ¿Hay prejuicios que pesan más que la verdad sencilla?
¿Hay un amigo que está intentando llevarte a los pies de Jesús?
¿Hay un pasado que te atormenta y te hace sentir indigno?
¿Y si dejas que el techo se rompa y no te preocupas por los escombros por un rato?
“El efecto producido sobre el pueblo por la curación del paralítico fue como si el cielo, después de abrirse, hubiese revelado las glorias de un mundo mejor. Mientras que el hombre curado pasaba por entre la multitud, bendiciendo a Dios a cada paso y llevando su carga como si hubiese sido una pluma, la gente retrocedía para darle paso [...] murmurando entre sí: ‘Hemos visto maravillas hoy’ ” (El Deseado de todas las gentes, p. 236).
Permítele al Maestro entrar en tu casa. Que tu techo tenga una historia para contar.