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Aroma a sábado - 9 de enero

Sábado en el hostal

“Anhelo con el alma los atrios del Señor; casi agonizo por estar en ellos. Con el corazón, con todo el cuerpo, canto alegre al Dios de la vida. Señor Todopoderoso, rey mío y Dios mío, aun el gorrión halla casa cerca de tus altares...” (Sal. 84:2, 3, NVI).

Nos encontrábamos de viaje con un grupo de amigos. Esa tarde habíamos recorrido un lugar que nos había quitado el aliento por su grandeza y su hermosura, y nos había hecho recordar las cuevas en las que David se escondía cuando huía de Saúl. Habíamos disfrutado intensamente de estar en la naturaleza y conocer nuevos lugares, pero el sol se había puesto y nos encontrábamos hospedados en un hostal. Aunque todos éramos adventistas, el ambiente afuera no era muy sabático. El hospedaje estaba ubicado en una de las avenidas principales, llena de gente, bullicio y agua que corría por las veredas debido a la copiosa lluvia que caía.

Era temprano, me había acostado y recordé este versículo porque era mi oración. ¡Cuántas ganas tenía de estar en un lugar más propicio para estar en sintonía con Dios!

Sin embargo, en esa cama prestada, esa noche pude sentir la paz de la compañía divina, que va con nosotros si la pedimos.

Como vivo en un pueblo tranquilo, vivir un momento de quietud no es algo que me resulte difícil los sábados y es algo que busco con alegría. Pero quizá tu situación sea diferente. Quizás a tu alrededor haya mucho ruido y gente que no tiene idea de las bendiciones prometidas para este día.

Quizá haya silencio, pero por dentro estás pasando un momento de “ruido” por cosas que te preocupan, que no te convencen o que te hacen dudar.

Quizás en este momento no puedas elevar la voz pero, como dice el salmista, ojalá puedas con tu corazón cantar a Dios.

Muchos sábados me tocó asistir a iglesias en galpones o gimnasios. Aunque esos lugares a veces parecían no ser tan reverentes, me dejaron una lección preciosa. Por los aleros del techo, siempre se colaban algunas palomas, gorriones y horneros que asistían al culto como nosotros. Aun ellos se sentían a gusto en la presencia del Altísimo y se unían a nuestro canto.

Ojalá anheles sus atrios y su presencia también. Dios concederá tus deseos y te acompañará donde sea y como sea que estés.

Hoy camino con Dios

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