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ОглавлениеEncuentros con Jesús - 8 de enero
Eliminar etiqueta
“Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mat. 8:1-3).
Nos hemos acostumbrado a las etiquetas, pero algunas veces nos etiquetan no en fotos, sino con adjetivos que duelen.
¿Qué pasaría si todos anduviésemos por la calle con un cartelito con las etiquetas que otros nos ponen, o esas que a veces nos autoasignamos, que pueden tener un poco de razón, o solo ser un espejo de cómo se siente el otro?
El hombre de nuestra historia llevaba una etiqueta antigua que no podía esconderse detrás de una pantalla o de un perfil estratégicamente pensado. Tenía que gritar “¡Inmundo! ¡Inmundo!”, por si alguien no se había “actualizado”.
En El Deseado de todas las gentes, leemos que ellos, los leprosos, “no se atrevían a esperar que Jesús hiciese por ellos lo que nunca se había hecho por otro hombre. Sin embargo, hubo uno en cuyo corazón empezó a nacer la fe” (pp. 227, 228).
Una mañana se animó a salir de su escondite. No sabemos si vistió sus mejores ropas, si se lavó la cara y se peinó.
¿Lo sanaría él? ¿Lo maldeciría por sus pecados? ¿Le diría que se alejara para no contaminarse? ¿Lo rechazaría como todos los demás? ¿Lo miraría con asco?
Se acercó con temor, a lo lejos. Lo escuchó, lo vio poner sus manos sobre los enfermos. Quizás al final sí era real...
Intercambiaron dos frases que lo dijeron todo y, en ese instante, al desaparecer la lepra visible, Jesús arrancó de su pecho la etiqueta invisible, borró de sus cuerdas vocales el grito desesperado y puso en sus labios una historia para contar. Jesús no solo obra externamente; transforma la identidad, restaura, reúne a las personas aisladas, saca de la cueva y lleva a la casa, convierte a un montón de harapos en persona y a una víctima en testigo.
Es posible que hoy estés luchando con una etiqueta, mirando desde lejos a Jesús y preguntándote si realmente él es capaz de sanarte. Llévale todo. Deja que en tu corazón nazca la fe y permítele obrar un milagro en tu vida también. Está ahí, con el ícono de “Eliminar etiqueta” abierto, esperándote para hacer el clic.