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Querido lector: ¿Cuál es tu versículo preferido?

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El mío es Romanos 8:28. Quizás el tuyo también. O quizás aún no hayas elegido uno.

Hoy te escribo para contarte sobre el versículo que transformó mi vida: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón” (Heb. 4:12, NVI).

Siempre me gustó el cuerpo humano. A los seis años comencé a soñar con ser doctora, comencé a memorizar los nombres de los huesos, de algunos músculos y órganos, y anhelaba el día en que pudiera ayudar a sanar. Pero me pasaron algunas cosas tristes y, al no saber muy bien cómo manejarlas, comencé a “jugar” a lastimarme. Usaba trinchetas, cuchillos, y me producía quemaduras, mordeduras y golpes. Comencé a fantasear con la muerte. No había nada muy visible y las cicatrices no eran profundas; por lo menos no en la piel. Y así como quizá te haya pasado a ti cuando te sentías triste o pasaste por alguna situación difícil, para muchos tu dolor pasa inadvertido.

Odiaba las flores, que se morían antes que yo, y envidiaba a los pájaros, que se podían escapar volando. Tenía amigos buenos, amigos de verdad, pero por alguna razón me escudaba más en las lágrimas, en las noches, en las culpas, en los libros y en la soledad.

Hay cosas que podemos llegar a disimular muy bien, por muchos años, e incluso rodeados de amor y dentro de la iglesia. Podemos acostumbrarnos a ellas y llegar a considerarlas normales.

Pero en algún momento, indefectiblemente, nos encontramos con Dios. En realidad, él nos encuentra. Él nos busca. Y si dejamos de escondernos, aparece con toda su gracia para cambiarnos la vida para siempre.

Puede ser que lo encuentres en la belleza, en un abrazo, en una puesta de sol o en el pozo del más profundo dolor.

Es un encuentro independiente de tu religión. Es el verdadero comienzo de tu religión.

Ese versículo, que conocía de memoria como “adventista de cuna” de quinta generación, se volvió un versículo que le hablaba a una joven perdida, en un hogar deshecho y con una fe que no llegaba ni al techo.

Ese Dios me hablaba. El poder de su Palabra me atravesaba.

Hablaba de la vida, eso que yo no quería. Hablaba de poder y de perfección, algo que creía que nunca iba a alcanzar. Hablaba del filo, ese con el que jugaba. Hablaba de huesos y articulaciones, esos que estudiaba. Hablaba de pensamientos e intenciones, esos que en mi ignorancia creía que podía ocultar. Hablaba de la Biblia, ese tesoro que muchos conocemos desde chicos pero no valoramos ni leemos de verdad. Quizás en eso radicaba el mayor problema o la traba para la felicidad. Como dice Juan, la vida eterna es conocer al único Dios verdadero y a Jesucristo, quien fue enviado.

Al leer la Biblia más y más, comencé a conocerlo más y más.

Cuando bajo el microscopio y en tamaño real pude ver un hueso sano y un hueso enfermo, entendí que, en todo momento, él tenía el control. Me amaba hasta la médula. Me amaba a pesar del pecado. Me ayudó a discernir los pensamientos e intenciones de mi corazón y, sin quitar mi sueño de ayudar a sanar, lo redireccionó hacia donde más lo podría usar.

Mi historia, así como la tuya, está escrita con caídas y obstáculos, con fracasos y victorias. Pero cada día, a cada uno, Dios le da una página en blanco.

Quiere rompernos todos los esquemas para recordarnos que el diseño original es el que tiene que prevalecer, ese que tiene una impronta de eternidad y una genética celestial a pesar de todas las mutaciones del pecado.

Él es Verbo y, con su Palabra y mis palabras, hoy me permite contarte mi historia y muchas más. No sé qué momento de tu vida estás atravesando ahora. No sé en qué etapa estás, qué decisiones tienes que tomar, a qué personas puedes influenciar. Pero sé que esa Palabra también te puede transformar.

Cuando te dije “Querido lector”, no lo dije por formalismo, sino de verdad.

He orado cada día para que estas historias y reflexiones puedan acompañarte en tu caminar con Dios, para que encuentres en cada versículo mensajes poderosos y aplicables hoy, para que, al terminar el año, no solo conozcas 365 versículos e historias, sino también puedas encontrar al Dios que quiere impactarte poderosamente y acompañarte a escribir tu propia historia… una historia para la eternidad.

¡Que Dios te bendiga, inspire, transforme y use con poder cada día de este año y de tu vida!

Con todo mi cariño,

Caro

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A menos que se especifique de otro modo, las citas bíblicas se han tomado de la versión Reina-Valera Revisada 1960 (RVR 60).

Hoy camino con Dios

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