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Valores - 14 de enero

La trampa y el cordón

“Líbrame de las trampas que me han tendido y de los engaños de los que hacen el mal” (Sal. 141:9).

Se sentó en el cordón. Apoyó los codos sobre sus rodillas y hundió el mentón entre sus manos. Yo lo veía, desde la ventana, frustrado por algo que me parecía insignificante pero que en ese momento le había dado vuelta el mundo.

Unos segundos antes había estado jugando con sus amigos, como de costumbre, en la calle que separa su casa de la mía. Sus juegos y sus risas me hacían recordar a las tardes de mi infancia, y su alboroto inocente me hacía sonreír.

Pero las cosas cambiaron repentinamente. El juego cesó y dio lugar a la pelea. Ahí lo escuché gritar suplicante: “No seas tramposoooo”.

Claramente, no hubo pedido de disculpa y el juego se disolvió. Cada participante salió hacia un lugar diferente y en la calle reinó el silencio, pero también la tensión. El silencio despertó mi curiosidad y me hizo espiar desde la ventana. Ahí estaba él, sentado en el cordón, desconsolado.

La trampa duele, aunque sea (y sobre todo) a los niños.

Al verlo, pensé en todas las veces que hice trampa con cosas pequeñas y con cosas más grandes también. Trampas que quizá solo Dios vio pero que a la larga terminaron trayendo dolor, a otros y a mí, momentáneo o duradero.

Es que... es muy fácil engañar y muy difícil reconocerlo.

Hay trampas en el juego, trampas en el trabajo, trampas en el amor no perfeccionado e incluso trampas en la religión.

No sé cuál es tu tentación hoy, qué trampa estás tramando llevar a cabo, aunque pienses que es dentro de todo “inocente” o que hasta puede pasar como algo “inconsciente”.

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:8, 9).

Oremos para que las trampas con las que nos enfrentamos hoy no sean obstáculo sino motivo para ir corriendo a quien es Fiel y Verdadero.

Al día siguiente, el cordón estaba vacío, y la calle llena de alboroto hablaba de reconciliación.

Que tu corazón y el mío, así como el cordón, queden limpios.

Hoy camino con Dios

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